Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Volver a Nebrija

Lo primero que tienen que hacer los estudiantes universitarios es saber y escribir en español

La Fundación Antonio de Nebrija, de la Universidad del mismo nombre, ha publicado hace pocos años (en 2006) un breve libro, muy bien encuadernado e impreso, que, con el título de «Nebrija vive», recoge la conferencia dictada en esas aulas por el profesor José Gómez Asensio. «Con esta publicación, la Fundación pretende contribuir a que la figura de Nebrija se conozca mejor, así como a que se reconozca la presencia y pervivencia de su "Gramática castellana"...», escribía Manuel Villa Cellino, presidente del Patronato. No sé cuántos ejemplares se han imprimido de este libro breve y sustancioso, pero deberían distribuirse millares, cientos de miles, porque si Antonio de Nebrija «vive», lo cierto es que le están asesinando por las cuatro esquinas de esa bobería redundante que llaman «Estado español», por no decir España.

La «Gramática» de Nebrija es la primera gramática que se llamó «gramática». El humanista lebrijano había publicado en 1481 sus «Introductiones latinae»; publica la «Gramática castellana» en 1492, buen o mal año, según se mire. En ese año, España expulsa a los últimos moros y descubre el Nuevo Mundo: dos acciones altamente incorrectas en materia política, nada digamos de la publicación de la gramática. ¿Dónde quedaba entonces la «alianza de las civilizaciones, dónde los chapurreos montaraces de cabreros y picaterrones, dónde las civilizaciones idílicas de los «buenos salvajes» del otro lado del vasto océano que incluían como expresiones del más exaltado humanitarismo la esclavitud y los sacrificios humanos? El alcance de la «Gramática» no fue menor que el de la conquista de Granada y el descubrimiento de América. ¿Para qué escribe Nebrija su «Gramática»? Para fijar el uso del español, estabilizar la lengua, unificar variantes, facilitar el aprendizaje del latín, abrir una vía para los extranjeros que necesitaran hablar español, porque esa lengua no tardaría en convertirse en la «lengua del imperio», y era tan necesaria como hoy el inglés. Y esa lengua de primera categoría y calidad (la primera lengua materna del mundo occidental) hoy está a punto de convertirse en pura barbarie: sin ir más lejos, asusta la ignorancia, la burrez ilimitada de quienes envían mensajes a los programas televisivos. Y con este panorama desolador, hay políticos que ofrecen en Asturias el aprendizaje del inglés y el chino y más bable. El pasado 20 de julio, La Nueva España publica unos datos aterradores: el 80% de los universitarios asturianos comete faltas de ortografía (¡tiempos aquéllos en los que don Carlos Conde suspendía en la Escuela de Ingenieros a quien incurría en una sola falta de ortografía!), la mayoría no saben que Lisboa es la capital de Portugal ni quiénes fueron Goya o Ramón y Cajal. ¿Y con esto la cuestión más apremiante de los universitarios asturianos es aprender inglés y chino? No nos vengan con bromas ridículas. Primero es que aprendan su lengua, que sepan hablar y escribir en español, que echen un vistazo a la gramática. Nebrija vive, en efecto. No pueden ser los dirigentes educativos quienes le obliguen a morir por segunda vez.

La Nueva España · 28 julio 2011