Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Por los caminos de la Asturias central

Ignacio Gracia Noriega

Los hermanos Tarralva y las piedras preciosas

Ante el cierre de uno de los comercios más emblemáticos de Grado Va a cerrar próximamente (por liquidación, que no cunda el pánico) uno de los negocios más emblemáticos y veteranos de Grado, la joyería de los Hermanos Tarralva, en los números 12-14 de la calle Manuel Pedregal, una de las calles más animadas de la villa y los domingos más frecuentada y recorrida que la Quinta Avenida de Niu Yor, Niu Yor. Porque el mercado dominical es de los más importantes de Asturias, debido a que Grado tiene mucha caída, como decía Chema el de La Mar del Medio de París, y también a que se celebra en domingo.

Por otra parte, la moderna autopista acercó mucho Grado a Oviedo, y Oviedo a Grado, que tanto monta: en un cuarto de hora o menos se salta de la plaza de la Escandalera a la calle Manuel Pedregal, que fue un político ilustrado, que, a diferencia de los políticos de ahora, a quienes cualquier forma de humanismo les trae al fresco, conocía muy bien la historia de España y escribió sobre ella un libro muy notable sobre la grandeza y la decadencia de España. Tal vez no sea casual que dos políticos del siglo XIX, el progresista Manuel Pedregal y el conservador Antonio Cánovas de Castillo, hayan interrogado a la Historia sobre la decadencia de su patria y escrito notables trabajos históricos sobre ello. Claro que cuando calificamos de progresista a Pedregal y de conservador a Cánovas ni uno ni otro tienen nada que ver, ni en cultura ni en patriotismo, con los actuales modelos de Zapatero o Rajoy.

La calle Manuel Pedregal es una calle comercial y moderna, y uno de los escenarios del mercado dominical. El mercado en domingo es un estímulo importante para los visitantes, y el hecho que los de Grado, en el límite de la Asturias central con el occidente, y el de Cangas de Onís en el centro de la Asturias oriental, se celebren ese día de la semana, constituye una de las explicaciones de sus éxitos respectivos. Con la diferencia entre una y otra villa que el mercado de Cangas de Onís se celebra en un espacio acotado para ese fin desde la Edad Media, mientras que el de Grado tiene por escenario todo el centro de la villa. En el centro de ese centro, ya en dirección al parque abierto al campo, se encuentra la joyería de los Hermanos Tarralva, joyeros, relojeros y los primeros gemólogos titulados de Asturias, con titulaciones expedidas por la Universidad de Barcelona y por la Gemmological Association of Great Britain. Dos pioneros (podría decirse) de un arte antiguo, difícil y refinado.

La gemología es el estudio y tallado de las piedras preciosas. Estas han sido clasificadas desde el diamante, carbono puro cristalizado, hasta las rocas y materias de origen orgánico como el azabache, la obsidiana y el ámbar. De todo el mundo fabuloso de las piedras preciosas el diamante es la cima, la máxima perfección posible, el serafín de las piedras. Gaspar de Morales, autor del siglo XVI, escribe que los Reyes Magos ofrecieron oro en Belén como signo de incorruptibilidad y permanencia, pero, añade, “el diamante es más durable y de materia más pura e incorruptible”. Por su gran dureza sirve para labrar otras piedras como el zafiro, el rubí, el ópalo, las esmeraldas “ y otras muchas”, y si nos fiamos de Morales, también sirve para blanquear los dientes “y a las bestias fieras amansa: haze virtuoso y bien hablado, y bien quisto al que la truxere consigo”. En el aspecto médico –continuamos citando a Morales–, quebranta las piedras de la vejiga y ahuyenta cualquier mal sueño, miedos y fantasmas. “Mientras más cerca del centro de la Tierra, mejores y mayores se hallan”, afirma Morales, el cual recuerda también que “diéronle muy grandes virtudes los filósofos”.

