Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Por los caminos de la Asturias central

Ignacio Gracia Noriega

Las formas de la naturaleza

Sobre la mitología que se esconde tras los fenómenos meteorológicos

Es comprensible que en una región de tanta actividad meteorológica corno Asturias, los fenómenos naturales aparezcan descritos corno algo tan concreto como pueden serlo una piedra, una persona, un árbol o el mar. Esta proyección mítica de la Naturaleza debe ser observada, no obstante, con prudencia, teniendo en cuenta que buena parte del folclore hay al uso y las mitologías locales son productos de reconstrucciones e incluso imaginaciones eruditas de la época romántica realizadas sobre falsillas más prestigiosas como las mitologías clásicas, de las que proceden las xanas, las serenas, etcétera, y las nórdicas, en las que el martillo de Tor golpea la tempestad y los duendes son versiones de los trolls. Precisando esta cuestión, Gumersindo Laverde le escribe a Menéndez Pelayo en 1877: "¿Has leído en la revista de Mazón unos artículos de Canella Secades sobre 'Creencias populares de Asturias'? ¿Has visto lo que dice de los 'ventolines' y de los 'espumeros'? Pues sábete que todo esto tiene tanto de popular como yo de papa. Todo es cuestión de Tomás Cipriano Agüero y mía y salió por primera vez bajo la palabra honrada de este amigo y paisano, entonces cultivador fervoroso de la poesía, 'Álbum de la juventud' de Oviedo, en 1853, y de allí lo ha tomado, sin duda, no sé si de buena fe o a sabiendas de que era una superchería poética, el apreciable historiador de la Universidad de Oviedo". En consecuencia, deben entenderse los escritos sobre mitología de Tomás Cipriano Agüero como recreaciones poéticas, y en nuestra época fue Ramón Baragaño de los primeros en señalar su carácter de ficciones, lo que no deja de tener mérito, ya que en los últimos cuarenta años se han producido intentos muy voluntaristas de reconstruir un falso pasado mítico con intencionalidad política: pues si no se apoya en el tan cacareado hace años "hecho diferencial", ¿en qué podría apoyarse el nocivo "Estado de las autonomías "según mandato constitucional que decía el otro?

Entre los "mitos" sobre los fenómenos meteorológicos, los más característicos son los relacionados con las nubes (el nuberu), la niebla (el mogosu), el viento (los ventolines) v los aludes de nieve en polvo o "poberios", detrás de los que puede andar el "diablo burlón", gastando en este caso bromas muy pesadas.

Ramón Sordo Sotres observa que siendo la lluvia "meteoro frecuentísimo en Asturias, es raro que no se escuchen sobre ella numerosos relatos mitológicos". Por lo general, la lluvia está casi siempre relacionada con la tormenta, y en consecuencia con el "nuberu", a quien podríamos describir como el "señor de las nubes" y es el personaje más importante del olimpo meteorológico asturiano.

Nicolás Castor de Caunedo, que en 1858 publica "Álbum de un viaje por Asturias" para ilustración de Isabel II en su viaje al Principado, no se hace eco de la mitología de Argüero, sino que tan solo menciona a la Hueste y a las Xanas, poniéndolas en relación con las Lavanderas de la Noche del norte de Francia y de las montañas de Escocia. Muchos asturianos que escribieron sobre estos asuntos prefieren identificar a sus personajes mitológicos con otros semejantes nórdicos antes que con los modelos mediterráneos, y así Alejandro Casona, en su traducción de "El viaje de Pedro el Afortunado" de Strmdberg, señala que el "tomten" o "tomgubbe" de Suecia "es un espíritu familiar análogo a los duendes que tiene cierto parentesco con otras creaciones de la mitología popular española. En Asturias, por ejemplo, los 'daimones', los 'familiares son los duendes caseros que nos ayudan y protegen (y) asoman su cabecita entre las llamas del llar". Pero al ser tan caseros no influyen sobre la meteorología.

En "Monografía de Asturias" (1899), Félix de Aramburu hace una clasificación de los seres mitológicos colocando a los "nuberos" a "la cabeza de los mitos asturianos". Es comprensible, dado que el cielo de Asturias se encuentra cubierto de nubes con frecuencia. Pero no se debe confundir a los "nuberos" con las nubes, sino que son los que las mueven, o, en otras mitologías, los "pastores de las nubes". Para Aramburu son siempre maléficos (desatan la tempestad, traen el granizo y vacían sacos llenos de reptiles sobre los campos) y para otros autores son selectivos: perjudican los campos de los malos. En su descripción coinciden casi todos: "Vieyu, prietu, arrugau como la guaxa, 1 de boca grande y de los ojos fieru", le describe Francisco González Prieto. No le falta nunca el sombrero negro de alas anchas que le da un cierto aspecto de cuervo; según Luciano Castañón, a los que usaban sombreros grandes les decían: "Pareces un nubleiro". En Campomanes, según José María Fernández Pajares, adoptaba la forma de una sombra muy larga y en Pajares se vio durante una tormenta a un hombre muy raro y muy grande, como un fantasma colosal, saltar de una nube a otra. Sobre su tamaño hay discrepancias y va desde el de un "enano deforme" (Laverde, Rogelio Jove, Aramburu) a "un hombre muy grande" (Giner Arivau), un hombre corpulento (Castañón), etcétera. Aurelio de Llano argumenta que no puede ser raquítico porque los truenos "son enormemente grandes, de forma esférica y él tiene que transportarlos de un sitio a otros y hacerlos chocar entre sí para que rompan y caiga sobre la tierra el agua y el granizo que tienen dentro". En lo que hay más coincidencia es en su aspecto oscuro acentuado por sus vestiduras pardas. Arrieta Gallastegui añade que son anticlericales, debido, acaso, a que los ahuyenta el tañido de las campanas.

Otro carácter tienen los ventolines, "más pequeños aún que los nuberos -según Argüero-; de día, por lo general, están en la región del fuego; de noche flotan en el espacio y a través de los rayos de luna lograse a veces distinguirlos. Tienen en su acento armonía inexplicable: llevan los suspiros de los amantes y aduermen a los niños en sus curias". Son, por tanto, sentimentales y románticos, tal vez porque Argüero lo era. Aramburu los define como "nuberos pacíficos, portadores del rocío nocturno y de las suaves lluvias del verano". Mensajeros de buenas y malas noticias, cuando deben anunciar la muerte de un familiar que está lejos, lo hacen con delicadeza. La diferencia entre el nuberu y el ventolín está vinculada a los cambios estacionales, perteneciendo el primero al otoño e invierno, las estaciones más largas y que más se hacen notar, y el segundo al final de la primavera y el verano, y así uno lleva el granizo y el otro las lluvias de agosto.

El "busgosu" es una especie de sátiro que viste un traje de musgo. No habrá que hacer mucho esfuerzo para identificarlo con Pan, con la salvedad que el bosque que habita es húmedo y oscuro, y él es, por tanto, representación de algo tan familiar en Asturias como la humedad.

Entre los fenómenos atmosféricos propiamente dichos, el más sorprendente y hermoso es el arco iris, que en Proaza se supone que baja a beber en las fuentes arroyos, v en otros lugares que donde se asienta su columna más lejana hay un tesoro. En cuanto a los astros las estrellas son las almas de los muertos recientes, la luna es benéfica en cuarto menguante y no hay que mirar directamente al sol porque ciega. Y no hay espacio para más. Como escribió Cabal "en la Catedral de Asturias, los mitos son adorno de sus fuentes, de sus sendas, de sus bosques".

La Nueva España · 23 agosto 2014