Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

La continuidad de La Granda

El acoso a una actividad académica presidida por la austeridad

A juzgar por noticias aparecidas en la prensa estos últimos días, da la impresión de que hay personas que están muy enfadadas por la continuidad de los cursos de La Granda, hasta el punto que este año no fue necesario el consabido artículo anti-Granda del inevitable historiador sectario. En esta ocasión se amplían los sectores de acoso, desde un partido político de Gijón a la entrada en escena de algunos exgestores de los cursos con el rótulo de Fundación Escuela Asturiana de Estudios Hispánicos.

Ante el proyecto de clausurar los cursos en 2012, una de sus cabezas decidió continuarlos con el título de Cursos de La Granda. Los cursos han sufrido algunas modificaciones, se han acortado considerablemente, pero de los de 2013 a éstos de 2014 que ahora se clausuran se ha experimentado una consolidación evidente y una gran mejoría en los aspectos externos.

La Granda continúa manteniéndose más o menos como de costumbre, según se explica con toda claridad en el programa de actividades de este año: “Es posible mantener toda esta actividad en el edificio de La Granda, en primer lugar por la munificencia de Arcelor-Mittal; también por la contribución de ayuntamientos importantes asturianos, encabezados por los de Gozón, Gijón, Oviedo y Avilés, y por la Fundación Santander, por la Fundación Iberdrola y por multitud de empresarios asturianos, todos los cuales, con una generosidad impagable, mantienen estas originales reuniones, que no tienen paralelo en España”.

Por lo demás, incluso en sus momentos de máximo esplendor académico, La Granda fue un ejemplo tal vez único en España de austeridad administrativa. Por lo que resulta escandaloso que en una región en la que se tiró el dinero en despilfarros como el Niemeyer se organice lo que se está organizando por cuarenta mil euros que, según parece, no se han desembolsado.

Y el colmo es llamar a La Granda hotel de cinco estrellas, con toda clase de servicios cubiertos y lujos asiáticos. No hace falta más que visitar las habitaciones del palacete para que ellas mismas refuten tan falsedad. En cuanto al servicio, es muy bueno pero mínimo. Nada de quince camareros y un mayordomo; a lo sumo, un “maitre” excelente y dos camareros para servir las mesas.

Y en lo que se reúnen la villanía y la mezquindad es afirmar que Juan Velarde se toma en La Granda sus vacaciones de verano. Desde luego, pasa el verano en La Granda, pero en lugar de ir a la playa, los toros o de “cabaret”, todas las mañanas está el primero en el salón de sesiones, asiste a todas las conferencias, interviene en la mayor parte de ellas y él mismo dirige personalmente uno o dos cursos, en los que pronuncia otras tantas conferencias. Y después preside las comidas y las cenas, y por las tardes, se mete en su despacho a trabajar hasta la noche. Un despacho digno de un sultán: una mesa grande llena de periódicos y papeles, una mesa pequeña donde escribe y como único lujo, una ventana al campo. ¿Es que quienes le acusan de “veraneante” quieren que pague su estancia en La Granda?

La Nueva España · 30 agosto 2014