Los hermanos Tarralva se especializaron en diamantes, del que destacan, como el clásico, la dureza, la permanencia y la belleza. Trabajar el diamante significa el dominio del oficio. El diamante no solo es un instrumento de trabajo imprescindible (ya hemos señalado que talla a las demás piedras), sino que posee cualidades raras y maravillosas: refleja toda la luz que incide sobre él. A su excepcionalidad contribuye que la naturaleza se mostró avara en su distribución: se encuentran en tan solo trece países de tres continentes: África (Sudáfrica, Tanzania, Zaire, Angola, etcétera), América (Brasil) y Rusia.

La vida de los hermanos Tarralva, tan pacíficos, tan cotidianos, tan moscones, da tema para una novela sin salir de Grado. Cuando están juntos parecen muy distintos: cuando los vemos por separado, uno recuerda al otro. Manuel, el mayor, es el más activo, el más “relaciones públicas”; Tino (Laurentino), el más reflexivo. El apellido Tarralva, por el que son conocidos, en realidad es síntesis de dos apellidos, del suyo propio, que es Álvarez, y de Tarrazo, pues fue José Tarrazo quien los inició como plateros, aurífices, relojeros y gemólogos, y, según escribe Germán Arrabal Abascal en su “Historia de Grado”, “como bien nacidos que son, siempre guardaron hacia quien fue su maestro y mentor una fidelidad y un recuerdos indelebles”. Pero no sólo fueron agradecidos, sino también “esforzados y pundonorosos, dignos de toda loa y de todo encomio. Casi desde la nada se esforzaron en esta profesión artística y fueron escalando todos los peldaños hasta llegar a la cumbre”. Nacidos en los difíciles años de la guerra civil, en Grado pasaron una infancia y primera juventud bastante duras que supieron remontar con trabajo y buen ánimo. Todavía siendo muy jóvenes tocaban en la banda de música de Grado, Tino el retinto y Manuel el clarinete. Nunca se sabe dónde está el destino, y el destino de los Tarralva, entonces hermanos Álvarez Fernández, lo determinó la rotura de una llave del clarinete. Manuel lo fue a arreglar a la joyería de Tarrazo; entraba en una joyería por primera vez, y, como él dice, quedó extasiado. Viéndole chaval despierto e interesado por aquel mundo de brillos y bellezas que descubría, el joyero Tarrazo mantuvo una conversación con él, que terminó proponiéndole: “Mañana puedes empezar a trabajar aquí”. Poco después entró Tino a trabajar en la joyería y la primera obra de Manolo fueron unos gemelos. “Tú nunca te morirás de hambre”, dictaminó el joyero. Con el tiempo fueron especializándose, Manuel como joyero, y Tino como relojero y gemólogo. A los veintidós años Manuel comienza el bachillerato para poder matricularse en la Escuela de Gemología de Barcelona, perteneciendo a la primera promoción de gemólogos del Norte de España. Titulados ambos hermanos en 1967, se especializan en la talla de diamantes. Anteriormente, habían jugado al fútbol en el Mosconia, club del que más adelante fueron presidentes sucesivamente: Manuel de 1970 a 1974, y Tino en 1974. Manuel Tarralva fue también el primer presidente de la Asociación de Comerciantes de Grado en 1970 y miembro fundador de la plataforma para la construcción de la autovía Grado-La Espina. En la actualidad es vicepresidente de la asociación Amigos de la Grado.

Tino, por su parte, es experto en relojería antigua, con estudios en Vienne (Suiza) y en Madrid, y en Barcelona siguió un curso de relojería electrónica. A partir de 1960 inician el grabado a buril de trofeos deportivos. Uno y otro hermano se complementan y en sus respectivas mesas de trabajo se dan la mano la mecánica relojera y el arte de las piedras preciosas.

Son más de cincuenta y seis años de trabajo y experiencia, de sabiduría, dignidad profesional y buen hacer. Cuando se jubiló Tarrazo en 1962, ellos fueron sus sucesores. Hoy no parece que haya continuidad de su arte noble. A ellos les queda disfrutar del descanso, el goce de la vida.

La Nueva España · 30 agosto 2014