Ignacio Gracia Noriega
La refundación del PSOE en Asturias
González y los suyos secuestraron el socialismo, pero lo grave es que el PSOE se dejó secuestrar «tan guapamente»
Hace unos días pasó Nicolás Sartorius por Oviedo, y, como es un político, se le hicieron entrevistas por todo lo alto. Entre otras cosas, don Nicolás dijo que las movilizaciones populares trajeron la democracia a España. De acuerdo con mi experiencia, la actuación del «pueblo soberano» durante los últimos tiempos de la dictadura y, cuando menos, los ocho o diez meses que siguieron a la muerte del dictador, fue más bien pasiva, de espera de acontecimientos, en el mejor de los casos. Y cuando se produjeron grandes movilizaciones, ya la gran losa de granito del Valle de los Caídos se había asentado perfectamente sobre la famosa tumba. Hoy se habla mucho, para zaherir a determinado partido, de «franquismo sociológico»), pero, habida cuenta de que en 1976 la mayoría de la población era franquista (quien calla otorga), en algún lado tiene que haberse metido esa gente. Naturalmente, parte de ella, en el PSOE.
En «Secuestro del socialismo» Antón Saavedra relata con mucho conocimiento de causa los sucesos de aquel tiempo, y en «El heredero de Suresnes», sobretitulada «Con Z de zascandil», que se acaba de publicar, sus consecuencias. Son dos libros lúcidos y críticos, que deben ser leídos por quienes sientan curiosidad por la transición.
Las organizaciones socialistas asturianas del PSOE y UGT, y dentro de ésta, el sindicato minero, fundado por el gran Manuel Llaneza, gozaron de un prestigio que roza la leyenda dentro del movimiento obrero español y europeo. Tal prestigio se fundamenta principalmente sobre la intentona revolucionaria de Octubre de 1934 y sobre las grandes huelgas mineras de 1962. Pero no debemos olvidar la huelga de Mina La Camocha, en Gijón, que señala el comienzo de un nuevo modelo de organización, por medio de comisiones de obreros. Así surgieron, como es de sobra sabido, las CC OO, integradas por obreros sin afiliación definida, pero dentro de la órbita del PC. La UGT apenas daba señales de vida, y su escasa participación en la huelga del 62 estuvo dirigida por Emilio Barbón, desde su despacho en Pola de Laviana, y por Herminio, desde su joyería de El Entrego.
La inactividad de las organizaciones socialistas por aquellos años fue casi completa. Tenían alguna presencia en la minería, sobre todo en la cuenca del Nalón, y poco más. En Oviedo, siendo la capital política y administrativa del Principado, no había actividad alguna: tan sólo en una aldea próxima, en Latores, los socialistas se reunían entre ellos para organizar excursiones y algún otro tipo de actos.
Inactiva aunque prestigiosa, la Federación Socialista Asturiana, que tenía peso entre los exiliados en Francia, gracias a la labor de reorganización llevada a cabo por los socialistas asturianos José Barreiro y José Mata, jugó un papel importante en el congreso de Suresnes, apoyando la opción renovadora representada por un grupo de jóvenes sevillanos ambiciosos y desenvueltos. En el congreso de Suresnes la delegación asturiana, dirigida por Agustín González, fue decisiva para el nombramiento de González como secretario. A estas alturas se puede decir que no se sabía a quiénes representaban aquellos delegados, salvo a sí mismos, ya que no había afiliación, ni se llevaban archivos ni cosa parecida.
Eso sí: los socialistas acostumbraban a reunirse una vez al año en una campa alta del puerto de Tarna, en la cordillera Cantábrica, junto a la fuente La Nalona, de la que nace el río Nalón, y a la que acudían simpatizantes de Santander y León, e incluso de Galicia y Vascongadas, y que con el paso del tiempo se ha convertido en la fiesta minera de Rodiezmo, al lado de Villamanín, en León; y a finales de enero de 1976 se depositaron unas rosas rojas en la tumba de Manuel Llaneza, en el cementerio civil de Mieres.
El 25 de nero de 1976 se celebra por primera vez el homenaje a Llaneza, con asistencia de un grupo numeroso de personas, unas cien, más o menos, de sindicalistas europeos, y de algunos regimientos de Policía, de gris y de paisano. Había nevado de noche y el valle del Caudal estaba cubierto por la nieve. Causaban impresión las flores rojas sobre las tumbas blancas. Poco después, durante la Semana Santa de 1976, se celebró en Madrid un congreso de la UGT, que en realidad era la continuación del que hubo de ser aplazado en 1936 a causa del estallido de la guerra civil. Un mes más tarde, el domingo 16 de mayo, se reunió la asamblea de UGT en el Seminario de Oviedo.
