Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Los grandes clásicos

Ignacio Gracia Noriega

Plauto: actor y comediógrafo

Escribió veintiuna comedias, aunque no fue un autor original en la medida en que sus referencias literarias eran griegas

El teatro de Occidente nace en Grecia, y se aclimata en Roma por otra de dos comediógrafos, Plauto (mediados del siglo 184 a. C.) y Terencio (ca. 190-159 a. C.), el primero procedente de la oscura Umbria y el segundo nacido en Cartago y trasladado a Roma como esclavo de una familia patricia. Los dos escribieron comedias muy dependientes de las griegas: de Terencio se conservan las seis comedias que escribió, la mayoría adaptaciones de obras de Menandro. A Plauto se le atribuyeron infinidad de obras en la antigüedad, de las que son realmente suyas veintiuna comedias. No es un autor original en la medida en la que sus referencias literarias son griegas lo mismo que muchas de las costumbres que presenta; pero introduce innovaciones, reformando el antiguo teatro y adaptándolo a otro tipo de sociedad (que aunque muy dependiente de Grecia en el aspecto cultural, no era en modo alguno la griega). Plauto centra su actividad en la adaptación latina de obras griegas de los siglos IV y III a. C., debidas a Menandro, Filemón y Dífilo. Además se supone que fue actor, dado su completo conocimiento del mundillo teatral. Nacido en Sarsina, en la Umbria, cuando solo hacía una docena de años que pertenecía a Roma, anteriormente esta región había recibido poca influencia del Lacio, por lo que sus primeras influencias fueron más griegas que latinas. De hecho, conocía muy bien la lengua griega y su teatro, aunque hace gala de un latín espontáneo y muy vivo, indispensable en el género de la comedia, donde los diálogos son cortos y rápidos y la agudeza de las respuestas es fundamental. Es imposible ser comediógrafo con un lenguaje pesado o poco fluido, y Plauto había aprendido muy bien esta lección, estudiando los diálogos y las situaciones de la "Nueva Comedia" ateniense.

Entre sus innovaciones, prescinde del coro, más propio de la tragedia, e introduce el prólogo, en el que uno de los actores pide atención al público: "Ahora, espectadores, si os place, prestad atención y que esta representación acabe bien, para vosotros, para la compañía de actores, para sus dueños y empresarios. Ahora ya, tú, pregonero, haz que el público sea todo orejas" ("La comedia de los asnos"). Shakespeare y Calderón venían a decir lo mismo en los prólogos y epílogos de sus obras. A partir de ese momento, el espectador debe escuchar, porque el teatro de toda época entra por los oídos antes que por la vista. En lo que a los personajes se refiere, crea prototipos como el esclavo intrigante (antecedente del "gracioso" del teatro clásico), los jóvenes amantes indispensables y algunas figuras episódicas de gran éxito como el soldado fanfarrón, a quien durante mucho tiempo se confundió con el propio Plauto, seguramente porque interpretaba al "Miles Gloriosus". Muchas de sus obras se desarrollan en Grecia, lo que le evitaba suspicacias cuando criticaba costumbres romanas. Pero, como sucede en la comedia clásica, su humorismo hoy nos resulta muy lejano, porque el mundo en el que hacía gracia ha desaparecido. Todo lo contrario que la tragedia, que se dirige a los sentimientos y no a las costumbres. Plauto tenía muy buena opinión de su arte, como lo revela su epitafio, escrito por él, según Aulo Gelio: "Desde que la muerte hirió a Plauto, la comedia llora y la escena está desierta. La Risa, el Juego, todos los dioses del regocijo y la poesía en metro libre, derraman lágrimas sobre su tumba".

La Nueva España · 26 abril 2015