Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

El mundo de Cunqueiro

Repaso por la obra literaria del escritor gallego en su centenario

La Fundación José Antonio de Castro, de Madrid, que edita espléndidamente, ha puesto en circulación dos tomos de «Obras literarias» de Álvaro Cunqueiro, que recogen lo sustancial de la obra del escritor gallego, coincidiendo con el centenario de su nacimiento en Mondoñedo. Como escribió Néstor Luján, 2011 fue el año de los mejores champagnes y de los mejores vegueros de Vuelta Abajo; también el del centenario del nacimiento de Cunqueiro, que supo disfrutar las cosas buenas de la vida y reconoció, parafraseando a Bernanos, que no se atrevía a reconocer lo mucho que amaba el incomparable don de estar vivo. Hace ya treinta años que ha muerto, y los tiempos nuevos no son apropiados para las buenas cosas ni para magias. Cunqueiro, a estas alturas, está bastante olvidado, o acaso interesa poco, corren otros tiempos más desapacibles en los que a nadie se le ocurre considerar a la literatura como una expresión de la magia. Pero aunque su centenario pase inadvertido, al menos estos dos volúmenes están a la altura de la ilustre obra que contienen.

Aparentemente recogen su obra narrativa. El primer volumen contiene «Merlín y familia», «Las crónicas del Sochantre», «Las mocedades de Ulises», «Cuando el viejo Sinbad vuelva a las islas» y la recopilación de narraciones de su primera etapa «Flores del año mil y pico de ave». El segundo volumen es de carácter misceláneo: van en él otras tres novelas, «Un hombre que se parecía a Orestes», «Vida y fugas de Fanto Fantini» y «El año del cometa», más textos narrativos breves («La otra gente», «Tertulia de boticas prodigiosas y escuela de curanderos» y «Las historias gallegas»), poemas, fragmentos y una pieza teatral, «Rogelia en Finisterre». Lo mejor de Cunqueiro no es el teatro. En cuanto a la acumulación de textos narrativos breves, a la larga resulta monótona: con uno solo de los libros o una selección de los tres, bastaba. Me pregunto por qué las novelas no van todas en el primer volumen y no se incorporó «Flores del año mil» al segundo dado su carácter fragmentario y diverso. Como poeta, Cunqueiro está por conocer en español. En contraste con su prosa jocunda y feliz, es poeta nostálgico un punto elegiaco y panteísta que ve en los ciervos, aves («Ciervo, ave feliz que bebes agua limpia») y en las aves, frutos («Paloma, sabia manzana que arrullas dulcemente»). Una poesía muy apropiada para leer en las soleadas tardes de comienzos del otoño, mientras un aire suave mueve las hojas de los árboles a punto de ser rojas o doradas. Falta, por decir que falta algo, una muestra de sus innumerables artículos de periódico. Acaso algún día se repare en que lo mejor de la obra cunqueiriana está publicada en las páginas perecederas de la prensa diaria, de raras revistas y de publicaciones patrocinadas por laboratorios farmacéuticos.

El mundo de Cunqueiro es único en nuestras letras. Evoca un aire que no hubo y maravillosas y muy blancas y cálidas nieves de antaño.

La Nueva España · 29 diciembre 2011