Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Entre el mar y las montañas

Ignacio Gracia Noriega

Muralla y Torre de Llanes

La muralla y la torre de Llanes son, entre otros, los restos de «su pasado rector, influyente y poderoso», como escribe Magín Berenguer. Estas murallas fueron levantadas en el siglo XIII, como confirmación de la carta-puebla otorgada por Alfonso IX de León, el año 1206. En la actualidad se conserva la parte del Norte, que va paralela al paseo de San Pedro; y uno se pregunta si desde aquí se otearían velas vikingas, cosa absolutamente improbable a no ser que las ligeras naves saqueadoras llegaran de levante: de lo contrario, los vigías no las verían hasta haber doblado la Punta del Guruñu, casi ya en la playa del Sablón. Mas así como el fuerte, del que todavía quedan las troneras de los cañones, abiertas al mar, se enfrentó a ataques de franceses y de ingleses, la muralla parece haber tenido un carácter suntuario, majestuoso y testimonial. Así la considera Celso Amieva en su canto a la torre:

que eres inofensiva y sin historia
a fuer de dueña honrada.

El paño de muralla que se conserva es, no obstante, el mayor de Asturias; y hay otros fragmentos incrustados en nuevos edificios. Las llaves de las [116] puertas de la villa eran custodiadas por el Alcalde, salvo las de la puerta del Llegar, que era por donde entraban los marineros una vez terminadas sus faenas en el mar, y que estaban en poder del Gremio de Mercantes. La calle de Mercaderes, en el centro de la villa, proclama su abolengo medieval, y a su lado está la plaza del mercado, situada lo mismo que otros tantos mercados de poblaciones medievales al lado y afuera de la muralla.

Lo más vistoso de la muralla es el sólido y redondo torreón, también levantado en el siglo XIII: fuerte y austera construcción militar que, por ironía de la historia, ahora tiene de vecino a la zona trasera del Casino, hermoso edificio indiano de 1910. A esta torre la cantó, como dijimos, en versos parsimoniosos, Celso Amieva:

Torre de Llanes que en el siglo XX
desde el fondo del XIII te levantas,
yo me quito la boina ante tu mole
reina y anciana.
Ceñida de galernas, eje rudo
de la rueda terrestre y la terráquea,
tu tronco secular conecta a Llanes
con la Vía Láctea.

Al Norte de la muralla hay otra torre, ésta cuadrada, que fue aljibe en el siglo XVIII. Hubo intentos de derribarla, para ensanchar la carretera que lleva al Sablón, pero por fortuna se conserva en su sitio y no desentona. Si los bañistas quieren ir a la playa, que vayan andando, o en vehículo motorizado, si les apetece, que la carretera es suficientemente amplia. Esta parte de la muralla ha sido limpiada de maleza recientemente y queda a la vista un hermoso arco que [117] correspondería a una puerta. Desde este lugar, un poco a la derecha, se ven las torres de Llanes: la de la Basílica, maciza y también cuadrada; el torreón, que se asienta sobre roca; las dos torretas de cúpula del Casino y la torre del Ayuntamiento, y, al fondo, la cumbre extendida y triangular del Pico Turbina.

En torno a la muralla o dentro de ella se encuentran algunos de los edificios monumentales más importantes: la Casa del Cercado, del siglo XVII, con su gran capilla; la Basílica, cuyas obras se iniciaron en el siglo XII, como lo atestigua su portada románica, y que sufrió gran reforma a comienzos del siglo XIII, al que corresponde la portada principal, gótica, con los arcos apuntados, propios del período de transición del románico al gótico; el palacio de Posada Herrera, donde nació y murió el insigne político, y las suntuosas ruinas del palacio de Duque de Estrada, de comienzos del siglo XVII y quemado por los llaniscos al retirarse las tropas napoleónicas, por sospechar que sus propietarios eran afrancesados. La visión de estas ruinas evoca en Manuel de Foronda los versos de Rodrigo Caro: «Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora, / campos de soledad...»

A Celso Amieva le recuerda también los mismos versos, pero los reelabora con un humorismo socarrón:

Esas, Pinón, que ves ahí ruinas
en donde escarban las gallinas,
crecen la ortiga y el mestranto;
donde por no haber techo no anidan golondrinas
de ñétobas y cárabos, fueron (como adivinas
si las miras despacio
a juzgar por los restos) un palacio.

José Ignacio Gracia Noriega. Cronista Oficial de Llanes
Entre el mar y las montañas, recorridos por la comarca oriental de Asturias
Económicos-Easa, Oviedo 1988, páginas 115-117