Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Otra vez los quesos

De nuevo el restaurante Pelayo, de Oviedo, y Crivencar (comercio especializado en productos asturianos) organizan la semana de los quesos artesanales de Asturias, que ahora alcanza su tercera muestra; y en la carta que envían para anunciarla a las personas interesadas, firmada por César Suárez Junco (Crivencar) y Félix Caicoya (restaurante Pelayo), leemos: «Como en anteriores ocasiones queremos hacerle llegar una de las mayores riquezas que Asturias posee en el aspecto gastronómico. Y es que podríamos decir que cada valle, y en Asturias los valles se cuentan por cientos, se elabora un queso diferente. Elaborados con leche de cabra y de vaca, y en ocasiones de oveja. Ello ha hecho que, a pesar de los pesares y sin olvidar todos los quesos desaparecidos, nuestro catálogo sea de los más importantes, no sólo de España, sino de cualquier otra zona europea».

¡Europa! Ahí le duele al queso y nos duele a nosotros, queridos César Suárez Junco y Félix Caicoya. Pues, sin ir más lejos, ya en La Nueva España del pasado 8 de junio se encendió la luz de alarma: el extenso y documentado reportaje titulado «Europa nos la da con queso. Las normas de la CE, que obligan a usar leche pasteurizada, amenazan algunas variedades», firmado por Fernando Delgado. César y Félix escriben en su carta: «A pesar de los pesares». Pero es que los «pesares» que pesaron y pesan sobre los quesos artesanales asturianos son excesivos. Antes, Juan Luis Vigil, cuando era consejero de Sanidad (aunque ahora parece que ha dejado de acosar a los quesos para apoyar la especulación inmobiliaria), y, en la actualidad, la CE. Demasiado para unos humildes quesos rurales, que, si al fin logran sobrevivir, será otra demostración de su excelencia.

Se inscribe en el contexto político del «no» de los daneses a los acuerdos de «Mastrique» (como le gusta decir a Aquilino Duque). El resultado del referéndum danés le sentó mal a González Márquez, como el gol de Zarra al régimen franquista, sólo que al revés. El actual jefe de Gobierno español lo veía y no lo creía, y llegó a decir, ante las cámaras de la TV oficial, que «respetaba esa decisión tomada democráticamente por el pueblo danés, pero que no la compartía». ¿Quién es él para meterse en lo que hacen o dejan de hacer otros pueblos soberanos? Lo que le ocurre, seguramente, es que debe parecerle tan inconcebible que un pueblo soberano vote lo contrario de lo que propone el Gobierno que por una parte no lo asimila y por otra le sale la ventolera autoritaria. En España, para su consuelo y nuestra desesperanza, nunca hubiera sucedido esto. Y así estamos en Europa sin que se nos haya explicado si nos conviene estar o no, aunque es evidente que al Gobierno, por razones políticas, no económicas ni sociales, sí le conviene; pues, como escribió Mark Blaise: «En sus prisas por desempeñar un papel en la escena internacional, España podría haber descuidado sus obligaciones como nación». O, como recomendó Clarín, hace ya años, en el palique «La coleta nacional»: «Hay que aprovechar la ocasión para ser más europeos ya que no podemos ser dignamente africanos».

Somos europeos por nuestra geografía, nuestra historia, nuestra cultura, no porque lo diga González Márquez. Sin España sería imposible Europa. Pero el ingreso en la CE nos está costando el campo, nos está costando la ganadería, nos está costando la marinería: únicamente en Llanes aumentará la «rentabilidad de la pesca», según don Trevín, que por fantasear no queda. ¿Nos costará también los quesos? Por lo menos, espero que semanas como la organizada por el restaurante Pelayo y Crivencar ayuden a preservarlos.

La Nueva España · 13 junio 1992