Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

El don de la palabra de Cristóbal Serra

La obra del escritor mallorquín Cristóbal Serra (uno de los mayores escritores españoles del siglo XX y, desde luego, el mayor escritor vivo, junto con Rojas Marcos) es de extraordinaria complejidad. Incluso alguna vez se ha dicho de él que se trata de un escritor inclasificable, por lo que resulta meritorio el esfuerzo de Ignacio Soldevilla por clasificarle y reconocerlo como algo que realmente es. pero que no se le reconoce: un espléndido. si no novelista, narrador de primera fila, manifestado en «La noche oscura de Jonás» (1984), muy superior al reciente «Jonás» de Jiménez Lozano, y en sus «Viajes quiméricos», a la manera de Swift, pero también de Samuel Butler, «Viaje a Cotiledonia» (1965) y «Retomo a Cotiledonia» (1989). Soldevilla reconoce que es un «escritor de culto». «calificación que se suele dar a escritores de singular mérito y originalidad, pero no por ello menos desconocidos no ya del gran público, sino de quienes debiéramos estar siempre alertas a la aparición de las "perlas raras"». El arte de Serra no se parece al de ningún otro escritor español de esta época. ni de épocas anteriores. El Apocalipsis, Chuansé, Vauvernagues, William Blake, Swift, Baudelaire, Rimbaud, figuran entre sus ancestros. Acaso lo más parecido a la suya, en el siglo XX. sea la obra de Henri Michaux.

Pero si Serra es inclasificable por lo que escribe (¿qué escribe Serra? ¿aforismos, ensayos, diarios, poemas en prosa, poemas sin más, prosa sin más?), su preocupación constante, que aumenta conforme van pasando los años, es ordenar la obra, que no es tan escasa como afirman algunos que la desconocen. Lo primero, por tanto, es la obra completa: «Ars quimérica», que incluye los deslumbradores textos inéditos de «Biblioteca parva». La obra completa es la obra cerrada sobre sí misma, el monumento literario. la referencia inevitable, aunque, como le sucedió a Jorge Guillén, a la semana de haber publicado su «Obra completa», escribió un nuevo poema, con lo que el libro tan cuidadosamente editado dejaba de ser «obra completa».

Cristóbal Serra no sólo siguió escribiendo y publicando después de publicar «Ars quimérica» (ahí están sus «Efigies», en las que incluye el célebre aforismo de Joubert que le sirvió de guía: «Los escritores excelentes escriben poco»), sino que ahora publica «El don de la palabra» (Ediciones Cort, Palma de Mallorca, 2004), que es lo contrario de la «obra completa», pero ala vez demostración de que la «obra completa» está viva y da frutos como éste. «El don de la palabra», título de una novela de Arturo Azuela publicada hace veintitantos años, es título imprescindible e inevitable de este libro, ya que. a lo largo de él, la palabra es. efectivamente, un don. Construir unas «obras completas» consiste en acumular material: por el contrario, la antología («antología general») es seleccionar unas páginas entre las muchas páginas de la «obra completa». ¿Deben ser éstas las mejores páginas? Desde luego, pero por añadidura. Cuando el antólogo es el propio autor, no debemos esperar de él que se guíe por el único criterio de la calidad. Habrá, sin duda, páginas que a él le dicen mucho. aunque al lector le digan muy poco, por lo que son imprescindibles. Como, con toda seguridad, Serra, desde sus primeros escritos, ya contaba con hacer su propia «antología general» de ellos(de hecho, «Péndulo y otros papeles», su primer libro. es una antología breve). «El don de la palabra» puede que sea su culminación como escritor. En estas páginas están los mismos libros que encontraremos en «Ars quimérica», pero en «Ars quimérica» está todo, y en «El don de la palabra», lo imprescindible. «En cuanto a los criterios que informan esta selección, diré que éstos son varios. En primer lugar, se ha hecho un esfuerzo selectivo para que cada uno de mis libros estén representados fragmentariamente». Por deferencia al lector, además de ser breve, sigue un orden cronológico en la disposición de sus textos. En cuanto a qué son tales textos, precisa: «Confieso que no reconozco fronteras entre los géneros, aunque no los confundo». Añadiendo que como su escritura es «fragmentaria o salteada, no podía faltar la "nótula" que linda con el aforismo»: «El aforismo está ahí. y no hay mutismo más elocuente». Y siendo Serra filósofo, observador y reivindicador del asno, aparece entre estas páginas «El Asno inverosímil». Aquí tenemos, en «El don de la palabra» (No olvidemos: «al principio fue el Verbo»), el Nuevo Testamento del escritor más bíblico de España. Una palabra perfectamente bíblica y sagrada, enriquecida por moralistas franceses, satíricos y románticos ingleses y sabios chicos. Todo un don para los ojos y el entendimiento.

La Nueva España · 10 marzo 2005