Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

El azabache

Valentín Monte Carreño, profesor aficionado a la etnografía y experto en oficios tradicionales (esos oficios que han desaparecido o están en trance de desaparecer, sacrificados por la informática, la integración europea y el turismo rural), afirma que la industria del azabache nació en el noroeste español, en Villaviciosa, y que el azabache de ese concejo está considerado como el mejor del mundo. No obstante, Francisco de Paula Caveda considera la industria del azabache, en su «Descripción geográfica e histórica de Villaviciosa», bajo aspectos críticos: «El beneficio del azabache es un ramo que hubiera producido considerables ganancias al país si sus operaciones se hubieran sabido conducir y si su precio no dependiera de la mayor o menor estimación que le da el capricho de la moda en diferentes tiempos. Toda la lista de marina que se extiende desde El Puntal hasta el río de España abunda de este mineral, pero en particular en la parroquia de Oles, en donde tienen asiento los tabas y se está actualmente trabajando y, aunque es esa la mina más conocida no es de menos abundancia las de las parroquias de Villaverde, Careñes y Castiello, en donde se sabe que se ha trabajado antiguamente. El terreno donde se hallan estas minas contiene capas pizarrosas con algunas piritas y exflorescencias vitriólicas; sigue el mineral por vetas y ramos horizontales, pero muy delgados, y a veces se halla en trozos crecidos; señal acaso de que las venas siguen por allí más gruesas y con otra dirección y que en la que siguen los mineros se corta al través». Añade Caveda y Solares que «el material es perfectamente sólido, compacto, rano, con un negro excelente y de buen peso y lustroso; recibe buen pulimento y estos artistas se lo saben dar muy bien; lo trabajan con facilidad y lo envían a Galicia, Cádiz y América, donde se vende según la estimación que corre». En la ciudad de Santiago de Compostela, señala Caveda y Solares, había también un gremio de azabacheros que trabajaba muy finamente el material que les llegaba de la marina de Villaviciosa. Por lo general, el azabache se empleaba en «cuentas, rosarios, pendientes, crucecitas, botones, bellotas, garrapiñas, pequeñas cajas, balseras de varias hechuras y gran número de dijes para niños», pero cuando se encuentran trozos grandes «trabajan escribanías de bello gusto y otras piezas mayores que no dejan de tener su mérito». Finalmente, a Caveda le produce lástima la condición en que trabajan los mineros del azabache, «encajonados en las angosturas de aquellos estrechos ramales» y recibiendo «muy escaso jornal que apenas les alcanza para mantenerse». Esta injusticia podría remediarse «si la explotación de las minas se hiciera con todo el conocimiento y disposiciones que previene el arte, formando galerías subterráneas, colocando bombas y usando de instrumentos correspondientes».

El azabache es la «piedra de virtud astur en el Camino de Santiago»: así subtitula el profesor José Manuel Gómez Tabanera su trabajo sobre esta piedra, que es a la vez misteriosa y común, modesta y apreciada. Algo le falta para ser del todo piedra preciosa, pero esta relacionada, como pocas piedras, con la magia y con la alquimia; también posee virtudes curativas y, según Plinio, aliviaba el dolor de muelas. Tabanera escribe que el azabache, o «lapis gagates», «muy bien podría ser la "materia negra" exudada por la tierra -la madre tierra-, cuyo culto, a remontar a miles de años atrás, seguiría perdurando más o menos entreverado con el cristianismo oficial. Culto a referir al Neolítico y que la mitología indoeuropea y particularmente la céltica habría de asociar nada menos que a la naturaleza de la madre de Dios, representada a veces en las llamadas Vírgenes Negras, cuyo culto se inicia precisamente entre los siglos VII y VIII, es decir, cuando se instituye el Camino de Santiago».

El profesor Valentín Monte cree en la posibilidad de revitalizar la industria del azabache, del mismo modo que el profesor José Fernández ha dado un importante impulso a la apicultura a través de Apilena. Yo creo que ésta es una forma magnífica de «hacer por Asturias», en lugar de andar por ahí pidiendo «Llingua» y subvenciones. Según Monte, la mayor dificultad es la escasez del material. Pero ganas de trabajar no faltan. Algo que, en este caso, es mucho.

La Nueva España · 17 de noviembre de 1997