Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Territorios perdidos

Ignacio Gracia Noriega

El Ferroviario

El clásico de las sidrerías de la calle Gascona

La calle Gascona comunica dos zonas monumentales de Oviedo: el entorno de la Catedral a través de la calle del Águila con la de Foncalada, donde se encuentra la famosa fuente rematada por la Cruz de laVictoria con el Alfa y Omega, divisa de Alfonso III el Magno. Ahora salió por ahí un señor explicando que la fuente de Foncalada, no menos redundante que la Rúa Ruera, es obra de Alfonso II el Casto y también que Santa María del Naranco se empleaba para despedir a los soldados que iban a la guerra.A los que salían a luchar los despedían desde la fachada de levante y a los que regresaban victoriosos los recibían por la del ocaso, como si el enemigo estuviera al Este y la victoria al Oeste. Esto van a tener que explicármelo por lo menos un par de veces para que lo entienda, lo mismo que la teoría, que tal parece financiada por Z., como contribución a la Alianza de las Civilizaciones, sobre que no hubo invasión musulmana y, en consecuencia, reconquista, sino una guerra civil generalizada en la que la pacífica y civilizada población del Sur se había islamizado en su totalidad (el Islam es Paz, figura escrito en muchas paredes de Andalucía), mientras los brutos del Norte, cegados por las nieblas y habituados a la digestión del animal impuro, persistían en ser cristianos, latinos y germánicos. ¿Qué dirían don Ramón Menéndez Pidal y don Claudio Sánchez Albornoz si les fuera dado escuchar la exposición de esta teoría de trazas zapaterescas? Con toda seguridad habrían reaccionado indignándose, pues como buenos liberales sabían reaccionar y se remontaban ante los excesos. En fin, como arriba queda dicho mientras no me expliquen mejor que Foncalada es obra del Rey Casto, para mí lo es del Rey Magno.Y dispongámonos a recorrer la calle.

De la calle del Águila a Foncalada, la calle Gascona va cuesta abajo. Hay constancia de ella en una donación del año 1096 y posteriormente era «el camino de la Gascona a Foncalada». El nombre alude claramente a la presencia de franceses, y, es natural, al Camino de Santiago. Según Tolivar Faes, «significa algo relativo a Gascuña o a los habitantes de aquella provincia de Francia, y alude sin duda a los franceses de diversos oficios que en nuestra ciudad se establecían para suplir con su trabajo a los hombres empeñados en la guerra de la Reconquista. Se comprende que una tendencia natural los habría agruparse en un barrio, y éste recibió el nombre de Gascona. A él irían a parar también los no escasos peregrinos franceses que, camino de Santiago, derivaban a Oviedo para visitar en el templo de San Miguel la Cámara Santa de las Reliquias». A partir del siglo XIII se generaliza el nombre de Gascona para esta calle, siendo en la actualidad una de las que conservan la denominación más antigua.A pesar de los muchos cambios y trompicones que dieron la historia de España, de Asturias y de Oviedo (que en rigor, es la misma historia), a ningún alcalde se le ocurrió cambiarle el nombre para halagar al político triunfador del turno o para hacerse el simpático con los enemigos irredentos. Gascona siempre fue Gascona, y esperemos que así siga siendo, mientras dure Oviedo.

Una calle tan antigua, tan tradicional, tan medieval, tan vinculada al Camino de Santiago, que fue de gentes muy andarinas, fue cortada por un elemento de modernidad contrastado e indiscutible como es el ferrocarril. Asturias, a pesar de su territorio poderosamente quebrado, fue la cuarta provincia española (contando, claro es, la línea Güines-La Habana) que dispuso de ferrocarril, inaugurándose el tramo Langreo-Gijón en 1852, del que era accionista el Duque de Riansares, de soltero Muñoz, aludido en la copla:

Los liberales decían
que la reina no paría
y nos parió más muñones
que liberales había.

