Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Por los caminos de la Asturias central

Ignacio Gracia Noriega

La puerta del invierno

La Fiesta de Todos los Santos para despedir el período otoñal

"Por todos los Santos, la nieve por los altos". Ya estamos a las puertas del invierno, que se entreabren el 1 de noviembre, "bendito mes, que empieza con todos los Santos y termina con San Andrés". Los días son más cortos, las noches más largas y frías, los viejos caminos, antes de que el igualitario hormigón los redujera a todos a la misma horma, estaban embarrados y las cunetas llenas de hojas caídas que navegaban y se pudrían melancólicamente en los oscuros charcos. Hace ya tiempo que las cosechas han sido segadas y recogidas, los campos están despojados y tristes, a la espera de la nueva e inevitable fructificación, y los árboles se cubren de hojas doradas, rojas, marrones, amarillas, moradas, ocres. Cada árbol se reviste (le manera diferente pero esplendorosa: los robles se cubren de capas oscuras y marrones, como viejos reyes, y a las orillas de los dos, de pronto un estallido de luz amarilla es como un cohete deslumbrante dirigido al cielo. Las manzanas se amontonan en los desvanes, aromatizando las casas, las castañas se guardan en sacos en las bodegas, esperando los días del "magüesto". Han pasado los días de los higos miguelinos pero la cosecha de manzanas ha sido abundante y se espera la primera sidra, la sidra dulce del "duermo", tan dorada y explosiva, con su acompañamiento de castañas asadas. Y se escuchan tiros en los linderos de los bosques y a veces sobresale, elevándose hacia at liba, donde se funde, una nubecilla leve. Es el tiempo de las cazas de pelo y pluma, pero todavía no ha entrado la arcea, la más exquisita de las especies que vuelan. El cazador está rodeado de bosques, de noche y de belleza: "La lune jaune de noviembre luit dans la vapour glacée des forets", escribió Chateaubriand, un autor muy apropiado para leer en otoño: pata leer las "Memorias de ultratumba", sentado ante una ventana abierta al campo, por la que se ven caer las hojas amarillas y más adelante la llegada al valle de las primeras nieves, porque las "Memorias" es un libro muy largo, que proporciona lectura (excelente lectura) para toda la estación. En la cocina, el hogar está encendido: es la época de las sopas contundentes, de la gran "sopa de 'ligado" que surge de las primeras matanzas, hacia San Martín; de las setas, de la caza bravía y de la caza delicada, de los buenos asados y de las mermeladas.

La fiesta de Todos los Santos va seguida del Día de Difuntos, que la impregna de ceniza y de tristeza. Ambas fiestas se confunden, y en muchos lugares, el día Todos los Santos se visitan los cementerios y el Día de Difuntos se hacen ferias y mercados, como el famoso mercado de los Santos Potes (celebrado el día 2 de Difuntos). Los mercados en esta época son habituales en toda la Europa atlántica: "En el día de los Santos hay en Bayeux una famosa feria que dura tres días y no hay otra igual, hasta la Candelaria", escribe Barbey d'Aurevilly en "La hechizada” todavía queda otra feria más metida hacia el invierno, la de Santa Lucía, pero por lo general, los tratos comerciales culminan a comienzos de noviembre: a partir de entonces, los caminos se hacían intransitables, cubiertos de lluvia o nieve, y los días cortos y las inclemencias del tiempo impedían trasladarse a largas distancias.

