Ignacio Gracia Noriega
Arthur Hunnicutt, un viejo del Oeste
Sobre el imprescindible papel del viejo en los westerns
Dentro de la enorme, riquísima y variada «comedia humana» del western, el viejo es personaje principal, tan imprescindible como el vaquero, el ranchero, la hija del ranchero, la cabaretera, el militar, el pistolero, el tahúr, el jefe indio, etcétera. Por lo general, el viejo acompaña al protagonista, es gruñón y sentimental (Walter Brennan en «Río Bravo»), bonachón y escéptico, aunque puede estar medio loco (Jack Elam en «Río Lobo»), y está enriquecido por la experiencia que proporciona haber cabalgado por las praderas, combatido a los indios y atravesado ríos y montañas. Según Pierre Domeyne, «representa un estado prewesterniano, con aroma a Fenimore Cooper». Para él, la guerra de los Estados es algo demasiado moderno, o no se enteró de que la hubo, traficando como estaba con los indios o trampeando nutrias y castores. Sus referencias épicas son las guerras indias. Es un individualista extremado con toques anarquistas que desconfía de la sociedad y de las agrupaciones humanas, que rehúye. Va desaseado, masca tabaco o fuma en gastadas pipas de maíz, lleva barba blanca o gris y se cubre con sombreros informes (el de Walter Brennan en «Tierras lejanas» es el sombrero de un gnomo). Como Clark Gable en «Vidas rebeldes», no está dispuesto a «vivir de un sueldo». Es trampero, guía de caravanas o de diligencias, «indian agent» (como John McIntire en «Apache»), buscador de oro o antiguo cazador de búfalos, siempre nostálgico de los búfalos y de los viejos tiempos de las llanuras deshabitadas y de las montañas inaccesibles. Jamás es sobrio, sino a la fuerza, y siempre que lo tiene a mano abusa del alcohol (como Adolphe Menjou en «Más allá de Missouri»). El médico borrachín al que dio su forma definitiva Thomas Mitchell en «La diligencia» se aparta del esquema, lo mismo que el juez borracho (Edgar Buchanan en «Duelo en la alta sierra») y el periodista, bien en la versión alcohólica (Edmund O'Brien en «El hombre que mató a Liberty Valance») o sobria (Robert Keith en «Cimarrón»); Walter Huston define al buscador de oro en «El tesoro de Sierra Madre»; Jay C. Flippen, al conductor de caravanas en «Horizontes lejanos», y John McIntire, en «Caravana de mujeres»; Lloyd Nolan, al desollador de bisontes en «La última cacería»; Millard Mitchel, al vagabundo en «Colorado Jim»; Ward Bond, al predicador armado en «Centauros del desierto»; Chill Wills, al tejano, y Víctor McLaglen y Arthur O'Connell, al sargento. Will Geer resume el tipo en «Las aventuras de Jeremiah Johnson»; también Edmund O'Brien en «Grupo salvaje».
Pero el trampero por excelencia es Arthur Hunnicutt en «Río de sangre», lo mismo que el guía en «Tambores lejanos» o el viejo ruidoso y «vencedor de indios», con su rifle, su cuerno de pólvora y su corneta, en «El dorado». También fue conductor de diligencias, soldado veterano y encargado de postas. No cambiaba de película a película (de «Flecha rota» a «La roja insignia del valor», de «The tall T» a «La ingenua explosiva»): delgado, seco como el tasajo, su cecina particular, espesa barba, fuerte nariz, chaqueta de piel de gamo, y una ironía y experiencia maravillosas y excepcionales. Fue uno de los grandes viejos y no era tan viejo: nacido en Arkansas en 1911, este año cumpliría los cien años.
La Nueva España · 15 diciembre 2011