Ignacio Gracia Noriega
Mitológicas
Con «Mitología asturiana» (editorial Everest, León, 1998) se añade un nuevo tomo –¿un nuevo capítulo?– de la gran serie asturiana de Elviro Martínez, quien, desde 1982 acá, ha publicado, siempre en la misma editorial y con el mismo formato, los tomos correspondientes a «Costumbres asturianas», «Leyendas asturianas», «Tradiciones asturianas», «Brujería asturiana», «Cantares asturianos» y «Supersticiones asturianas», empeño que sólo tiene equivalente en la magna, torrencial, utilísima e imprescindible obra de don Constantino Cabal, de quien en 1972 se reeditaron sus libros «Los dioses de la vida», «Los dioses de la muerte» y «El sacerdocio del diablo», en un solo volumen titulado como éste, «La mitología asturiana», y que hoy resulta del todo inencontrable.
Elviro Martínez pone al día muchos de los conocimientos aportados por don Constantino (y también, claro es, por Bernardo Acevedo, Giner Arivau, Gumersindo Laverde, Rogelio Jove y Bravo, Fermín Canella, Aurelio de Llano, Juan Uría, etcétera, y otros estudiosos más modernos como Luciano Castañón, Ramón Baragaño, Ramón Sordo Sotres, etcétera; no deja de ser sorprendente que no se mencione en la bibliografía de este tomo a un mitólogo tan distinguido y empedernido como el profesor Gómez Tabanera). Y lo hace con un lenguaje asequible y claro, muy diferente del de don Constantino, quien, haciendo etnografía, no renunciaba a hacer literatura, de modo que las más de las veces el lector tiene la sensación de estar leyendo novela romántica.
Por el contrario, Elviro Martínez tiende a lo científico, abrumando el texto con notas a pie de página, en buena parte de carácter bibliográfico. Tanto escrúpulo erudito en una obra que, al fin y al cabo, es de divulgación (como lo corroboran su magnífica y atractiva presentación), sin ser impertinente, puede que esté de más: no hay página que se libre de sus correspondientes notas. Bienvenidas sean las notas que aclaran algún aspecto del texto; pero cuando son únicamente bibliográficas deberían ir al final. Esta indicación es extensible a los demás títulos de la serie.
Residuos manipulados
Otra cuestión es si puede hablarse propiamente de una mitología asturiana. No sólo creo que no existe tal (salvo residuos excesivamente diluidos), sino que estos residuos han sido manipulados por asturianistas, más o menos eruditos, más o menos poéticos, del pasado siglo. El «sumiciu», por ejemplo, no aparece hasta 1897, en que lo cita Jove y Bravo; otros como Acevedo y Cabal, más tarde, fueron rellenando esa figura, pero Aurelio de Llano, que era muy meticuloso, negó que existiera tal variante del diañu burlón.
Muchas de las figuras que se dan por asturianas se conocen en cualquier región atlántica donde haya nieblas; nada digamos de las próximas. Elviro Martínez acude a los testimonios de Manuel Llano, el gran escritor de Cabuérniga, pero los seres mágicos que describe son idénticos a los de Asturias, sólo varía levísimamente el nombre en algunos casos. Y xanas, duendes, hombres de los bosques, etcétera, los encontramos en nuestro teatro clásico, en Shakespeare, etcétera. En la nota previa a la anónima traducción de «El viaje de Pedro el afortunado», de Strindberg, el traductor (se supone que Alejandro Casona) compara el «totem» escandinavo con los duendes caseros de Asturias, citando la «Monografía de Asturias», de Aramburu. En realidad, todas estas figuras mitológicas son intercambiables, y productos (que es lo peor) de reconstrucciones cultas, eruditas.
Los orígenes
Elviro Martínez, en este libro, no quiere reducirse a la descripción de aspectos mitológicos, sino que va a los orígenes. «Salvo muy contados casos, los libros de mitología asturiana son parcos, ligeramente emotivos, carentes de rigor y como destinados a niños», reprocha, sin que le falte razón. Yo excluiría del reproche «Mitología y brujería en Asturias», de Baragaño. De modo que este libro, escrito con «clara sencillez, no prodigando tecnicismos», como se añade en el prólogo, es, a su modo, una obra de mitología general que toma como fundamento la mitología asturiana. Obra, pues, seria, meditada y trabajada, que sitúa a la mitología asturiana en un contexto más amplio y general.
La Nueva España · 26 de agosto de 1998