Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Turismo, gastronomía y demás cataplasmas

La insensatez de olvidar el campo como base de la economía asturiana

El problema de este país es que no tiene re-medio, ni contigo ni sin ti. Todavía no se había remontado la pavorosa crisis cuando el Ayuntamiento de Madrid estaba dispuesto a echar la casa por la ventana otra vez, proponiéndose como sede olímpica, para lo que la señora Botella marchó a hacer el ridículo intentando hablar en inglés en un país en el que todo el mundo habla español, y solo porque las olimpiadas "visten mucho" en el aspecto político aunque sus oficiantes actúen medio desnudos. Las olimpiadas son uno de los mayores camelos del siglo XX, inventadas, como dice Gustavo Bueno, por un tontaina francés, pero de las que supieron aprovecharse "chicos listos" como Samaranch, quien, al igual que su correligionaria Pilar Primo de Rivera hizo de una camisa azul un sostén para toda la vida (lo que le acarreó el título de "la mejor costurera de España"), él tiñó la camisa azul de camiseta olímpica con resultado igualmente excelente: también le duró toda la vida. Por fortuna, no concedieron la sede olímpica a Madrid, gracias a lo cual debemos de estar eternamente agradecidos a quienes nos rechazaron, por el favor que nos hicieron.

Ahora, ante la bonanza que se anuncia (España será el país avanzado que más crezca este año tras EE UU y el Reino Unido, prevé el FMI, según “La Nueva España” del pasado 15 de abril), ya se está pensando en el despilfarro y en el despiporre. La locura de querer convertir a Llanes en una "ciudad lineal" que abarque buena parte de la costa cantábrica revela que aquí no solo no se aprendió la lección de la crisis, sino que parece que se está dispuesto a volver a las andadas. Otra vez al ladrillo, otra vez al turismo y ahora se añade la "gastronomía" como motor económico: con los tipos de interés inexistentes se puede pensar en tirar el dinero, porque no vale nada. Y una vez más, Asturias volverá a ser algo tremendamente frágil, porque ni el turismo ni la gastronomía aportan bases sólidas. Se supone que los turistas que vengan comerán, aunque algunos traigan el bocadillo de casa. Pero si se cree que las estrellas de la Guía Michelín van a ser un reclamo turístico importante, la decepción será morrocotuda, porque ese tipo de cocina solo atrae a públicos muy minoritarios, y los demás irán a comer el bocadillo de tortilla envuelto en papel grasiento a la playa más próxima. En cuanto a la fabada y el queso de Cabrales, un turista puede comerlos un día o dos, porque si los come todos los días que esté aquí, revienta. En Asturias, ya que de gastronomía se trata, hay excelentes restaurantes sin pretensiones ni sofisticaciones, que no están suficientemente promocionados y que pueden constituir atractivos para todo tipo de clientes muy superiores a los que se remontan a las estrellas.

El turismo y la gastronomía, en cualquier caso, son auxiliares, pero no son la base de una economía. Por lo que es natural que personas sensatas pidan que se acuerden del campo, que no se pierda de vista el campo asturiano.

La Nueva España ·23 mayo 2015