Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

La naturaleza exuberante

Los días entre el esplendor del mes de mayo y San Juan son los más hermosos del año

Hay que echar una mirada al campo para descubrir la gran maravilla. Después de una temporada templada y lluviosa, de un invierno benigno, sin apenas heladas y nieve sólo en los altos, estalló el verde como el gran estandarte de la primavera, que, como de costumbre, a Asturias llega casi siempre con un mes de retraso. Pero ahora da gusto ver los prados y los bosques, con un esplendor y una potencia magníficos. Los jardines están cubiertos de tapices de flores que da pena segar, pero si se deja de hacerlo durante una semana no entra la segadora. Y el aire se llena de pájaros. Son los días del cucú, y no sé si a su canto se continuarán haciendo las preguntas rituales, que no son otra cosa que las expresiones eternas de Eros y Tánatos: como se decía en Proaza:

Cuquitín de rey
rabiquín de escoba,
¿cuántos años hay de aquí a la mía boda?

, o la pregunta de respuesta más inquietante: "Cuco rey, cuco rey, ¿cuántos años vivirey?". Y las veces que cante el cuco son los años que le quedan a quien pregunta de soltería o de vida.

En un poema más bien monótono, el "Libro de Alexandre", surge de pronto una tirada de versos luminosos cuyo arranque es "el mes de mayo, un tiempo glorioso", y el poeta medieval enumera que en esta época de días largos y aire perfumado "hacen las aves un solaz deleitoso, son cubiertos los prados de vestido hermoso, da suspiros la dueña que no ha esposo" (he modernizado la ortografía) y, en fin. "los días son bien grandes, los campos reverdecidos, cantan los pajarillos" y esto es muy importante, "los tábanos que muerden no son aún venidos". Las plagas de los insectos tan molestos y desagradables son propias del estío. Los antiguos, como es sabido, distinguían entre verano y estío, correspondiendo éste a la época en la que el calor aprieta y la vegetación empieza a entrar en decadencia: el verde de los campos es menos brillante, caen las primeras hojas, rueda por los caminos el erizo de alguna castaña: y así se camina hacia el otoño. Como se dice en Asturias: primer día de agosto, primer día de invierno.

Pero los días entre el esplendor del mes de mayo y San Juan son los más hermosos del año. La naturaleza está en su esplendor juvenil. Tan sólo se equipan a ese esplendor el majestuoso colorido de los bosques en otoño, mientras el verde que domina los bosques y los campos en esta época es fresco y vivo cromo la mañana. El esplendor del otoño es la decadencia de la naturaleza que anuncia el lento invierno. La belleza de la primavera se resuelve en la uniformidad y los agobios del estío. Y así, año tras año.

Hay que mirar la maravilla de la primavera, no menos bella aunque menos suntuosa que la del otoño. Porque el hombre cibernético no mira v, por tanto, no contempla maravillas: por eso las rechaza. La naturaleza sólo es para él pretexto para hacer deporte o edificar la segunda vivienda: mas corno escribió Novalis, refiriéndose a sus antecesores, los filántropos y los vulgarizadores, la naturaleza continúa tan maravillosa e inconcebible tan poética e infinita a despecho de todos los esfuerzos por modernizada.

La Nueva España · 16 junio 2014