Ignacio Gracia Noriega
Los barrios altos y animados
Los locales hosteleros abiertos por todos lados han transformado el entorno de la avenida de Galicia en una de las zonas con más vitalidad de Oviedo
Hace no tantos años, Oviedo era como es ahora y era a la vez otra cosa. Se podía aparcar, se podía fumar en todas partes salvo en las iglesias (y en éstas a nadie se le ocurría hacerlo porque era una falta de respeto), había pocos semáforos y se podía caminar por las calles sin temor a que echaran una multa por cualquier desliz.
En otro tiempo no tan lejano, Oviedo era un poco más pequeño que el de ahora. Desde algunas esquinas del centro de la ciudad se veía el campo y el Naranco se sigue viendo desde la calle Uría. lo que demuestra que se trata de una ciudad invicta. En aquella dudad en la que todo estaba a mano, había zonas muy fuera de mano que ahora forman parte del centro. Pumarín era el extrarradio, Santo Domingo estaba al borde del campo y la plaza de América quedaba lejísimos. A la Silla del Rey ya se subía en autobús y a la Gruta se iba de excursión (entonces era merendero y su preparación estelar y casi única, la «tortilla paisana»), como quien iba a Colloto a tomar sidra o a Fuso para hacer el desfiladero de las Xanas.
La plaza de América es de inauguración reciente. El Ayuntamiento acuerda dar ese nombre a un espacio situado en los terrenos de Llamaquique en el pleno del 30 de septiembre de 1926, para celebrar el vuelo del hidroavión «Plus Ultra», que, repitiendo la hazaña de Charles Lindberg, unió en otro vuelo sin escalas España con América del Sur. «Esta plaza, amplia y circular, estuvo muchos arios sumamente desatendida», escribe Tolivar Faes. Se proyectó instalar en ella un monumento a América, obra de los escultores Julio Antonio y Sebastián Miranda, que no se realizó por fallecimiento del primero y porque el segundo no era partidario de la escultura alegórica y de grandes proporciones: después se habló de otro monumento a los emigrantes asturianos y más tarde se colocó una piedra que señalaba el lugar destinado para un monumento a Cristóbal Colón que conmemorara el V Centenario del Descubrimiento. Finalmente, en septiembre de 1992, se inauguró «una hermosa y monumental fuente».
El edificio más notable era el templo del Corazón de María, de los claretianos, elevado a parroquia en 1970. En torno a la plaza fueron construyéndose edificios de dignidad arquitectónica y prestigio social Pues la avenida de Galicia y la plaza de América constituían el ensanche del Oviedo burgués, de los «barrios altos», cuyas calles representativas eran Cervantes y Asturias. En esta zona vivía gente de dinero, por lo que era natural que corriera el dinero, aunque la buena hostelería se encontraba en el centro y en la parte vieja de la ciudad. El buen comercio de la avenida de Galicia no tenía una representación hostelera demasiado notable, salvo en San Remo, una de las cafeterías más punteras, y el bar restaurante Gran Vía, que antes se encontraba en la otra mano de la calle. Restaurantes dignos de atención como Húsares duraron poco tiempo, y hasta que no se inaugura Del Arco, en 1982, en la plaza de América esquina a General Zuvillaga, no puede decirse que en los «barrios altos» hubiera un restaurante de altura, digno de figurar entre los mejores del norte de España, tanto por su cocina como por sus instalaciones. En la actualidad, toda la zona de la avenida de Galicia es de las más animadas de Oviedo gracias al número de bares abiertos a uno y otro lados de la calle, cada uno con su correspondiente terraza, igualmente muy animadas aun en invierno, debido a que las medidas antitabaquistas han proscrito el cigarrillo como si fuera un atracador de bancos o un asesino en serie.
Del Arco es la extensión del gran complejo hostelero El Urogallo, de El Entrego, hacia Oviedo. Instalarse en Oviedo es la gran aspiración de la hostelería que tiene éxito en el resto de la provincia. Del Arco es un completo acierto en lo que a la concepción del restaurante y de la cocina se refiere. En la actualidad, parece que todos los restaurantes buenos tienen que ser de «nueva cocina». Del Arco no lo es, y es buenísimo, muy superior a toda la «nueva cocina» en el sentido de que es «otra cosa». El producto es siempre de extremada calidad y la preparación singular, con estilo propio, pero sin las pedanterías propias de la cocina que al cabo de más de medio siglo se sigue etiquetando corno «nueva». En este momento, y en lo que a la solvencia de su cocina se refiere (seria y severa en los tres casos, sin ceder a las innovaciones excesivas ni dormirse en los laureles del pasado, sin duda glorioso pero definitivamente ido) los tres grandes restaurantes de Oviedo, atendiendo a su situación geográfica, son Del Arco en los barrios altos, Lobato en el monte Naranco y Casa Conrado en el centro. Con estos tres establecimientos, Oviedo está a la cabeza de la hostelería española desde hace años: si no se reconoce más es porque no sabemos explicarlo.
En la noche de San Juan de 2004, el restaurante Del Arco abre la Taberna, situada al lado del restaurante y más hacia el centro de la plaza. Ante ella, la terraza circular, son sus mesas y toldo (por si llueve o pica el sol) y una vez dentro nos encontramos en un espacio amplio y claro, con ventanales a la plaza, mesas adosadas a las paredes y barra al fondo, a la derecha. La decoración es sobria y elegante. El botellero muestra los vinos que más corren (la bodega está en el restaurante) sobre todo riojas y riberas del Duero. La cocina es la misma que la del restaurante, aunque con su partida especial para la taberna. Los menús cambian diariamente: se elige entre dos platos de pescado, dos de carne y dos postres, y durante el otoño y el invierno hay siempre a elegir un plato de cuchara. Por ejemplo, se puede elegir entre garbanzos con callos, tosta de jamón y huevo escalfado con salsa de foie y ensalada de verduras con ajoblanco y atún; de segundos, cola de rape a la bilbaína con cecina, caldereta de pescados y marisco, pincho moruno con patatas alioli y pechuga de pollo en pepitoria; y de postres, pastel de queso y nuez con mermelada de arándanos o bizcocho de café con helado de chocolate. Por 18 euros (20 los domingos y festivos).
La Nueva España · 23 marzo 2013