Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Los dictadores maravillosos

El dictador hereditario de Corea del Norte (cuyo nombre no retengo, ni creo que sea necesario reproducir aquí) no tuvo necesidad en su vida de ir al baño, a los tres días de nacer ya andaba y a los siete sabía hablar. Es hombre ornado de cualidades maravillosas y de poderes mágicos, bien necesarios para que resulte posible el colmo de la imposibilidad: que una dictadura férreamente comunistas se convierta en una monarquía hereditaria, o, sin salir del área geográfica extremo-oriental y de la ideología marxista leninista que fijaba como premisa el carácter científico del socialismo, en la cercana China, que una sociedad de mercado intente funcionar en un sistema de partido único. En otros lugares del mundo también hubo dictadores terribles y truculentos, pero ninguno llegó a tanto: al histrión Mussolini y al criminal Rafael Leónidas Trujillo se les atribuía una gran potencia sexual, pero eso está al alcance de cualquier macarra o chimpancé. Ninguno, que yo sepa, manifestó don de lenguas o la facultad de desplazarse de un lugar a otro instantáneamente, o de adivinar el futuro. Quienes lo adivinaron, como Hitler, dieron en hueso, y el cacareado Reich de los mil años quedó reducido a doce de infinita desgracia. Sobre la ubicuidad del dictador se encontró un sucedáneo: llenar oficinas, calles y plazas con sus fotografías y estatuas. Porque el dictador tenía que estar presente en todas partes, y así, durante el régimen anterior, no había "No-Do" en el que Franco no saliera tres o cuatro veces como mínimo. Casi tanto como Areces en los informativos de la televisión asturiana.

Ya que hemos mencionado a Franco, recordemos que poseía también una cualidad somática maravillosa. Alguien de su entorno, que sin duda deseaba ascender, se maravilló después de una cacería y exclamó: "¡Es que el Caudillo no suda!". En cuanto a la precocidad de Franco, se afirma en tiempos que había sido el general más joven de Europa después de Napoleón, lo que, de ser cierto, no es tan extraordinario, sin embargo, como andar a los tres días, hablar a los siete y no defecar nunca.

A esto se le llama "culto a la personalidad". Stalin, Hitler y Mussolini abusaron de él; Franco, como era bajito, hizo lo que pudo. Ahora tal culto sobrevive en dictaduras periféricas: a Maduro le aconseja un pajarito, Duvalier en Haití se servía del vudú para mantener a raya a su pueblo, y de Fidel Castro dicen que se mueve aunque ya está muerto. Pero lo más sorprendente es lo de Co-rea del Norte. ¿Cómo puede una nación entera moverse a golpe de silbato y creer todo lo que le cuentan del gran líder hereditario? Muy sencillo: los norcoreanos, desde que aprendieron a andar y a leer (no tan pronto como el líder, está claro) fueron adoctrinados por medio de una asignatura llamada Educación para la Ciudadanía o cosa por el estilo. Pérdida de capacidad para pensar por sí mismos; gracias a ello sigue gobernándolos arbitrariamente el Gran Líder comunista Hereditario No Defecador.

La Nueva España ·17 septiembre 2015