Ignacio Gracia Noriega
¿Quién fue Shakespeare?
Paul Steritz ha vuelto a poner de actualidad la debatida cuestión de quién fue realmente William Shakespeare. Periódicamente se plantean, una y otra vez, con la periodicidad del cambio de las estaciones, si existe el abominable hombre de las nieves, la identidad de Jack el Destripador (incógnita tanto para la policía victoriana como para nosotros) o qué clase de especie zoológica es Nessie, el llamado monstruo del lago Ness, en Escocia: según Billy Wilder, es un submarino. En Asturias, hace bastantes años aparecía el «cuélebre de Felechosa», pero ya nadie se acuerda de él, y es una lástima, porque merece más la pena dilucidar sobre el «cuélebre» que escuchar las ocurrencias de los políticos.
En cuanto a la identidad de Shakespeare, todavía hay estudiosos como Steritz que no se resignan a reconocer que las obras de William Shakespeare las ha escrito, efectivamente, William Shakespeare. Algunos individuos ociosos no son capaces de admitir que un actor más bien oscuro, que se inició en el teatro cuidando los caballos de los caballeros espectadores (más o menos, el encargado del guardarropía de la época) y llamado casualmente William Shakespeare, fuera el autor de las grandes obras que se atribuyen a Shakespeare, el primer escritor de Europa, el que se sienta en el particular Olimpo de los literatos al lado de Homero, Virgilio, Dante, Cervantes y Goethe. Todos sabemos que muchísimas obras teatrales de los siglos XVI y XVII, tanto en Inglaterra como en España, no eran de autor único, y a veces había varios autores que intervenían en ellas, y otros modificaban el texto, aparte las modificaciones introducidas por los actores. Las obras de Shakespeare, como las de cualquier otro autor de la época, están llenas de interpolaciones, propias o ajenas. Pero de ahí a afirmar que Shakespeare no fue Shakespeare sólo porque era actor o porque no se conoce su auténtico retrato, media un abismo.
Los candidatos para ser Shakespeare son innumerables: incluso el coronel Gadafi terció en la cuestión, alegando que Shakespeare era moro y que se llamaba Sheik Spear, que suena más o menos como Shakespeare. Dos candidatos son, no obstante, los que con más frecuencia se presentan como el probable autor de Shakespeare: Christopher Marlowe y sir Francis Bacon. Marlowe era un dramaturgo muerto de una puñalada en el ojo en una gresca de taberna en 1593, precisamente cuando Shakespeare se daba a conocer como autor. Marlowe tenía suficientes razones para aprovechar aquella puñalada para darse por muerto, aunque no lo hubiera matado, de manera que quienes apoyan su candidatura suponen que siguió escribiendo, tuerto y todo, aunque para no delatarse un actor de tres al cuarto llamado William Shakespeare firmaba sus obras, que no tardaron en darle reputación y dinero. Porque Shakespeare se hizo rico con el teatro, lo que le permitió retirarse a vivir a su pueblo, no sabemos si porque Marlowe murió efectivamente hacia 1613 o porque surgieron desavenencias entre el autor y la tapadera por el cobro de los derechos de autor. Marlowe fue, en efecto, un gran dramaturgo; incluso se ha señalado que El judío de Malta es el precursor de Shylock, o que Edward II anuncia el teatro histórico shakespeariano. Pero basta con leer a uno y otro para entender que el teatro de Marlowe es muy distinto del de Shakespeare. No creo que el ocultamiento de Marlowe fuera tan estricto que hasta cambiara su manera de escribir teatro, su versificación y el tratamiento de los temas y de los personajes.
En cuanto a Sir Francis Bacon, se especula que tratándose de un filósofo reconocido y de un alto dignatario de la Corte, le convenía disimular la frivolidad de su secreta afición a escribir obras de teatro, y para ello encontró a un tal William Shakespeare que cuidaba los caballos de los espectadores del teatro. A cambio de alguna propinilla, Shakespeare firmaría las obras de Bacon, indignas de un personaje de su talla. Como observa Chesterton, «supongo que a Shakespeare no le importaría demasiado que le robasen sus logros literarios, y estoy seguro de que a Bacon le encantaría que le exonerasen de su historia política y de su reputación». Ahora Steritz aporta a otro personaje de alcurnia como Shakespeare presunto: Edward de Vere (nombre ilustre en la literatura de lengua inglesa, pues es el del capitán de Billy Budd, de Melville), XVII Duque de Oxford e hijo natural de la reina Isabel I. No es la primera vez que a la familia real inglesa se la implica en cuestiones literarias: hasta se llegó a insinuar que la reina Victoria era la auténtica autora de Alicia en el país de las maravillas, e incluso el propio Jack el Destripador.
Se ha calculado que infinitos monos tecleando sobre infinitas máquinas de escribir acabarían escribiendo los sonetos de Shakespeare. Sólo falta afirmar que el verdadero Shakespeare es uno de esos monos.
La Nueva España · 23 febrero 2007