Ignacio Gracia Noriega
La Eneida: La flauta, el arado y la espada
La obra de Virgilio, el mayor poeta de la Antigüedad y el primero de Europa, es tributaria de los poemas homéricos
En el primer círculo del infierno de "La Divina Comedia", donde se encuentran los niños que murieron sin bautizar y los ilustres (patriarcas y profetas, poetas y guerreros, filósofos y sabios) que no conocieron la Re-velación, Dante, guiado por Virgilio, se reúne con los "señores del altísimo canto": Homero, Lucano, Horacio y Ovidio. El quinto puesto le corresponde a Virgilio. Dante se sienta entre ellos: el gran poeta cristiano se coloca a la misma altura que los grandes poetas paganos de la Antigüedad.
Los grandes poetas latinos, universalmente aceptados, son Ovidio, erótico y después elegiaco; Horacio, el cantor de las cosas sosegadas, y por encima Virgilio, que descolló en la poesía bucólica ("Églogas"), la didáctica ("Geórgicas") y la épica ("Eneida"), o, como él mismo resume. "Canté a pastores, labriegos y caudillos". Virgilio es el poeta de Roma, y el clásico por excelencia. Vio el campo, donde había nacido (su madre le dio a luz en una zanja cuando se dirigía a las labranzas, cerca de Mantua), con lirismo no exento de crítica y protesta en la égloga IX contra la medida gubernamental tic desposeer a los antiguos colonos para repartir sus tierras entre veteranos licenciados; en las "Geórgicas", su mirada es la de un conocedor del mundo agrícola, que abarca los rebaños, las mieses, los árboles y las abejas. Su obra más ambiciosa es la "Eneida", incitada por Augusto e inspirada en Homero, cuyo gran tema es el destino de Roma. "Virgilio encarnó en su `Eneida' un nuevo ideal heroico, fundado en la virtud", escribe E. R. Curtius. Esa virtud moral se fundamenta en la piedad y la justicia, pero también en las armas, ya que Eneas, aunque no quiere la guerra, es un guerrero: "... pietate insignis et armis".
La concepción de la "Eneida" debe su andamiaje a los poemas homéricos, aunque en Homero resuena el hierro y en Virgilio el mármol. Eneas abandona Troya en llamas para cumplir una misión grandiosa; a partir del momento en que embarca, la "Ilíada" cede su lugar a la "Odisea". Como Ulises, Eneas navega hacia el Oeste, hacia el ocaso, el primero para volver a su hogar en Ítaca y el segundo en busca de un nuevo asentamiento para él y los suyos, que será eterno. La navegación de Eneas es más imperecedera que la de Ulises, pero éste es una constante de la literatura europea durante casi tres mil años. Son héroes distintos: Ulises fue soldado, político, navegante, aventurero, golfo, algo pirata y "el primer gentleman de Europa", mientras Eneas es un héroe engolado, consciente de su misión. Por lo que se disfruta más con la "Odisea" que con la "Eneida".
La famosa égloga IV presenta un tono distinto al del lirismo bucólico: el profético. Se abre con una invocación casi épica: "Cantemos, musas sicilianas, asuntos más elevados", y desarrolla poderosas imágenes y referencias míticas: la Virgen, el Niño que nace, la nueva raza descendiendo del cielo, los grandes siglos, la edad de hierro sustituida por la de oro, por lo que los padres de la Iglesia interpretaron el canto, tal vez convencional, por el naci-miento del hijo de Polión como el anuncio del Nacimiento de Belén, y de ese modo compagina-ron los vaticinios de los profetas con la profecía del mayor de los poetas paganos.
Según T. S. Eliot, fue el mayor poeta de la Antigüedad y el primero de Europa: "Un poeta para quien el mundo tenía sentido, orden y dignidad". En su poesía permanece un inextinguible anhelo: "Si un árbol nos mostrara aquella rama di oro, en un bosque tan grande".
La Nueva España · 1 febrero 2015