Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Tapiz de los Magos de Oriente

Es curioso observar cómo inician sus relatos los cuatro evangelistas canónicos: Mateo, con la genealogía de Jesús (catorce generaciones desde Abraham a David; catorce desde David a la deportación de Babilonia; catorce desde aquí hasta el nacimiento de Belén); Marcos, con la predicación de Juan el Bautista; Lucas, con los antecedentes del nacimiento de Jesús, incluido el nacimiento del Bautista; y Juan, con aquellas luminosas palabras: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios». De los cuatro, sólo Mateo y Lucas relatan el nacimiento de Jesús: según Lucas, Augusto César ordenó el empadronamiento de las gentes de su Imperio, siendo Cireneo gobernador de Siria; por lo que «José subió a Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David». María estaba encinta y no había posada en el mesón; por lo que hubo de dar a luz en un pesebre, al que bajaron los pastores de los contornos para adorar al Niño. Mateo añade que también llegaron a Jerusalén unos Magos preguntando por el rey de los judíos, «porque su estrella hemos visto en el Oriente y venimos a adorarle» (2,2:3). La adoración de los Magos es de las fiestas más maravillosas de la cristiandad. La celebraron los poetas, desde Shakespeare hasta Pablo García Baena, el gran poeta andaluz, de quien tomó prestado el título de este artículo; y la celebran los pueblos con luces y cabalgatas (mis paisanos de Cué arman un belén prodigioso), y la celebran sobre todo los niños, porque todavía están (¡aunque cada vez menos!) en el reino de la ilusión, en ese jardín encantado, que decía Luis Cernuda.

En Oviedo, este año, han sido designados para que sean los Magos de Oriente tres personajes muy destacados de la ciudad, tres grandes amigos míos: Pepe Velasco, Marcelo Conrado y Ramiro. Hace años protestaba J. E. Casariego cuando tres damas oficiaron en Oviedo como impartidoras de ilusión, que tales Magos eran varones bien barbados, lo cual significaba que aquella representación no se adecuaba a la Historia, o en este caso a la tradición, como cualquier cosa que evacua el historiador sectario David Ruiz. Esta vez estará contento don Jesús Evaristo, donde quiera que esté, que en algún sitio estará, digno de su bondad y méritos, porque de los tres Magos uno, Marcelo, es barbado; otro, Pepe Velasco, no lo es porque se afeita, pero como es rubio bien podría hacer de Gaspar, y el tercero, Ramiro, rapa las barbas. Dos grandes hosteleros y un gran peluquero salen a la noche a repartir sueños; la estrella la pone Gabino. ¿Qué nos traerán estos Magos, sabiendo como sabemos que son los tres bondadosos y espléndidos? O, como preguntaba Pablo García Baena (uno de los premios «Príncipe de Asturias» realmente acertados): «¿Quién traería el incienso, la mirra consagrante?». Yo estoy seguro de que Marcelo aportará el humeante y formidable pote de la alta montaña de Tineo de Casa Conrado, servido eficacísimamente por Saturnino, su Aliatar articular; y Pepe Velasco el desarme» del Bar Cantábrico. ¿No se pide paz por estas fechas? Pues tengámosla con garbanzos, bacalao y espinacas, y luego callos. Ramiro, por su parte, nos desea «euros» de dicha. Yo, como no creo en esas cosas del europeísmo mercader, con que haya pesetas me conformo.

¿Y qué le pediremos a los Magos? Yo le pido a Melchor puntualidad y formalidad en la publicación de mis artículos: nada más, con poco me contento. Y también me gustaría que los tres Magos le regalaran a Aznar las obras completas de Unamuno. Para que se entere de que existe una cosa llamada España. Para que no cite tanto a Azaña sin leerlo, sólo para alardear de cultura de «progre», del mismo modo que Álvarez-Cascos alardeó de «progresía» de golfo (por cierto, espléndido el artículo de Pérez de las Clotas sobre Aznar y Azaña. A mí también me parece muy generoso Aznar al tomar como bandera electorera a quien puso de chupa de dómine a su abuelo: tanto como Indalecio Prieto, cuya «biografía de un perillán» fue facilitada a Franco por algún «amigo» del «Maestro de Periodistas y Embajador de España», y el dictador disfrutó leyéndola: lo contaba el propio Prieto con mucha sorna ovetense).

Empieza un nuevo año con una ilusionada cabalgata. Los Magos son de categoría. Que lo sea también el año: un año de categoría sobre los camellos de la ilusión.

La Nueva España · 7 de enero de 1998