Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

La Rochefoucauld

La antigua generación de los afrancesados frente a la nueva generación del inglés, lengua del Imperio

Como los de mi generación somos afrancesados, es natural que recordemos los nacimientos de dos escritores franceses como La Rochefoucauld (nacido en 1613) y Diderot (nacido en 1713). Entonces se estudiaba francés porque era la lengua de cultura por excelencia, en tanto que ahora se estudia inglés porque es la lengua del Imperio y de la electrónica. Antes estudiábamos francés y leíamos, bajo la severa vigilancia de don Luis Castañón, "trozos escogidos" de La Rochefoucauld, que formaba trío con los otros dos grandes memorialistas, el cardenal de Retz y el duque de Saint-Simon, mientras que ahora se estudia inglés pensando que es el "Sésamo, ábrete" universal que permitirá a los vástagos alcanzar puestos directivos en empresas de Singapur. El otro día un satisfecho padre me comentó que su hija hablaba perfectamente inglés y, como yo le preguntara si había leído los "Sonetos" de Shakespeare, casi se indigna: qué tonterías preguntaba yo, ¿a quién se le ocurre leer inglés para leer versos? Es decir, que no se estudia inglés para leer a Shakespeare, sino para triunfar como Natalio Grueso. En un sentido cultural, era mejor la enseñanza del francés: aprendíamos poco, pero leíamos algunas frases de La Rochefoucauld, a quien no está de más leer.

La Rochefoucauld (1613-1680) parece dos escritores: uno, el de las "Memorias"; el otro, el de las "Máximas". En mis tiempos se le estimaba más por las "Máximas", aunque Cristóbal Serra se resistió a colocarlo entre los aforistas. Las "Máximas" son severas reflexiones de carácter moral, escritas, lo mismo que las "Memorias", en un estilo "majestueuse et glacée", que en el siglo pasado llega hasta Henry de Montherlant. Ahora, este estilo parecerá, sin duda, anticuado, y eso pierde la humanidad informática, que con el tiempo llegará a reducir su léxico a media docena de palabras.

La Rochefoucauld nació en París, perteneciente a una gran familia de Angoumois, ennoblecida desde el siglo XI. En Francia nadie es noble si no se remonta a las cruzadas. La Rochefoucauld, duque de su nombre, fue un cortesano turbulento que participó en casi todas las conspiraciones de su época, y casi siempre en el bando equivocado, lo que lo obligó a fugas y destierros. Tuvo la educación de un gran señor, "o sea, mala", según Gabriel Ferraté, pero aprovechó su destierro en Verteuil de 1652 a 1656 para aprender latín y leer a los historiadores romanos, en especial a Salustio y Tácito, y a los moralistas. Entre conspiración y conspiración, escribió en el gran francés de su tiempo, que fue, en la lengua española, el de Quevedo, Saavedra Fajardo y Gracián (ni más ni menos). Las "Memorias" no fueron escritas en el orden en que han sido publicadas, y su primera parte (de 1624 a 1642) fue filón para la literatura francesa posterior: allí se cuentan la historia del collar de la reina, aprovechado por Dumas para "Los tres mosqueteros", y la de la conspiración de Cinq-Mars. Como moralista, expone de manera imparcial y tranquila su pesimismo al considerar a la especie humana. No confiaba en el hombre, pero tuvo el detalle elegante de desconfiar sin dramatismos.

La Nueva España · 19 diciembre 2013