Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Francisco Rodríguez y la leche

Está Francisco Rodríguez muy sorprendido por la falta de atención de Jovellanos hacia la leche. Yo no había caído en la cuenta, pero así es: Jovellanos se ocupa y preocupa de casi todo lo referido a Asturias: las comunicaciones, el carbón de piedra, la pesca, los ríos, los bosques, la firmeza del terreno, los puertos de mar y de montaña, la navegación, los montes, las manzanas y la sidra, el maíz y el centeno, los enterramientos, el comercio, las caserías, las instituciones, las antigüedades y monumentos, las fiestas... Pero se olvida de la leche. Repara en los pastos y en los ganados, pero no ve vacas. Y cita como alimentos la «boroña», las «fariñes» o «farrapes», la escanda. Feijoo citaba entre los alimentos. del llabriego asturiano «un poco de pan negro, acompañado o de algún lacticinio o alguna legumbre vil». Jovellanos reconoce la leche en la dieta de los vaqueiros: «Hay algunos que a la cría de ganados juntan el cultivo de las patatas, y los que así lo hacen, apenas conocen otro alimento que este fruto o la leche» (en la novena carta a Ponz). Mas parece como si le costara escribir la palabra «vaca»; al describir las «alzadas» de los vaqueiros, nombra «sus ganados, sus puercos, sus gallinas y hasta sus perros y gatos», y presenta a las vacas y a los bueyes como animales de transporte: «Otra cosa bien digna de notarse en estas expediciones es que el ganado vacuno sirve también para el transporte aún con preferencia a los caballos y rocines».

Sin embargo, en esto Jovellanos no es excepción. En su catálogo de la fertilidad y abundancia de Asturias, el P. Carvallo no nombra la leche, ni la nombra Bruno Fernández Cepeda en unos famosos versos, también encomiásticos. De lo que puede deducirse que el prestigio, al menos literario, de la leche, es moderno, ya que Teodoro Cuesta, en otra célebre alabanza de los productos asturianos menciona, si no a la leche, sí algunos de sus derivados: «cuayáes o fresques manteguines».

Además de preocuparse por estas cosas, Francisco Rodríguez es un empresario que se preocupa más por hacer empresa que por hacer política. Estamos cansados de ver actuar en Asturias a empresarios que siempre van al rabo de la Administración. Para éstos, un sistema de subvenciones es la manera más fácil de obtener ganancias. Francisco Rodríguez, en cambio, va contracorriente, y en este sentido se parece más a un empresario moderno que a un empresario asturiano actual. Si la situación de Asturias en gran medida es descorazonadora se debe a que los empresarios confían más en los vaivenes de la política que en las leyes del mercado. Francisco Rodríguez, que sabe que se encuentra en una sociedad de mercado, habla ante todo de mercado. Y del mercado de los suyo, que es el de la leche. Por eso le preocupa que los ganaderos dejen los pueblos por falta de rentas. El despoblamiento de la Asturias rural, sustituir las caserías por urbanizaciones de adosados, lo mismo que cambiar los puertos pesqueros por puertos deportivos, es el auténtico e irremediable suicidio de Asturias. Pero en Asturias alguien explicó que es más rentable adecentar un poco la cuadra y meter en ella a cuatro turistas que tener cuatro vacas, y lo más trágico del caso es que nadie lo puso en duda. Se admiraba Ernst Jünger del desarrollismo canario, y preguntaba qué ocurriría con el monocultivo turístico en caso de una guerra o de una crisis económica, o, como acaba de advertir ahora Kenneth Rogoff, de una subida de los tipos de interés. Pero estas cuestiones no parece que se planteen en una «sociedad de servicios», confiada y feliz. No le falta razón a Rodríguez cuando señala que la preocupación prioritaria y constante son las carreteras, «como si no hubiera más cosas que hacer». «Cuando se terminen, veremos qué es lo que llevamos por ellas». Buena pregunta. ¿Turistas en calzón corto?

Desde hace mucho tiempo comparto la suspicacia de Francisco Rodríguez hacia la Unión Europea, y lamento que mi país no me haya dado la oportunidad de votar no, como la tuvieron los suecos. No existe la unidad política. En cuanto al aspecto económico, la tal unidad se basa en la planificación y en el intervencionismo, es decir, se trata de socialismo puro para hacer economía de mercado. Y yo sólo sé, como lo sabe Francisco Rodríguez, que el euro no nos benefició en lo más mínimo: ni individual ni colectivamente. No está mal, por tanto, que un empresario reflexione en voz alta sobre estas cosas: como que recuerde que los salarios altos encarecen el producto.

La Nueva España · 9 octubre 2003