El escritor ruso escribió sencillas narraciones para sus mujiks, cuentos excelentes llenos de vivacidad y colorido
Leon Tolstoi es autor de tres novelas extensas, «Guerra y paz», «Ana Karenina» y «Resurrección», de otras no muy largas («Felicidad conyugal», «Sonata a Kreutzer», «Los cosacos», «Hadji Murat»), de una trilogía autobiográfica, de varias piezas teatrales y de numerosos relatos y cuentos de extensión variable, desde la novela corta («La muerte de Ivan Ilitch», «El padre Sergio», etcétera) hasta esbozos de apenas una página («El lobo»), además de un tipo de literatura discursiva, ideológica y panfletaria a la que dedicó la última etapa de su vida, renunciando a la gran literatura en beneficio de actitudes místicas y sociológicas, que Turgueniev le reprochó en términos y circunstancias dramáticas, pidiéndole que volviera a ser el «gran escritor de la tierra rusa»; renuncia a la que Henry James calificó como «monstruosa». Algunos cuentos y novelas cortas son tan conocidos y apreciados como sus novelas largas: «La tala del bosque», «Los dos húsares», «La borrasca», «La mañana de un señor», «Amo y criado», «El degradado», «La incursión», los tres relatos de «Sebastopol», etcétera. Dentro de esta narrativa breve ocupan un espacio muy especial sus cuentos para niños y los cuentos populares, que Romain Rolland consideraba como «obra única del arte moderno». Aunque profundamente original en sus temas y tratamientos, Tolstoi procedía de una tradición sólida. «Guerra y paz» se asienta sobre «La Iliada» y los cuentos populares, sobre las parábolas evangélicas y las «1.001 noches». Pero él negaba los encasillamientos y los géneros, e incluso su pertenencia a la narrativa europea de su época: en el apéndice a «Guerra y paz» afirma que no existe una sola obra de arte en prosa rusa que pueda encajar en la forma habitual de novela.
Oportunamente (pues coincide con el centenario de su fallecimiento, en 1910), Alba Editorial ha publicado una variada selección de sus «Relatos», que incluye algunos conocidos («Tres muertes», «El padre Sergio» «El diablo», «Cuánta tierra necesita un hombre», «Después del baile», «El prisionero del Cáucaso», etcétera), y otros que son novedades, al menos en su disposición: ya que se incluyen narraciones tomadas del «Nuevo abecedario» y de los cuatro libros de lecturas, que tenían un objetivo pedagógico. Durante algún tiempo, Tolstoi pretendió enseñar a leer a sus mujiks: para ello escribió sencillas narraciones (fábulas, anécdotas históricas, cuentos populares e infantiles) con los que se proponía «enseñar deleitando». Y como era un escritor gigantesco, este material didáctico está compuesto por cuentos excelentes, llenos de vivacidad y colorido. Algunos de estos cuentos poseen la inevitable moraleja; también la tienen otros cuentos de mayor enjundia, como «Cuánta tierra necesita un hombre» o «El diablo». «El padre Sergio» refiere la historia de alguien que renuncia a su posición, primero por la mística, luego por la ascética, y finalmente por la pedagogía y la agricultura. Algunas moralejas son de una formidable trivialidad: escribe «El lobo» contra la dieta carnívora.
La Nueva España · 2 de marzo de 2011