Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

La tristeza del Rey

Elogio del sistema monárquico frente al republicano

Leemos en los periódicos que el Rey celebró el pasado 6 de enero, día de Reyes, su cumpleaños más triste. Es comprensible, porque el Rey, al margen de su alta jerarquía, es también padre y suegro. Por lo tanto, resulta natural que esté apenado y que reflexione, tal vez amargamente, sobre la sabiduría de las monarquías antiguas, que no admitían los matrimonios morganáticos. Sin embargo, la golfería de algún allegado no debería afectar a la única institución española que, desde 1975, se ha mantenido con dignidad irreprochable y prestigio ascendente. El Ejército ha sido degradado a la condición de ONG vergonzante, de la Justicia nadie se fía, la opinión del pueblo soberano sobre los políticos profesionales es aún peor que la que tiene sobre los jueces. En realidad, es claro que los españoles son conscientes de que uno de sus problemas más graves lo constituyen sus políticos. Del sistema financiero, ni hablemos. En otro tiempo, los italianos (otros que tal andan) tenían a Pertini, que era perecedero; los españoles tenemos la Monarquía, que debiera ser permanente. Y no hay motivo para que no lo sea. Una institución como ésta puede aguantar el perjuicio que le causa un golfo de la misma manera que el mar no deja de ser mar porque descarguen en él cloacas. Las grandes instituciones, en realidad, están por encima de los accidentes. La Guardia Civil (la institución más seria de España, según Indalecio Prieto, que hablaba en tiempos de la República) pudo sobreponerse a Roldán como la Corona se sobrepondrá a Urdangarín. Cabe que algunos le reprochen al Rey que no haya vigilado más de cerca a su yerno; pero sería lo mismo que reprocharle a los políticos Rubalcaba y Trevín que fueran alguna vez como invitados a la casa supersónica de la Roldana en cierto concejo oriental. Esa señora y Urdangarín se parecen: uno se acercó a la Casa Real y la otra, al PSOE con ánimo de saqueo; y desde hace años se sabía qué clase de pájaros eran una y otro. El caso del agente Iglesias, compadre de la Roldana, en cambio es distinto. No es un caco, sino un amoral. Al no creer en este modelo de sociedad, es razonable que no lo respete. El responsable es quien confía cargos públicos a un personaje así.

Personalmente yo soy monárquico, por lo que confío en que el Rey disipe su tristeza. La Monarquía no sólo es superior a la República, porque es un mito en tanto que la República es una abstracción, por lo que, como decía Agustín de Foxá, se puede morir por el Rey, pero no por algo parecido al sistema métrico decimal, sino porque resuelve de manera barata, automática y efectiva la sucesión a la Jefatura del Estado. El nuevo Jefe del Estado desaparecido el anterior es el hijo del Rey: a rey muerto, rey puesto. Se evitan de este modo enojosos procesos electorales, con todos los gastos y toda la vana retórica que acarrean. Además, si el hijo del Rey ha sido educado para ser rey, el presidente de la República será quien diga el partido predominante: no necesariamente el mejor ni el más conveniente, sino el más útil a su partido. Y, en fin, la sucesión monárquica, cuando menos, garantiza que Aznar y Felipe González no pueden ser jefes de Estado.

La Nueva España · 12 enero 2012