Lo de siempre: en España siempre hay menos liberales que los que se hacen notar. Y por esta vía (por la de Muñoz,no por la del ferrocarril), los Borbones se vincularon de manera decidida a Asturias: lo de las peregrinaciones de Isabel II, las cacerías de Alfonso XII y Alfonso XIII en los Picos de Europa y sacarle rendimiento económico, social y político a la institución del Principado de Asturias, vendrían más tarde. Pero lo primero era lo primero, y lo primero fueron las acciones de Muñoz en el ferrocarril de Langreo. Artefacto sorprendente en más de un aspecto, ruidoso y veloz, que como afirmaba el cantar:

Porque es tanta la violencia
que lleva el ferrocarril
que en veinte horas se planta
desde Gijón a Madrid.

En 1899 se funda la sociedad Vasco-Asturiana, promovida por Tartiere con el propósito de construir un ferrocarril minero de vía estrecha que comunicar la cuenca carbonera del Caudal con el puerto de mar de San Esteban de Pravia. Puede decirse que en cierto modo resurgía el proyecto de Casado de Torres de sacar el carbón por el río Nalón y al que tan apasionadamente se opuso Jovellanos, que proponía una carretera que lo sacara por Gijón: sólo que en esta ocasión el carbón se transportaba en tren y no por medio de lentas y costosas chalanas.

La línea delVasco se completó en 1905, aunque posteriormente se prolongó hacia el concejo de Aller, teniendo su terminal en Collanzo. El ramal de Oviedo tenía su estación muy cerca de la calle Gascona y llegó a ser, con su cantina, una de las más hermosas estaciones de España, antes de ser destruida por la barbarie municipal. Pero antes de que se abriera la magnífica, bellísima cantina, el personal ferroviario acudía a un chigre situado en la parte alta de la calle Gascona, donde apenas había mostrador ni iluminación, y solo se vendían vino y queso: el vino, para que resultara más barato, en lugar de venderse por botellas, se vendía por litros: medio litro o un litro, en jarras de madera. Como la principal clientela del chamizo estaba compuesta por ferroviarios, no tardó en ser conocido como El Ferroviario. Así fueron las cosas hasta que un buen día, un joven Luis Díaz, de Felechosa, subió a un vagón del Vasco que venía de Collanzo y descendió en la hermosa estación, y sin pérdida de tiempo se encaminó a El Ferroviario. Luis, a pesar de sus pocos años, tenía experiencia hostelera, pues había trabajado en el bar El Relojero, que era de su padre, y suponiendo que se le podía sacar partido a El Ferroviario (el destino de Luis era tener establecimiento rotulados con nombres de profesiones), lo tomó en traspaso y se hizo cargo de él el 22 de mayo de 1951. Era inevitable hacer las reformas necesarias, pero el verdadero cambio de orientación de El Ferroviario se produce cuatro o cinco años más tarde, cuando Luis empieza a trabajar la sidra. Oviedo nunca fue una plaza importante en materia sidrera, que pudiera competir con Gijón, las cuencas mineras, la zona de Colloto, Tiñana, Granda, etcétera, o la comprendida entreVillaviciosa y Nava. Luis introdujo en Oviedo la sidra de Peñón y no tardó en ganar la fama de servir la mejor sidra de Oviedo. Hasta julio trabajaba monográficamente la sidra de Peñón; luego, ya tarde, traía de Nava, de Angelón, de Colloto. En El Ferroviario siempre había la seguridad de una sidra excelente, sin esos cambios chocantes del «palo», en ocasiones lamentables, que se producían en otras sidrerías.A la buena sidra, acudió la buena clientela. Decían que era «de peñón fijo», y le llamaban el Inglés, porque no soltaba el Peñón. A la sidra se añadía la buena cocina oficiada por su mujer, hermana de la legendaria Esmeralda del bar Nalón.Yo recuerdo unos sencillos y estupendos huevos fritos con tomate que figuraba, con todo derecho, entre las especialidades de la casa. Atraídos por la sidra, entraban en El Ferroviario y cantaban los buenos intérpretes de la tonada, desde Manolo Ponteo a Ignacio Apaolaza. El bar era estrecho y alargado, ampliándose al fondo, con la barra, alta y con adornos de azulejos, a la izquierda. Cerró el 11 de noviembre de 1988. Una pérdida no sólo para sidreros.

La Nueva España · 3 octubre 2009