Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Mateo Alemán

Encontramos notables semejantes entre las peripecias vitales de Mateo Alemán y de Miguel de Cervantes; no las encontramos, en cambio, en el enfoque de sus obras ni en su actitud frente a la vida. Alemán nació en Sevilla en 1574: era, pues, contemporáneo estricto de Cervantes, y vivió poco menos que él, ya que, aunque se desconoce la fecha de su muerte, se supone que ocurrió poco después de 1613. Como Cervantes, vivió con apuros económicos, y buscó la solución en la burocracia. Desempeñó el cargo de contador, pero porque no le cuadraban las cuentas, entró dos veces en la cárcel. En 1599 publica en Madrid el «Guzmán de Alfarache», al que le salió una imitación, como a Cervantes la de Avellaneda, firmada por Mateo Luján de Saavedra, pseudónimo del abogado valenciano Juan Martí. Como reacción contra esta obra, Alemán publica la segunda parte auténtica del «Guzmán de Alfarache», con el subtítulo de «Atalaya de la vida humana», en Lisboa, en 1604, en vísperas de que Cervantes diera a la imprenta la primera parte de «El Quijote». Y consiguió Mateo Alemán algo que Cervantes no pudo: ir a América, al virreinato de la Nueva España, del que escribe Alfonso Reyes, mejicano al fin y al cabo, «que había sabido atraer a su seno, seduciéndolos con su prestigio, a varones de letras como Cervantes de Salazar, Frías de Albornoz, fray Alonso de la Veracruz, Gutierre de Cetina, Juan de la Cueva, Eugenio Salazar de Alarcón; que pronto conquistaría a Luis de Belmonte, Diego Mejía y Mateo Alemán».

Mas Mateo Alemán no marchó a Méjico conquistador ni conquistado, sino más bien a la desesperada, por liberarse de la pobreza que le abatía en España, y allí no le fueron mejor las cosas, como vaticinaba Quevedo que le sucedería a Don Pablos. No obstante, reemprende su carrera literaria, publicando, de encargo, una «Ortografía castellana», en 1606, y por agradecimiento, unos «Sucesos de fray García Guerra», que había sido arzobispo de Méjico y su protector. Alemán escribió también, encontrándose en España, un libro del todo distinto al que le dio la fama, la biografía de «San Antonio de Padua» (1603), obra que se considera secundaria en la producción de su autor, pero en la que se demuestra, por arte del estilo, que, con dominio de la lengua y buen sentido narrativo, lo mismo se puede escribir sobre un pícaro que sobre un santo, aunque, inevitablemente, haya más vivacidad en la vida del pícaro, no sólo porque le ocurren cosas más variadas que al santo, sino también porque Alemán le siente como más próximo.

«Guzmán de Alfarache» es un Lazarillo adulto, y, por tanto, esta novela supone la mayoría de edad de la narrativa picaresca. En el «Lazarillo» se percibe cierta luminosidad, que pasa a ser un mundo observado con lentes de cristales negros en «Guzmán», para quien «la sangre se hereda y el vicio se apega», el hombre es malo por naturaleza y no encuentra mejor cosa que hacer que perjudicar en lo que puede al vecino; la cautela y el disimulo resultan defensas eficaces, porque «todo es fingido y vano», y, en definitiva, «todo es mentira, todo ilusión y todo falso». A Lázaro, por confiarse del ciego, éste le proporciona muy dolorosas y contundentes lecciones; pese a ellas, aún es capaz de sentir temura por el escudero que, viviendo en los dominios del hambre viva, se permitía aparentar abundancia. Un personaje así no hubiera merecido el respeto de Guzmán, quien comienza su carrera siendo niño, aunque, a diferencia de Lázaro, muy decidido a dejar de serlo cuanto antes. Guzmán abandona pronto la casa de sus padres, trabaja como cocinero y se dedica al oficio de la esportilla, mas por causa de un robo se ve obligado a huir. Llega a Barcelona en compañía de un capitán, y marcha a Italia, donde lo mismo ejerce la mendicidad que tiene trato con personajes elevados, como criado de un cardenal y luego de un embajador. No detallaremos todas las felonías de que es capaz. Engaña a unos parientes, se casa con la hija de un estafador, pretende hacerse sacerdote y vuelve a casarse. Como era de esperar, acaba en galeras. Alemán conocía el mundo de los galeotes por haber estado como contador en las minas de Almadén, en las que los galeotes trabajaban como forzados. Finalmente, como compensación por haber denunciado un intento de fuga, se le concede la libertad. El pícaro delator, ahí lo tenemos; aunque el propio Guzmán explica con desvergüenza: «Por dar consejos me llaman pícaro». Guzmán es lo contrario de Don Quijote, pero de todo debe haber en la viña del Señor.

La Nueva España · 3 julio 2005