Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Las grandes democracias de habla inglesa

La importancia de Winston Churchill en la causa de la libertad

El 23 de noviembre de 1932, Winston Churchill se dirige a la Cámara de los Comunes hablando de “bandas de robustos jóvenes teutones”. Todavía Hitler no ha sido elegido canciller de Alemania, pero el peligro latente es grande y no se reduce a mocetones violentos con camisas pardas. Alemania se está rearmando ante la pasividad de las democracias y Churchill, que entonces no ocupa ningún puesto en el gobierno, advierte del peligro. Cuando por aquellos años se hablaba de las “democracias” se hacía referencia a la república francesa y a la monarquía británica, más, al otro lado del mar, a la gran democracia norteamericana. Éstas son las democracias cuando se habla de democracia en los años treinta del pasado siglo. Alguna vez que yo afirmé esto en público me contestó el “demócrata de turno” preguntando por la república española, a lo que no quedó otro remedio que contestar: “Hablemos de cosas serias”. Las democracias representaban un muro de contención contra las amenazas totalitarias de Italia y Alemania, y también de la Unión Soviética, que no tardaría en aliarse con el nacionalsocialismo alemán. En realidad, si echamos un vistazo al mapa del mundo, comprobaremos que las democracias actuales no son tantas como pudieran esperar los optimistas y en la mayor parte del planeta rigen regímenes muy poco recomendables cuando no decididamente criminales. Otras democracias son inseguras o ficticias, y aunque haya muchas democracias de nombre, algunas sólo tienen el nombre. En 1938, las democracias se enfrentaron a los totalitarismos en la mesa de negociaciones de Munich y las democracias aceptaron, a cambio de la paz, atrasar la guerra un año. Churchill, que tampoco formaba parte del gobierno inglés entonces, dijo que las democracias renunciaron al honor por salvar la paz, perdiendo a la vez la paz y el honor. A partir del fracaso de las democracias, Churchill empieza a hablar de las "poderosas democracias de habla inglesa". Gran Bretaña estaba en primera línea de combate: muy lejos, al otro lado de los mares, se encontraban Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Sudáfrica y, la más poderosa de todas, los Estados Unidos de Norteamérica. Con motivo del cincuenta aniversario de la muerte de Winston Churchill, el hombre que resistió al frente de su pueblo hasta alcanzar la tetona, bien merece un recuerdo, el viejo león que no mintió a su pueblo, cuando le dijo que lo único que podía ofrecerle era "sangre, sudor, lágrimas y fatiga" Aquí en España se habló mucho de "la democracia que nos dimos", como si la hubiera inventado Felipe González. Pero me pregunto dónde estaría esa democracia de no ser por las "poderosas democracias de habla inglesa" y por la resolución de un hombre convencido de que la causa de la libertad era la causa del mundo y que en la batalla de Inglaterra se libraba el destino de la cristiandad.

La Nueva España ·26 febrero 2015