Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

La segunda parte del Quijote

Los 400 años de la vuelta del personaje cervantino

Entre 1605 y 1615, fechas de la publicación de la primera y la segunda parte del Quijote, media el Quijote de Avellaneda, que fue, según Thomas Mann, la causa de la muerte de Don Quijote: pues solo matando a su personaje podía Cervantes impedir que fuera aprovechado, secuestrado y plagiado por otros (y la versión de Avellanada no fue lo peor que le pudo suceder a Don Quijote). También, durante el tiempo en que se está escribiendo el Quijote, se produce la gran crisis del poderío de España que acabará enquistándose y volviéndose una cosa fea, una crisis de conciencia y de identidad de los españoles, de la que no se puede culpar a Cervantes. Los españoles dejan de creer en sí mismos no porque hubieran leído el Quijote (ojalá lo hubieran leído), sino porque arrojaron muy pronto la toalla y no fueron capaces de volver a recogerla. Hasta entonces España había mirado hacia América y solo cuando quedó muy atrás y muy al margen de Europa, vuelve sus ojos al otro lado de los Pirineos, con prevención o con admiración. A partir del siglo XVII, los españoles, con honrosísimas excepciones, solo presentan dos tipos: el aldeano, que se encastilla a la sombra del campanario y rechaza a pedradas todo lo que llegue de afuera, y el paleto, que se emboba por todo lo que le parezca extranjero y cree con fe de carbonero que todo lo que no sea español es mejor. Hoy predomina el paleto que está convencido de que la palabra fundamental de la lengua inglesa es "sésamo, ábrete". No obstante, en la segunda parte del Quijote la situación no estaba tan degradada como para que se durara de que Barcelona era una ciudad española y una gran ciudad.

Cervantes confía al conde de Lemos en el prólogo a la segunda parte que la ha escrito "para quitar el ámago y la náusea que me ha causado otro Don Quijote que con nombre de la segunda parte se ha disfrazado y corrido por el orbe". Esa segunda parte es la de Avellanada, a la que Cervantes quiere anular publicando la suya propia. Pero por si fuera poco esta segunda parte, para poner las cosas en sus sitio y reparar un entuerto, en diez años los personajes han madurado y Cervantes los mira de otra manera. Don Quijote ya no es un personaje grotesco ni Sancho Panza simplemente un rústico; y aunque algunos críticos le achacan menos fantasía que a la primera, la caracterización de los personajes es más profunda y más evidentes la cordialidad y la ternura hacia ellos, aunque la novela termine con la más demoledora ironía cervantina: Don Quijote recupera la razón y muere, casi al igual que el licenciado Vidriera, quien al recuperar la razón queda sin medios de vida. Ahora bien, téngase en cuenta que Cervantes, en ningún momento ni en ninguna de las dos obras, afirma que sea mejor vivir loco que morir cuerdo.

Emilio Martínez Mata señala con agudeza que la segunda parte del Quijote es un comentario a la primera. Pero a su vez es novela cabal en la que los dos grandes y entrañables personajes cabalgan de nuevo.

La Nueva España ·23 abril 2015