Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

El viaje inesperado de Plans

El perfil de alguien que, más que un escritor, era lo que ahora se llama un «activista literario»

La última vez que vi a Plans, y naturalmente nada permitía pensar que sería la última, fue en la presentación en Gijón de «Dinusiña, la hija de Betulio el albergueiro», de Francisco Carantoña, publicada por Foro Jovellanos, del que me enteré ese día que era director. Tenía una habilidad especial para ser siempre director de algo: del servicio de publicaciones de la Caja de Ahorros, del Festival de Cine de Gijón, últimamente del Foro Jovellanos, como queda dicho. Y a pesar de la diversidad de estas actividades entre culturales y burocráticas, lo cierto es que las desempeñaba muy bien. De manera especial su trabajo al frente de las publicaciones de la Caja de Ahorros de Asturias, con el que pretendió, y en buena parte consiguió, ofrecer en ediciones de bolsillo muy cuidadas y atractivas un panorama de la narrativa asturiana de aquel tiempo, que luego se extendió a la literatura en general. No faltaban entre los títulos de aquella colección algunos de compromiso, pero el nivel en general fue muy bueno. Ya estaba bien de limitar la literatura asturiana al pasado, a Clarín, Palacio Valdés, Ramón Pérez de Ayala y don Ramón de Campoamor. También en la segunda mitad del siglo XX había clásicos como Dolores Medio y José Antonio Mases, cuyas obras sobre la Revolución Cubana, los relatos de «Los padrenuestros y el fusil» y la novela «La invasión» reunió en un volumen: todo un acierto. Otro acierto fue reunir en sendos volúmenes la prosa no científica de Severo Ochoa y Francisco Grande Covián, que se mostraron para quienes solo hubieran atisbado las ocupaciones que les dieron fama como buenos escritores que se expresaban con claridad y no sin elegancia en algunas páginas. Una de las características más destacables de aquel empeño editorial era que se permitía a los autores que eligieran entre todas las suyas la obra que deseaban publicar, bien se tratara de una selección de escritos, bien de la reedición de alguna antigua obra olvidada, como fue el caso de «Ñandú», de Juan Antonio Cabezas. En lo que se notaba que el editor era también escritor y sensible, por lo tanto, al apego que los autores tienen a sus obras.

Aunque Plans, más que un escritor, era lo que ahora se da en llamar un «activista literario», siempre en el ojo del huracán tanto editorial como televisivo y periodístico, o próximo a él. Se le recuerda, sobre todo, por sus narraciones de terror más o menos gótico, un poco a la manera de Poe o Lovecraft pasados por Ibáñez Serrador. Cultivaba la literatura de género con desenvoltura, aunque también cultivó con eficacia otras modalidades que van desde el periodismo hasta el ensayo. Y siempre tuvo presente a Asturias en sus andanzas más allá de los «montes firmísimos», que decía el obispo Pelayo. En una intervención en el programa «¡Qué grande es el cine!», de José Luis Garci, comentando el western de Anthony Mann «Tierras lejanas», desarrollado en Alaska, dijo: «Me recuerda a Asturias, porque sale mucha agua».

La Nueva España · 13 marzo 2014