Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Unamuno

El recuerdo de una generación de viejos liberales a los que el fascismo y el socialismo les quedaban muy lejos

La Generación del 98 no disfruta de buena prensa en la actualidad. ¿Merecidamente? Sin duda. Ninguno de sus miembros, con la excepción de Antonio Machado, se atuvo a los principios sacrosantos de lo que hoy es la “corrección política”, y si Cernuda arremete contra ellos en un temprano 1963, calificándolos como “aquel grupo de traidores y apóstatas”, con la excepción esperada de Antonio Machado y la más inesperada de Valle-lnclán. Los demás, no tenían remedio: Unamuno era antiseparatista. Baroja antirrepublicano y antisocialista Azorín un conservador típico y a Maeztu le pegaron cuatro tiros los que luego no encontrarían consuelo por la muerte de García Lorca. Habiendo muerto antes del 18 de julio de 1936, quién sabe por dónde podía haber derivado don Ramón, quien de carlista pasó a azañista sin despeinarse. En lo de llamar “traidores y apostatas” a los demás miembros del grupo, tales calificativos solo le cuadran a Antonio Machado, cuyo discurso a las juventudes socialistas produce vergüenza ajena: hasta donde puede descender un escritor hurgues. Los demás se mostrarán coherentes con lo que eran: Unamuno apoyo inicialmente el golpe de Estado y solo le redime a medias su enfrentamiento con Millán Astray en la apertura del curso de la Universidad de Salamanca. Los restantes no apoyaron a la República pero tampoco a los militares rebeldes, aunque Baroja reconocía que la victoria de éstos sería menos catastrófica para España que la de los supuestos defensores del Frente Popular. En la misma línea, y en algunos casos de manera más explícita se encontraban Ortega y Gasset, Marañón. Ramón Pérez de Ayala, etcétera.

La Generación del 98 hoy continúa siendo una secuela de la Guerra Ciyil: guerra en la que ellos no intervinieron ni siquiera como precursores, ni como inductores. La mayoría eran viejos liberales a los que el socialismo y el fascismo quedaban muy lejos (“¡qué chusma!”, decía Baroja de unos y otros). Y acaso por esta actitud al margen, tirios y troyanos tienen mucho que reprocharles. Para los de babor, que hayan escrito sobre España; para los de estribor, que lo hayan hecho con sentido crítico. Y siendo de procedencia periférica, nunca se les ocurrió escribir en vasco, gallego o valenciano. A Valle-Inclán, porque no escribió en gallego, le llamaban Manoel Antonio “maestro de la juventud imbécil de Galicia".

Miguel de Unamuno (1861- 1936), es según Donald Shaw "el gigante de la Generación". Ensayista, filósofo, poeta, novelista, dramaturgo, es el escritor total de nuestro siglo XX. Su voz fue respetada y escuchada dentro y fuera de España. Poeta hondo, novelista esquemático, algún día se verá lo que de antecesora de movimientos vanguardista tuvo su narrativa, al igual que la de Azorín. Y en este tiempo de separatismo consentido, se debiera leer muchas veces el breve ensayo "País, paisaje y paisanaje”, coleccionado en “Paisajes del alma". Unamuno, como vasco, vio mejor que la mayoría a dónde podía llegar el desatino nacionalista del “hecho diferencial", la invocación de una patria inexistente e inventada, basada en una sociología y en una antropología "sin alma, sin espíritu, sin fe, sin razón y sin arte", Muchas otras cosas podemos leer en Unamuno: pero coincidiendo con el 150 aniversario de su nacimiento, muchas páginas sensatas debemos recordar entre las suyas sobre la ridiculez y el peligro del separatismo, que empezó siendo folclórico y que, aunque Unamuno no lo haya llegado a ver, todos sabernos a dónde ha llegado.

La Nueva España · 25 septiembre 2014