Ignacio Gracia Noriega
La mina San Vicente
Sobre la obra de Francisco Trinidad
En las narraciones de Rudyard Kipling los indígenas se comprende, considerado como una extravagancia de los ingleses, que les pongan nombres a los perros. En Asturias se le ponen nombre a los prados, a algunos árboles y a las minas, y de éstas, varias tienen canciones: “En el pozo María Luisa”, “La mina de la Camocha” … La mina San Vicente no cuenta con canciones tan famosas, pero su importancia dentro del movimiento socialista asturiano es singular y extraordinaria. Francisco Trinidad ha escrito su biografía: la “biografía de una mina” como Antonio Díaz-Cañabate escribió la “Historia de una taberna” o los hermanos Cuevas la biografía de una finca.
Francisco Trinidad es un escritor de la primera etapa de la excelente e inolvidable revista “Los Cuadernos del Norte”, en la que escribió diversos artículos. Aquella era una época en la que había escritores por todas partes y florecían las revistas literarias con una abundancia desconocida desde los años veinte del pasado siglo; luego las revistas desaparecieron en su casi totalidad y de la mayoría de los escritores que alboreaban nunca más se supo. Quedaron los figurones literarios del pasado y los americanos de turno acaparando todos los premios literarios posibles y alguno imposible. En cualquier caso, aquella fue una gran época de inquietud literaria y notable brillantez intelectual. Trinidad, entre los supervivientes, redujo su geografía y su temática, dedicándose principalmente a asuntos relacionados con Laviana y a la historia de las organizaciones socialistas en las que tenían como eje la gran figura política y moral de Emilio Barbón. Otra figura, ésta no socialista, que mereció la atención y el estudio de Francisco Trinidad, fue la de Armando Palacio Valdés, a quien dedicó un temprano libro, “Palacio Valdés y Laviana” (1983), que en realidad es una antología precedida de un ensayo y organizó, desde el Ayuntamiento de Laviana, diversos encuentros de escritores en torno al autor de “La aldea perdida”, de los que permanece el magnífico volumen “Palacio Valdés, asturiano universal”. Era la época en la que el dinero fluía en abundancia por los ayuntamientos. Trinidad publicó otros trabajos sobre su territorio habitual como “Crónica de Laviana” y hasta una novela titulada “Subrayando en rojo” y libros más próximos a su vinculación política como “Emilio Barbón. El triunfo de la voluntad", donde traza la biografía política, pero también humana, de la gran figura socialista del valle medio del Nalón durante la última etapa del franquismo. En este libro encontramos algunas referencias a la Mina San Vicente, que Emilio Barbón consideró durante toda su vida como una reivindicación socialista de primera magnitud, y así, en el Homenaje a Llaneza que tuvo lugar en el cementerio civil de Mieres bajo la nieve y las cámaras fotográficas de la policía político-social, Barbón reivindicó públicamente ante sindicalistas socialistas extranjeros y el público congregado la propiedad ugetista de la Mina San Vicente y del Orfanato Minero.
Trinidad da como fecha de aquel homenaje el 13 de enero de 1977, pero me parece que el homenaje en el cementerio civil de Mieres fue en enero de 1975, celebrándose el de 1977 en las Escuelas Públicas de Mieres. Posteriormente, en 1980, Barbón pronunció una conferencia en Mieres sobre la vida de Manuel Llaneza el fundador y dirigente del SOMA-UGT, y siendo consejero de Trabajo en el Gobierno autonómico intervino en un acto de recuerdo de los diez años de autogestión de la Mina San Vicente, desde 1921 al estallido de la guerra civil en 1936, durante los cuales el sindicato se hizo cargo de la mina, “para salvaguardar tanto las importantes cantidades que adeudaba a sus trabajadores como los puestos de trabajo en una explotación minera que, adecuadamente gestionada, logró sobrevivir a la crisis coyuntural a la que había sido abocada por una dirección errónea”. En su libro recién publicado, “Biografía de la Mina San Vicente” (Fundación Emilio Barbón, Laviana, 2014), Francisco Trinida explica con claridad los motivos por los que fue autogestionada y cómo y por qué logró resistir en tal condición durante diez años.
La Mina San Vicente es uno de los escasísimos ejemplos de que alguna vez y en alguna parte, la autogestión no resultó un fracaso. Ello se debe a que Manuel Llaneza tenia cabeza y sabía escuchar sacando posteriormente las conclusiones oportunas, y tenía mano para tratar con la patronal y con los mineros. Por su parte, Amador Fernández era un excelente administrador, y él estaba detrás de casi todas las cosas del socialismo asturiano de aquella época que salían bien, desde la mina San Vicente al periódico “Avance”.
Trinidad traza la historia de la mina desde sus orígenes como empresa, del tiempo de Carbones de San Vicente, hasta el período que siguió a la guerra civil, en que se integra en Hunosa hasta 1967, aunque su "periodo estelar", es por así decirlo, la década autogestionaria de diez años, desde 1926 a 1936. La situación política por aquel entonces era favorable: la dictadura de Primo de Rivera contemplaba con benevolencia a la UGT, y poco después vino la segunda república. Terminada la guerra vuelve a ella su anterior propietario Víctor Felguerosa Figar, que durante la contienda había estado escondido en Madrid disfrazado de miliciano.
Algunos hechos violentos se desarrollaron en esta mina: el asesinato por un compañero del minero José Iglesias, y en la primera y dura postguerra, su asalto, pistola en mano, por el guerrillero José Mata, que se llevo la nómina. Muchos años después yo le pregunté a Mata por qué había asaltado aquella mina y no otra y me contestó: “Porque teníamos 1a sensación de que seguía siendo nuestra”. El botín se fue buena parte de él en munición.
Trinidad menciona en su libro a una de las figuras del socialismo en el valle de San Martín del Rey Aurelio, al picador Sergio García, un personaje estupendo bajo todas los puntos de vista que se le quiera mirar, y una especie "factotum" de San Vicente, donde su prima tenía el bar (y esa excelente cocinera). Sergio era un hombre de otra época, valiente, leal y socialista sentimental por encima de todo. Sus escenarios eran San Vicente, El Entrego, y Pola de Laviana, y cuando iba a Oviedo no se mostraba complaciente con la “clase política” que empezaba a tomar el relevo de los viejos luchadores. Por aquellos primeros años sesenta del pasado siglo la Cuenca del Nalón estaba llena de gente magnífica, desde míticos como Paulino García, Pablo el “Zapatero”, militantes con gran sentido político como Agustín González, nostálgicos del pasado como Mariano el Marqués o Susi o auténticos hombres de acción, como el gran Sergio García, inolvidable.
La Nueva España · 21 febrero 2015