Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Por los caminos de la Asturias central

Ignacio Gracia Noriega

Tiempo perdido muy bien aprovechado

Análisis del último libro de Juan de Lillo, una desoladora crónica acusatoria del pasado reciente de Asturias

El reciente libro de Juan de Lillo es un severo recuento del pasado reciente, cuyo carácter acusatorio y desencantado se expresa ya en el título: "Memorias del tiempo perdido", y queda claramente subrayado por el subtítulo: "Entre la corrupción y la crisis" La obra, editada por KRK, ofrece la dignidad editorial habitual de esta casa. El título, tan expresivo, recuerda un poema de Blas de Otero: "Cuarenta años perdidos, más que perdidos, gastados dentro del alma". Como es natural, tratándose de un poema de Otero, la referencia era al régimen anterior, mientras que el libro de Juan de Lillo se ocupa del tiempo presente En fin, ¿para qué recordar la célebre frase del príncipe Salina sobre que hay que cambiado todo para que no cambie nada?

Durante cuarenta años, en España se vivió bajo un régimen que fue evolucionando desde la dictadura de signo fascista a un autoritarismo tecnocrático de condición muy cutre. Los cuarenta años siguientes, de democracia, solidaridad y buenos sentimientos, nos demuestran que los sistemas políticos cambian pero que sinvergüenzas los hay bajo todos los sistemas políticos, y esto es lo que nos explica Juan de Lillo con una claridad que en ocasiones pone los pelos de punta.

Porque ¡menuda pandilla de sinvergüenzas saqueó la región durante los últimos años! Lo curioso del caso es que lo que sucede en Asturias no trasciende al resto de España: aquí hubo todos los escándalos que se quieran y hasta un consejero del Gobierno regional pasó una temporada en la cárcel junto con dos de sus altos cargos y todavía están pendientes de juicio, pero nadie se enteró más allá de Pajares. Por lo que las "Memorias del tiempo perdido" son doblemente necesarias: en primer lugar, como documento histórico y en segundo como información de sucesos que tuvieron escasa difusión fuera de un ámbito geográfico reducido.

Sobre la transición en Asturias se han escrito algunos libros y artículos con espíritu independiente, entre los que es inexcusable citar "Secuestro al socialismo", de Antón Saavedra, no sé si incumpliré la norma de la modestia literaria mencionando mi libro "Vísperas del tiempo nuevo", pero lo cierto es que ese libro está ahí. Tanto este libro como el de Antón Saavedra se centraban principalmente en los aspectos políticos y anecdóticos de la transición en Asturias. Lino se ocupa de otros aspectos que, como él escribe en la breve aclaración que antecede al texto, contribuyen a rellenar algunos huecos que completan la historia conocida de aquel tiempo, que es el que en la actualidad vivimos.

Por primera vez se escribe con rigurosa documentación sobre la intervención empresarial en aquellos hechos y sobre el pacto entre la empresa pública o privada y la política (dos actividades que dentro de una concepción liberal deberían estar tan separadas como la Iglesia del Estado). Litio estudia el nacimiento de partidos políticos, apresurado en casi todos los casos y firme en algunos, y sus relaciones con las empresas, con la prensa y con el poder, simultáneos al acaso de las empresas por parte de los sindicatos.

De pronto, en aquellos momentos de ilusionada (aunque en realidad era ilusoria) y frenética actividad en pro de las libertades, en la que se perfilaban dos partidos como si estuvieran programados, uno procedente de la nada y el otro del olvido, se produce el primer episodio de lo que atinadamente Lillo denomina al poder por el camino del bochorno: la carrera de ancianos hacia la Diputación". Aquello hubiera sido épico de no haber sido grotesco: dado que de momento no había otro procedimiento para presidir la Diputación en aquellos días de provisionalidad, se acordé que el cargo recayera sobre el diputado más anciana El PSOE encontró a un viejo viejísimo, pero después de frenética búsqueda la UCD encontró a otro más viejo aún: una estimulante demostración de que aumentaba la longevidad entre los asturianos.

Pero al tiempo que se libraba esta gerontomaquia, se producía también el cerco y conquista de la Caja de Ahorros, en el que se distinguieron dos líderes opuestos aunque estuvieran ambos bajo las mismas banderas, el secretario del SOMA-UGT y el alcalde de Gijón. Si bochornosa fue la campaña de la Diputación, la de la Caja de Ahorros no lo fue menos. Sobre esta última existe documentación amplísima, y tal vez comprometedora, porque los que la poseen no se deciden a hacerla pública.

La conquista de la Caja de Ahorros es un episodio central de la historia de Asturias, y sin éste no se comprenderían otros. Lillo analiza con detalle asuntos tan diversos como la Variante de Pajares, los problemas ocasionados por el desinterés del Gobierno central hacia el carbón, el nombramiento de Villa como virrey de Asturias por Alfonso Guerra, la creciente influencia del SOMA en la política del Principado y en la designación de presidentes, la falta de empresarios, las subvenciones y los empresarios que no querían riesgos, la destrucción del patronato artístico y arquitectónico del que fueron buenos ejemplos el derribo de los palacetes de Herrero y Concha Heres, el escandaloso itinerario interrumpido de Unquera a Llanes en el que el principal responsable de aquellos hechos tuvo en más de una ocasión la desfachatez de pedir cuentas y actuar como acusador por lo que él había ocasionado, y, en fin, hechos tan puntuales como que Madrid pagaba las pérdidas del carbón, asentándose de este modo Villa en el poder, o que Ensidesa y el INI fueron "un buen maná", para especuladores y aprovechados.

Supongo que si un marciano lee este libro encontrará divertidísimos algunos de sus lances, pero la lectura de estas 362 bien nutridas páginas es desoladora e indignante. Tal parece que, en los últimos cuarenta años, Asturias (en realidad, España entera, pero Lillo se ocupa sólo de Asturias, porque de lo contrario tendría que escribir un libro de las proporciones de la Enciclopedia Británica) es un patio de Monipodio lleno de sinvergüenzas, golfos, especuladores y aprovechados del más variado pelaje y condición. Todo apoyado en datos, noticias de la prensa, etcétera. A partir de la segunda mitad del libro empieza a crecer la figura del líder Villa, hoy en desgracia. Pero ¿podemos cargarle a él toda la responsabilidad cuando en sus tiempos de máximo poderío nadie se atrevía a controlarle ni a contradecirle? Otros casos como el fraude de La Camocha y el "caso Marea" son expuestos de manera breve.

A esto se añaden algunas jugosas anécdotas, como la impaciencia de quien esperaba tomar el poder la tarde del asesinato de Carrero Blanco, o Juan Luis Vigil dirigiéndose a Fidel Castro en Cuba en los mismos términos en que don Fernando de los Ríos se dirigió a Lenin durante su viaje a la Rusia sovietista. No sé si la pregunta moral de Vigil será cierta, porque es hombre a quien le gustan las citas; por lo demás, es uno de los personajes de este libro tratados con simpatía.

Estos cuarenta años últimos no fueron "tiempo perdido" para muchos sinvergüenzas. Muchos, actuando en Asturias como si se tratan de un prado que todavía propio, se hicieron ricos. Rumores señalan a algunos pájaros de cuidado y sorprende que todavía ande por la calle. Juan de Lillo, viejo gran periodista, ha escrito un duro testimonio con rigor y con valor, en el que los casos se presentan por su nombre y no faltan los nombres propios.

La Nueva España · 30 mayo 2015