Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Los grandes clásicos

Ignacio Gracia Noriega

Marco Aurelio: El emperador filósofo

En sus breves textos se evidencia su grandeza moral y un profundo conocimiento de la naturaleza humana

La simpática figura de Marco Aurelio (121-180 d.C) se singulariza porque tratándose de un emperador romano figura entre los escritos griegos y porque habiendo ocupado la máxima magistratura, que tantas veces recayó sobre irresponsables y locos, incompetentes y criminales, supo ejercerla con dignidad y su prestigio se mantuvo hasta nuestros días, tanto por sus labores de gobierno como por la recopilación y continua reedición de los pensamientos y notas personales que dejó a su muerte, publicadas bajo los títulos de "Meditaciones", "Soliloquios" y "Sobre sí mismo", textos breves que evidencian un profundo conocimiento de la naturaleza humana y grandeza moral. Entre estos pensamientos, muchos son de carácter personal y otros tienen un valor más general, como que "muchas veces comete injusticia el que no hace nada, no solo el que hace algo", que será repetido más de milenio y medio más tarde por Edmund Burke cuando afirmaba, con toda razón, que para que los malvados triunfen basta con que los buenos no hagan nada. Incluso los cristianos, tan puntillosos en este punto, suelen olvidar, o no lo conceden mayor importancia, que Marco Aurelio desencadenó una persecución contra ellos, aunque no tuvo los aspectos macabros de las de Nerón, Dedo y diocleciano. En alguna ocasión, su relación con los cristianos fue de carácter diplomático, como cuando decidió en la querella que agitaba a los cristianos de Antioquia en favor de los que eran apoyados por el obispo de Roma contra el antiguo obispo Pablo de Samosta, depuesto por hereje.

La saña que muestran los historiadores romanos contra algunos emperadores (Suetonio describe a Calígula como a un monstruo incestuoso; a Nerón, que practicó "la osadía, la libinosidad, la lujuria, la avaricia y la crueldad"; Tácito presenta a Vitelio rodeado de aduladores, para quienes "las ganas de beneficiarse hacían ver virtudes donde solo había defectos", etc.) nos permite hacer una pregunta al margen: ¿cómo pudo mantenerse Roma como imperio durante tanto tiempo si estaba gobernada por tales personajes? Ciertamente, también hubo emperadores como Marco Aurelio, y en la animosidad hacia los emperadores de la familia Julia-Claudia influyó poderosamente la literatura, desde Suetonio y Tácito hasta Sienkiewicz.

Marco Aurelio era un estoico al frente de un vasto imperio, al que procuró regir con justicia, dentro de los esquemas de un conservadurismo rígido. "Sus disposiciones nos los presentan como continuador de la tendencia a una mayor indulgencia y humanidad que ya hemos anotado en Adriano y Antonino -escribe Colin Wells- (aunque) sus `meditaciones' no parecen incluir medios de mejora de la administración del Imperio y de la condición de sus habitantes. Fue escrupuloso en la ejecución de su deber tal como el lo entendió, pero le faltó imaginación".

Escribe las "meditaciones" en sus últimos años, durante el largo invierno de las campañas contra los bárbaros del Danubio. El emperador está ya cargado de experiencia y de cansancio. A veces asoma en sus escritos el escéptico tocado por la amargura: "Ya está bien de desgracias, de murmuraciones y morisquetas. ¿Por qué está inquieto? ¿Qué hay de nuevo en eso? ¿Qué te subleva? ¿La causa? Mira cómo es. ¿O la materia? Mira cómo es. Fuera de ellas no hay nada. Mas hazte ya de una vez sencillo y bueno para con los dioses. Lo mismo da examinar esto cien años que tres".

La Nueva España · 21 junio 2015