Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

De la Torre del Pino

Francia produjo la mejor literatura religiosa del siglo XX

Mientras en España el catolicismo se expresaba con procesiones y novenarios o bien quemando iglesias, y en Italia derivaba hacia un escepticismo estetizante bajo la vigilante mirada papal, en Francia produjo la mejor literatura religiosa del siglo XX: una literatura a la vez espiritual y militante (pues no sólo son militantes los secuaces de las organizaciones de izquierdas: explícitamente se habla de la «iglesia militante», cuyos miembros en Inglaterra eran conversos y en Francia pertenecían a antiguas familias de sólida tradición) cuyos representantes más destacados abordaron la sombría alegría (Bernanos), la lucha interior (Rops) y la hipocresía (Mauriac), en novelas de atmósferas cargadas y descripciones muy precisas de la vida provinciana que a veces recuerdan las de Simenon (y no hago la comparación como menosprecio, sino como elogio). Si la tendencia de los novelistas era descriptiva y sociológica, la de los poetas tendía hacia el canto y la oración. Charles Péguy inicia su oda a «Notre Dame de Chartres» con metáforas de letanía: «Etoile de la mer, voici la lourde nappe». Los otros grandes poetas católicos afirmarían su lenguaje poético más atrás, en la Biblia: Claudel empleará la amplitud casi sin orillas del versículo (que ya había empleado antes Walt Whitman, con diferentes propósitos, ya que Whitman miraba hacia el futuro y Claudel hacia el pasado) y Patrice de la Tour du Pin, el salmo. Unos salmos de ascetismo de celda de monje medieval o mejor de monje moderno, como sus Benoit Gorphoncelet y Jacques Cortinaire. Pues el monje moderno está más solo, más aislado. Al vivir en un contexto fuertemente materialista y hedonista, extrema su espiritualidad más que el monje medieval, que vivía inmerso en un clima de espiritualidad que abarcaba todos los aspectos de la vida; también de la vida cotidiana. Hombre de su tiempo (Patrice de la Tour du Pin nació en París en 1011, en una antigua familia francesa de raíces irlandesas: de ahí «Patrice»), no fue ajeno a la influencia surrealista, y se da el caso en su poesía de alcanzar el misticismo por el surrealismo. Aunque ya en los «Salmos» se desembaraza de la carga surrealista por una poesía religiosa de expresión ascética y hondura espiritual. A la soledad llegan los bramidos de la Historia, la historia terrible de su siglo, en la que el poeta se vio envuelto y turbado. Péguy muere de un tiro en la frente al comienzo de la Gran Guerra, De la Tour du Pin fue herido y hecho prisionero al comienzo de la II Guerra Mundial. En la luz de su religiosidad, se sabe rodeado de sombras: «Me cuesta pedir por ellos pues se encaminan más a la noche que al día». Toda la poesía de este poeta es una lucha, incluso contra las limitaciones poéticas: «¡Que se oigan las más hermosas y sumisas llamadas! -Yo no puedo dar todo en mi canto». Y con destellos de alegría en soledad (la mística es interior y solitaria), sabe el poeta que el infierno es el «lugar inmóvil de la noche».

La Nueva España · 6 enero 2012