Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Pío Baroja y la «Memoria histórica»

Después de la reciente publicación de «Miserias de la guerra», la Editorial Caro Raggio pone en circulación otro importante texto inédito de Pío Baroja referido a la pasada (aunque no del todo, según temo) guerra civil: «La guerra civil en la frontera». El asunto y el enfoque son los mismos que los de «Miserias de la guerra», aunque esta obra presenta un carácter novelesco, y «La guerra civil en la frontera» se aproxima más al memorialismo, a los recuerdos personales y a la observación directa de unos acontecimientos desarrollados a pocos metros de distancia del autor (aunque al otro lado de la frontera). Ambos libros son muy oportunos en estos momentos de resurgimiento del espíritu cainita de los españoles, alentado por el propio Gobierno. Desde hace un cuarto de siglo, España es el único Estado moderno que parece dispuesto a desintegrarse en atención a oscuros intereses políticos, y el único país civilizado en el que los que se consideran herederos de los que fueron derrotados en una guerra civil ocurrida hace setenta años se muestran decididos a repetirla. El partidismo, el vandalismo y la obcecación se encuentran detrás de ese pretendido ajuste de cuentas unilateral que es la «memoria histórica». Acostumbrados a que sean los terroristas los únicos que disparan y extorsionan, los abusivamente denominados «republicanos» (que procuraron demoler la segunda república en 1934 para instaurar sobre sus ruinas la dictadura del proletariado) no van a ser menos, y son ahora los únicos que se consideran con prebenda para juzgar y condenar hechos pasados e históricamente cancelados. Y si durante el régimen anterior los «rojos» eran los malos, ahora son los bonísimos, angélicas víctimas en la defensa de la legalidad y de la democracia. Los que así opinan y el mismísimo presidente Zapatero debieran leer «La guerra civil en la frontera», para no desbarrar cuando pretenden resucitar crímenes con ánimo revanchista. En la guerra civil de 1936-39 los dos bandos quedaron embarrados de sangre, hasta el punto que Saint-Exupéry llegó a exclamar, escandalizado: «Aquí se fusila como quien tala».

Me desagrada hacer referencias políticas a propósito de una obra de un escritor tan grande como Baroja. Pero, en primer lugar, «La guerra civil en la frontera» es un texto político, y que sea de actualidad al cabo de más de medio siglo de haber sido escrito (se data entre 1951-1952), demuestra su importancia (y también, y eso es más lamentable, que la tendencia cainita de los españoles es inagotable). En muchos de sus escritos últimos Baroja se pregunta si la guerra civil de 1936-39 tendría algún sentido para los españoles del futuro, para los de cincuenta años después, y, razonablemente, imaginaba que no; pero, por desgracia, estaba equivocado.

Pío Baroja publicó sus memorias, primero por entregas, entre septiembre de 1942 y noviembre de 1943 y posteriormente en siete tomos, bajo el título, nostálgico y magnífico, de «Desde la última vuelta del camino». En ellas evitaba las referencias a la guerra civil, a cuyo comienzo dedicó un octavo volumen que es el que ahora aparece con el título de «La guerra civil en la frontera», y que, con sorprendente ingenuidad, suponía que podría publicarse durante el régimen anterior. Porque si habla de los crímenes, masacres y desafueros cometidos por los «rojos» (entre ellos, el insensato incendio de Irún), tampoco silencia los crímenes, masacres y desafueros de los «blancos» o «azules». Unos y otros provocan en Baroja horror y desprecio. «¡Guerra terrible y repulsiva ésta en la que no se hacen prisioneros!», exclama, al tener noticia de que tres jóvenes requetés heridos en una escaramuza fueron fusilados allí mismo. Y le indigna presenciar el injustificado incendio de Irún: «Pensar que las estupideces que se pueden decir en el congreso o en un mitin en contra de las estupideces tradicionales, acaben destrozando y arruinando una pequeña ciudad tan próspera como Irún, es algo absurdo». El escritor se encontraba en la frontera, del lado francés, y contemplaba sin ninguna complacencia, sin ningún partidismo, con una severa actitud moral, el frenesí de sangre que enloquecía a sus compatriotas. «Esta guerra civil va a ser feroz, quizá más feroz que las anteriores -reflexiona-. Es un horror pensar la sangre que va a costar esto y el poco resultado que dará un sacrificio semejante». Porque «quitando la crueldad, todo es una farsa». No falta, por tanto, el apunte grotesco. Los requetés «se apoderaron de dos cornetines y de dos tambores. Uno de los requetés intentó tocar con el cornetín la «Marcha real», pero como sus conocimientos filarmónicos no se lo permitieron, se conformó con tocar una jota navarra». Tampoco faltan las consideraciones políticas aplicables a la presente situación sobre que la unión entre nacionalistas y comunistas y sindicalistas «tiene que ser muy peligrosa».

Baroja reconoce: «Yo que he hablado tanto en mis libros de guerras civiles, parece que la suerte me ha hecho contemplar algo de una guerra, desde un punto de vista que podía observarla sin peligro». El observador, desde el otro lado de la frontera, queda horrorizado. Y el resultado de aquella guerra no podía ser más desalentador: «¿Se va a esperar que todos los españoles vamos a ser católicos, apostólicos o romanos, o que todos vamos a ser comunistas ortodoxos de la Segunda o de la Tercera Internacional?». «La guerra civil en la frontera», texto de memoria y reflexión, es obra imprescindible, aunque les moleste, para quienes se obstinan en ignorar la Historia, o contemplarla sólo desde el aspecto favorable.

La Nueva España · 28 diciembre 2006