Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

El sargento Borgnine

Necrológica de un actor prolífico y versátil, capaz de llenar la pantalla.

Ernest Borgnine, nacido en Hamden, Connecticut, en 1917, fue un actor popular y poderoso a lo largo de más de medio siglo -su primera película fue "The wistle at Eaton Falls", de Robert Siodmak, en 1951. Unas veces malísimo, pérfido y otras veces la bondad personificada, como en "Marty", de Delbert Mann, que le valió el "Oscar" al mejor actor protagonista en 1955; unas veces sargento (en "De aquí a la eternidad", de Zinnemann, y "Chuka", de Gordon Douglas) y otras general (en "Doce del patíbulo", de Aldrich), unas veces feroz revisor de ferrocarril ("El emperador del Norte", de Aldrich) y otras jefe vikingo ("Los vikingos", de Fleischer), unas veces contrabandista ("El rey de Poggioreale", de Coletti) y otras matón de pueblo ("Conspiración de silencio", de Sturges); unas policía bondadoso ("Paga o muere", de Michael Wilson) y otras productor cinematográfico ("La leyenda de Lylah Clare", de Aldrich, donde Peter Finch, que hacía el papel de un director tipo Stenberg le pregunta cuando se disponen a comer en un restaurante: "¿Qué vas a comer, Ernie, no veo cuervo en la carta?").

A lo largo de más de cincuenta años hizo todo tipo de personajes y más de cien películas. En todas sobresalía su envergadura de hombre gordo, de mirada vivísima y una sonrisa inevitable que siempre dejaba los dientes al descubierto: dientes que en el peor de los casos podían morder. En ocasiones alcanzaba el sadismo y en otras destacaba su cálida humanidad: podía ser un buen compañero (en "Arizona, prisión federal", de Daves), capaz de jugárselo todo por nada y de llegar hasta el final ("Grupo salvaje", de Peckinpah).

Pero, sobre todo, era un actor duro y fuerte, con recursos para adaptarse a cualquier personaje y llenar la pantalla durante el metraje que permanecía en ella. En cualquier caso, era un tipo de cuidado, con el que no se podían permitir bromas; en el peor de los casos resultaba inquietante. En "Johnny Guitar", de Ray, le dice a Sterling Hayden, con campechanería forzada: "Mis amigos me llaman Bart", a lo que Hayden contesta: "Como usted quiera, señor Lonergan". Aquel fue el comienzo de una mala enemistad.

En realidad, Borgnine era campechano, y por las carcajadas que echaba, jovial. Le hemos titulado en esta necrológica como sargento. En el cine hay dos tipos de sargentos: el perverso, cuyo modelo es Brian Donlevy en Beau geste, de Wellmann, y el pintoresco y simpático, cuyo gran representante es Victor McLaglen en la trilogía de la caballería de Ford. Borgnine bordó el primer tipo en "De aquí a la eternidad" y fue sombrío y letal para su coronel en "Chuka" sin llegar a ser simpático.

Aunque en otras desbordaba simpatía (estas veces su dentadura no resultaba amenazadora). Con su corpachón y su aspecto tosco y decidido, supo componer a un hombre tímido, tierno y sensible carnicero enamorado. Aunque las películas en las que se sentía más a sus anchas eran como "El emperador del Norte", donde la complicidad con Lee Marvin produjo entre ambos una conjunción vitalista y perfecta".

La Nueva España · 20 de julio de 2012