Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

La crecida del río

Recorrido por la obra de dos grandes autores: Faulkner y Valle Inclán

En 1930, William Faulkner, escritor norteamericano desconocido en España (su primera novela traducida al español fue «Santuario» de 1931, después de que hubiera pasado por el fielato cultural de Francia y de ser elogiada por Malraux y Gide, aunque no se encontró lugar más adecuado para publicarla que la colección de Hechos Sociales de Espasa Calpe) publica una novela de extraño título, «As I Lay Dying», conocida aquí por «Mientras agonizo», que el crítico William Van O'Connor aborda en términos épicos afirmando que «el viaje funeral puede recordarnos la emigración mosaica en Egipto, el paso del Jordán, el difícil viaje de los muertos a través de la laguna Estigia, las largas caravanas de los peregrinos a la Meca o las peregrinaciones a algún santuario de Mongolia o del Tíbet». Los críticos habitualmente exageran, y lo que se relata en «Mientras agonizo» es el entierro de Addie Bundren, que debe ser trasladada al otro lado del río, que baja crecido y ha arrastrado los puentes. En consecuencia, la familia Bundren busca un camino para transportar a la difunta. Cash, el hijo mayor, construye el ataúd, y Anse, el viudo; Darl, el hijo repudiado y Jewell, el hijo ilegítimo; Dewy Dell, la hija embarazada, y Vardaman, el simple, un sucesor de Benjy, de «El ruido y la furia», y, naturalmente Cash, emprenden un viaje funeral fantasmagórico y terrible a través de las partes más desoladas del condado de Yoknapatawpha. Sumadas a la muerte de su madre, a la familia le suceden diversas desgracias. Al final, el ataúd se vuelca y cae el río, Darl intenta incinerar el cadáver quemando un pajar (un tema muy faulkenariano el de «Quemando establos») y, como último recurso, Anse pide prestados un pico y una pala para cavar una tumba. La familia prácticamente se ha destruido y la muerta no reposa donde debería reposar.

Tres años antes, en 1927, un ilustre escritor español, pero sin duda ignorado en Norteamerica, Ramón del Valle Inclán, publica «La Corte de los Milagros», primera parte de la serie de «El ruedo ibérico», en cuyo libro sexto se habla de «La tía Cachicana, que despachó el viernes pasado, y como el desate del río se ha llevado la puente, aún no pudo recibir la tierra bendita», asunto que será desarrollado con amplitud con el título de «La soguilla de Caronte». También la tía Cachicana tiene que ser trasladada al otro lado del río para ser enterrada y no puede ser. La pasan tendiendo una soga, y el viudo, para aprovechar el ataúd, propone rifarlo. Lo que Faulkner narra con entonación épica, Valle lo hace en todo grotesco, esperpéntico. Y viene la pregunta: ¿habrá leído Faulkner a Valle? Con seguridad, no; el único libro español que el novelista leía, todos los años, era el «Quijote» (su última novela, «Los rateros», es en gran medida quijotesca). No obstante, la misma historia (el río crecido y la muerta itinerante) tuvo lugar casi simultáneamente en el mítico Yoknapatawphay en la posesión cortijera de los Torre-Mellada. Por qué, no se sabe.

La Nueva España · 1 diciembre 2011