Frazer repara en la correspondencia, según el calendario celta, entre el 1 de mayo, Beltane, y el 1 de noviembre, Samhain, o, más propiamente las vísperas de ambas fechas. La víspera de cada fiesta está precedida de una celebración nocturna y mágica: la víspera del día-mayo tenía lugar de noche de Walpurgis mientras que la víspera del 1 de noviembre con la antigua fiesta pagana de los muertos. Son el 1 de mayo y el 1 de noviembre festividades muy importantes en el mundo atlántico sin que tengan relación con los cambios estacionales (los solsticios y los equinoccios, "los cuatro grandes goznes sobre los que gira el año solar", según Frazer), ni coinciden con las épocas principales del año agrícola. En mayo, los campos aún están por segar, en noviembre ya han sido segados. Elviro Martínez considera esta teoría de Frazer como “conjetura fantástica”, pero debe tenerse en cuenta que tales fechas están en relación más que con las faenas agrícolas con la estabulación de los animales, A comienzos del verano, los animales abandonan los establos para pacer en los montes y regresan a ellos ya entrado el otoño, casi a principios del invierno. En Liébana, el descenso de los rebaños desde las campas altas hasta las aldeas de los y pies, es un grandioso y pintoresco espectáculo, al que se han incorporado algunos elementos (sombreros de ala ancha, pañuelos al cuello para tapar la boca, alguna pistola) propios de los conductores de ganados del Far West. No sé de ningún lugar de Asturias donde bajen los ganados de manera tan espectacular, aunque tal vez se haya perdido la costumbre.

Todos los Santos es el paso del otoño al invierno y entre los antiguos celtas, en Samhain comenzaba el año. Con este motivo se incendian fuegos y los niños iban de casa en casa pidiendo turba para encender hogueras, porque es el día en que los difuntos regresen a sus casas. Esta tradición, de Gales, las serranías de Perstshire y la isla de Man, también se conocía en Asturias, donde igualmente se encienden hogueras, como si estuviéramos en San Juan o Navidad. Durante todo el mes de noviembre en Asturias se pedían limosnas para hacer sufragios por las almas de los difuntos, costumbres que según Enrique Gra. Rendueles se conservaba a comienzos del siglo pasado en Gozón (Cardo), en el concejo de Pola de Lena y en Serín y Ruedes. En Proaza, según Giner Arivau, el Día de Difuntos es el único que tienen descanso las animas, que pueden vagar por la tierra o regresar a sus casas, por lo que esa noche, en la aldea, nadie se acuesta en su cama para dejársela a las difuntos que regresan al hogar. También se le pone la mesa y permanece encendido el fuego del hogar para que sirva de guía en la oscuridad y para que no pasen frío durante la noche. También se envía cera a las iglesias para que arda por los difuntos y se encienden lamparillas, cada una por un ánimo: cuando la lamparilla se apaga es porque el ánima acaba de salir del Purgatorio camino del cielo.

El fuego está muy presente en las procesiones nocturnas para las ánimas: en Sobrefoz se cantaba: "A fuego, a fuego que tocan, cristiano, despierta luego, / a socorrer a las ánimas que en el Purgatorio están padeciendo". Y Aurelio de Llano describe en la Riera de Colunga una tenebrosa procesión de ánimas que recuerda a la Güeste, que cantaba:

En calabozos oscuros
y no dejan de dar voces
de esta rnanera diciendo: ;Ay! ¡Ay! que aquí me abraso,
¡ay? ¡ay! que aquí me quemo.

Por cierta la Güeste empezó a desaparecer gracias a las limosnas para las animas. según Llano.

Si en Asturias el 1 de noviembre se empieza no el año, el 11 de ese mes terminaba el año agrícola, se pagaban rentas y foros y se abrían y cerraban las servidumbres.

En la actualidad, la sociedad urbanícola y americanizada, impone el “Hollowen”, procedente del inglés antiguo “All hallow Even”, que significa Víspera de Todo lo Sagrado. Los urbanícolas ignoran, por tanto, que rememoran un ancestral culto a los muertos y que sus morros disfrazados de espantapájaros y diciendo "truco o trato" no son por ello más modernillos que los niños de nuestras aldeas que, de casa en casa, pedían limosna por las ánimas de los fieles difuntos y encendían fogatas para guiarlos y sacarlos del lugar oscuro donde se encontraban.

La Nueva España · 1 noviembre 2014