Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Günter Grass y el peso de la historia

Un símbolo de la socialdemocracia con pasado nacionalsocialista y "comprometido"

Günter Grass fue un escritor con altibajos importantes para aquellos que exigen a la literatura que sea algo más que literatura. esto es, que no sea literatura, pues pasó de ser el prototipo del escritor socialdemócrata a poco menos que enemigo público cuando admitió en sus memorias que había pertenecido a las juventudes hitlerianas. Después de la guerra estuvo en un campo de concentración de los aliados donde, según él, conoció a un sacerdote que llegaría a ser famoso en el mundo entero: no deja de ser como de cuento de hadas que un futuro Papa y un futuro premio Nobel hayan coincidido en el mismo barracón, pero puede tratarse de literatura. Lo cierto es que Grass no era importante en la posguerra para ser sometido a un proceso de desnazificación y después vendió la moto de la socialdemocracia con resultados satisfactorios. Pero cuando los que le consideraban un símbolo de la socialdemocracia descubrieron su pasado nacionalsocialista se enfadaron muchísimo y hasta pidieron que se le quitara el premio Nobel, lo que había sucedido antes con Hamsun, y no deja de ser una imbecilidad. Este enfado confirma que la "progresía" europea no lee, sino que se guía de indicios, pues Grass nunca ocultó que en su juventud había desfilado con la camisa parda. Más tarde parece ser que le perdonaron, porque ahora, con motivo de su muerte, vuelve a ser un escritor "comprometido con la Historia".

Yo jamás entendí ni entenderé lo que es estar "comprometido con la Historia", aunque sin duda significa que quien lo está gira a babor: pero es un elogio fúnebre muy socorrido. En realidad, todos vivimos en la Historia, así que, nos guste o no, estamos integrados en ella de la misma manera que estamos controlados por los bancos y las compañías de seguros. Lo del "compromiso" es una antigualla de la época de Sartre. Ahora ya no hay escritores comprometidos" ni hacen falta: los "comprometidos" de otro tiempo se han convertido en cortesanos.

A Grass no se le puede negar que es un poderoso novelista épico, aunque nunca superó la altura de "El tambor de hojalata". "El rodaballo" es una curiosa "versión de la Historia", ya que estamos en esa terminología, pero fracasa al igual que 'Encuentro en Telgte", porque son narraciones demasiado espesas de historias que merecían un tratamiento más ligero. Y ya que se habla de "escritor socialdemócrata", no olvidemos su pieza teatral "Los plebeyos ensayan la revolución", en la que le arregla cuentas sin contemplaciones al gran pope del teatro marxista Bertolt Brecht. Ésta sí es una actitud socialdemócrata en el sentido de anticomunista. En una obra miscelánea, "Partos mentales", tiene la honestidad de hacer el nostálgico elogio de Nicolas Born: "Nunca siguió un banderín, nunca asistió en perfecta formación a juras de bandera". Ésa es la posición perfecta del escritor. Aunque Grass haya elegido la cómoda.

La Nueva España ·15 abril 2015