Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Por los caminos de la Asturias central

Ignacio Gracia Noriega

De Nochebuena a Año Nuevo

Las dos fiestas solsticiales, San Juan Bautista y Navidad, son cristianización de antiguos cultos al sol, por lo que giran en torno al fuego, de la hoguera o del hogar familiar

La Navidad es una fiesta nocturna. Su celebración corresponde a los días más cortos del año y a las noches más largas, cuando hay menos luz; y aunque a partir del solsticio de invierno los días empiezan a crecer, ese crecimiento no se nota hasta entrado enero. Es natural que con motivo de estas fiestas se enciendan fuegos. Las dos fiestas solsticiales, San Juan Bautista y Navidad, son cristianización, corno es sabido, de antiguos cultos al sol, por lo que, por motivos mágicos, en la medida en que lo semejante produce lo semejante, se encienden fuegos: por San Juan, cuando el sol se encuentra en su momento de máximo esplendor, al comienzo del verano, y la vida se desarrolla en el exterior de la casa, al aire libre, se encienden hogueras, mientras por Navidad, cuando las gentes se retraen a sus casas como protección contra las inclemencias del invierno, encienden candelas y el fuego arde en la chimenea, no solo para proporcionar calor sino para revitalizar al sol pálido, menguado y casi moribundo de los últimos días del otoño. En el solsticio de invierno se celebra el sol con hogueras y en el solsticio de invierno se encuenden candelas para ayudarle a que renazca. Por lo que, cuando se llenan los árboles de Navidad de lucecitas, no es por adorno o por mimetismo de países en los que es más barata la electricidad que aquí, sino por eco de rituales solares muy antiguos pero no olvidados del todo a pesar de su cristianización primero y en la actualidad de su comercialización.

El momento central de la Navidad es la noche del 24 al 25 de diciembre: la Nochebuena. A media noche nace Jesús, y los caballeros del rey Arturo detenían en ese momento sus actividades e hincándose de rodillas exclamaban: «Dios ha nacido», mientras los cristianos orientales salían a la calle gritando: «¡Está aumentando la luz!». Entre los cristianos actuales, el momento principal de la Navidad es el de la cena. Con este motivo se reúnen las familias, incluidos los miembros que habitan en lugares lejanos. Hoy, con tantas familias con vástagos en Irlanda, Harvard o Singapur, imaginen el trasiego, y el negocio de las aerolíneas.

Antes, en épocas de mayor piedad, «la Nochebuena en lo tocante a cena era sobria», escribe doña Elvira Bravo, pues a tal festividad correspondían ayuno y abstinencia. La base de la cena era el pescado: si el tiempo era bueno en Cudillero y los marineros habían salido a la mar, se cenaba lo que pescaban, especialmente besugo y chicharros, y si no el «curadillo», el emblemático pescado que hasta no hace mucho se veía en las ventanas de las casas pixuetas puesto a secar al aire y los días que lo hubiera, al sol. El besugo, ya lo hemos señalado en anteriores artículos, está íntimamente relacionado con la Navidad; también la sopa de almendras, denominada «sopa de Navidad» en un recetario anónimo de una señora gijonesa de mediados del siglo XIX También eran típicas de Gijón la ensalada de coliflor y la compota. En las mesas de otras localidades no faltaba la lombarda. Como postres se añadieron en época moderna los turrones y los mazapanes, cuyo nombre, con el significado de «caja de madera», en la que se solían guardar los dulces, procede del árabe.

Magdalena Alperi menciona turrones asturianos de avellana y miel «parecidos a otros de Cataluña y de la Provenza» y la «nuégada», con nueces, que también es conocida en las cocinas aragonesa y en la provenzal. No se especifican bebidas, pero en época más moderna y cosmopolita se impuso el champagne durante las celebraciones navideñas, en las que las libaciones suelen ser copiosas, prefiriéndose, como es natural, el verdadero champagne a sucedáneos localistas con nombre de resonancias existencialistas. Cuando se hablan de «cava» me viene el recuerdo gente antigua vestida de negro, escuchando a Juliett Greco.

Y después de la cena, la misa de Gallo, al final de la cual se representaban los «officium pastorum» o «misterios de Navidad», que hace muchísimo dejaron de representarse, lo mismo que las representaciones profanas de Año Nuevo.

La misa de Gallo se celebra, a las doce en punto de la noche, en algunas parroquias privilegiadas En Villamayor (Piloña), se celebra en el ábside del antiguo monasterio de Santa María y resulta impresionante seguir el oficio en ese maravilloso marco románico Llega don Luis Marino, el párroco, cantando «Adeste, fideles»: los fieles no le secundan, y, terminado el villancico, comenta con humor: «Creía que la sabíais». El culto tiene un gusto rural y nocturno encantador; el párroco dice palabras sencillas y emotivas. Al final, don Luis Marino canta «Campana sobre campana» y algunos fieles se animan a seguirle. Afuera, el cielo anubarrado recibe los reflejos de una luna en menguante que todavía conserva íntegra la parte inferior de su disco, y uno recapacita y piensa: «Estamos celebrando una fiesta solar en el ámbito pálido de la luna». En otras épocas todavía no muy lejanas, esta noche era de campanas y villancicos: los niños salían, a pesar de la noche, a cantarlos con acompañamiento de matracas y zambombas. La noche es tan mágica que hasta se les permitía trasnochar.

La Nueva España · 4 enero 2014