Algunos socialistas un tanto exagerados llaman a esta época la de «clandestinidad», cuando era de «permisividad»; lo que no fue inconveniente para que la Policía armada tiroteara a un ugetista de Avilés llamado Delestal una noche que había salido a hacer pintadas. La rápida intervención del embajador de la Alemania Federal obligó a la Policía a dar explicaciones y a pedir disculpas. Era evidente que se había producido un cambio, y este cambio lo explicaba muy bien la histórica Encarna, mujer del no menos histórico Marcelo García, el cual la noche de la muerte de Franco salió a tirar pasquines y fue detenido. Según Encarna, al meter a Marcelo en la Comisaría los policías le llamaban «hijo puta», y al salir, al cabo de un par de días, sin cargos, le llamaron «don Marcelo».
No obstante, el PSOE aparecía más en los periódicos que en la calle. En la Universidad, por ejemplo, sólo funcionaba un mínimo grupúsculo de Juventudes Socialistas, integrado por cuatro estudiantes de Derecho.
A finales del verano de 1976 llegaron los primeros carnés, y sobre esa base pudo establecerse un número fiable de militantes. La Agrupación Socialista de Oviedo se crea en septiembre de 1976, con catorce miembros. A partir de 1977 el PSOE y la UGT, con sus locales en el edificio de Alsa de Oviedo, empiezan a crecer como si se hubiera abierto un banderín de enganche.
En este PSOE resurgido jamás se planteó el debate ideológico. Daba igual que entrara quien fuera, con tal de que hiciera número. De producirse ingresos de uno en uno, empezaron a producirse en grupos, siendo el más significativo el de los afiliados al PSP, muchos de los cuales, siguiendo a Tierno Galván, fueron a llamar a las puertas del PSOE, ofreciéndose como «cuadros». El PSP aportó alrededor de una veintena de individuos que se distinguían, más que por una auténtica coincidencia ideológica, porque alardeaban de tener titulaciones universitarias, y entre los que había de todo, incluido un «nacionaliegu» dispuesto a llegar al separatismo por medio del fomento del bable o la «lengua del lugar».
Más decisivo, de todos modos, fue el congreso del PC de Perlora, en el que se produjo la famosa escisión de Alvarez Areces, y otros, quienes, defendiendo las esencias del marxismo-leninismo, abandonaron el comunismo por la izquierda para ingresar en el indefinido, despreciado y criticado PSOE socialdemócrata.
Por la vía del «banderín de enganche» se coló en el PSOE mucha gente que, en el mejor de los casos, debiera estar en otra parte. De este modo, un partido sin demasiada brillantez ideológica en sus planteamientos, con militantes más bien nostálgicos pero que al menos habían oído hablar de Pablo Iglesias, y compuesto de obreros en su mayor parte, pasó a ser un partido de oportunistas, de individuos de cuello blanco, de políticos profesionales y de trepadore.s
Del secuestro del socialismo es responsable el propio socialismo. Por su desmedida ambición de poder, por aspirar al poder antes que a la coherencia, por la demagogia barata que lleva a los dirigentes a decir unas cosas en los montes y otras en los salones, por haber tomado como modelo al PRI mexicano antes que a partidos socialdemócratas europeos.
¿Qué tiene que ver Zapatero con su «frente popular» integrado por separatistas en activo, feministas, pacifistas, radicales de la izquierda extraparlamentaria, ex comunistas ortodoxos y algún fascista reconvertido por la perspectiva de hacer buenos negocios con el socialismo clásico? Nada, sino que estamos gobernados por una especie de coalición «contra natura». En eso se ha convertido el PSOE, a su vez: en algo vagamente «izquierdoso», con lo que eventualmente se pueden sentir identificados desde cineastas pederastas hasta revolucionarios sin revolución y especuladores inmobiliarios. Como bien dice Saavedra, González y los suyos secuestraron al PSOE. Pero lo grave del caso es que, como el PSOE apenas existía, se dejó secuestrar, como decimos en Asturias, «tan guapamente».
La Nueva España · 4 febrero 2008