Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

El enriquecimiento cultural

Sobre la arcaica idea romántica de que donde hay lengua propia hay nación

En lugar de reconocer claramente (pedir que lo hagan honestamente sería pedir demasiado) que la presente disparidad de lenguas en el Senado del «Estado español» obedece a un propósito político bien definido, los responsables de la invención invocan un hipotético «enriquecimiento cultural». De modo que lo que en principio pudiera parecer una obra de Ionescu (un grupo de individuos que se entienden perfectamente entre ellos en la lengua común, cuando han de hablar en el foro donde se tratan los asuntos públicos cada uno lo hace en su propia jerga, las más de las veces inventada) se convierte en una expresión de «alta cultura» que equipara el Senado a la Academia (de las lenguas, si fuera posible). La arcaica idea romántica de que donde hay lengua propia hay nación (tomada de los «Discursos a la nación alemana» de Fichte) sigue vigente en la España que aspira a la disgregación y a la desaparición. De lo que se trata es de que se deje de levantar la torre en el Senado como en Babel: «Porque allí confundió Yahvé el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de la tierra» (Génesis 11, 9). En principio, la primera vulnerada por la «confusión de lenguas» es la propia Constitución, uno de cuyos artículos establece la obligación de todos los españoles de conocer la lengua española. ¡Buen ejemplo dan los padres de la Patria siendo los primeros en vulnerar su Carta Magna! De momento, cada uno va a hablar en su bable (o babel); otro día les dará por ir ataviados con las respectivas galas regionales en cuanto que signos inequívocos de «identidad», como en su día invitó el consejero Valledor a los asturianos a que se ataviasen con el «traxe» o «vistíu» de su invención. No será esto novedad, sin embargo. Azorín recuerda que en tiempos de Canalejas había un diputado que concurría a las Cortes vestido de baturro.

Mas dejémonos de política. Yo me pregunto qué «enriquecimiento cultural» supone conocer las lenguas cooficiales del «Estado español». Se puede invocar, desde luego, el caso de Suiza, aunque tal vez resulte un poco exagerado comparar las lenguas alemana, italiana y francesa con la gallega, la catalana y la vascuence. Y tengo en cuenta que Unamuno, que sin duda tenía mucha facilidad para las lenguas, afirmaba que un español culto debería entender el catalán y el gallego. Pero ¿se pierde algo quien no entienda esas lenguas? Temo que no. Los grandes escritores de esas regiones o escribieron exclusivamente en español (Boscán, Baroja, Unamuno, Valle-Inclán) o fueron bilingües (Cunqueiro, Pla). Si alguno hubo de verdadero valor que se quedó en su lengua vernácula, que lo traduzcan. Aunque no creo que lo haya habido. No se puede ser universal en una lengua local.

La lengua es un instrumento. En sí misma no supone ningún enriquecimiento. Enriquece lo que en esa lengua se expresa. Lo que sí representa un auténtico y deplorable empobrecimiento es renunciar al latín y al griego; empobrecimiento que no compensa, de ninguna manera, la desorbitada promoción de lenguas autóctonas o «falas locales».

La Nueva España · 3 febrero 2011