Ignacio Gracia Noriega
Estamos en esto por dinero
El rechazo de los políticos a quedarse sin sueldo y que destruye toda clase de valores cívicos
Hemos de agradecer al alcalde de un municipio del Occidente su protesta desinhibida cuando sospechó afectados sus intereses económicos: «Si me quitan el sueldo, me voy», amenazó. No fue el único, ya que otros alcaldes imitaron su ejemplo, pero le corresponde el dudoso honor de ser el primero. Y aun tienen la desfachatez de calificar la posible pérdida de sus salarios como «ataque a la democracia». Será porque durante el régimen anterior los munícipes no cobraban y ejercían sus profesiones sin perjuicio de su actividad edilicia. Entonces no por ser alcaldes o concejales se «liberaban», abandonando «por el servicio a la comunidad» sus profesiones habituales.
Mi buen amigo el doctor Ramón Sobrino, siendo alcalde de mi pueblo, no dejó de ejercer como médico y dedicaba al Ayuntamiento su tiempo libre. Mucho antes que él, el socialista Mulero, alcalde de Oviedo, trabajaba en su taller de encuadernación y terminada la jornada laboral iba al Ayuntamiento a firmar o a lo que hiciera falta: se lo oí contar a Rafael Fernández, que fue su secretario. Con mucho menos motivo está justificada ahora la dedicación absoluta de los munícipes, ya que el número de funcionarios municipales se ha multiplicado, y hasta los más modestos están perfectamente armados de electrónica, que es todo un montaje muy moderno que si no sirve para reducir el trabajo es que solo sirve para presumir.
¿Qué pinta un alcalde a todas horas en el Ayuntamiento rebosante de funcionarios y de electrónica como si fuera un empleado más? En este sentido, Gabino tenía razón al no ir (según él, para no organizar líos con la oposición); aunque no sé si por eso dejaría de cobrar.
Una de las primeras cosas que se planteó durante la transición fue poner sueldo a quienes se dedicaran a la política. «De esta manera se evitará que roben», se decía. Pero tener un buen sueldo no evita nada. Ahora los políticos profesionales ganan más que nunca y, ¡ay!, están más corrompidos que nunca. Se acabaron los viejos idealismos de «servir al pueblo» y otras zarandajas. Como bien dice el alcalde de Villanueva de Oscos, «estamos en esto por dinero», y el dinero es lo único sagrado que queda en España. Por lo menos, ese sujeto no engaña a nadie.
El colmo de una mentalidad enferma es un elogio y una queja que no se escuchan habitualmente. El elogio: «Es un político honrado». Se elogia la excepción, no la regla. Lo normal es que los políticos sean honrados, de manera que si se destaca que uno es honrado es porque muchos otros no lo son. Y la queja: los políticos están mal pagados, se gana más en la empresa privada. Tal vez sea cierto. Pero, en el supuesto de que los quiera una empresa privada, ¿van a ganar lo mismo Cherines o Trevín que Pizarro? Y, en fin, si se gana tanto en la empresa privada, ¿por qué no se van a ella nuestros paupérrimos políticos? Porque nadie los obliga a presentarse a elecciones, a ocupar cargos y a tener sueldos con los que no llegan a fin de mes.
La Nueva España · 7 febrero 2013