Ignacio Gracia Noriega
El equinoccio
La primavera y las teorías apocalípticas
Hoy ya entró la primavera. Se trata de una entrada oficial, de calendario, por así decirlo. Porque en Asturias, entre pitos y flautas, el invierno puede prolongarse hasta entrado mayo, con lo que el invierno, que en el calendario es la estación más corta, en la realidad es la más larga, y no se trata de que esto sea Burgos, donde hay dos estaciones, la del ferrocarril y el invierno. Noviembre ya es invierno, y en abril, "el de las aguas mil", puede nevar. No, la primavera no entra siempre el día que señala el calendario y a veces se retrasa de manera exasperante y parece que no acaba de dar paso a los días largos y floridos que anteceden al solsticio de San Juan, los más hermosos del año.
El día de la entrada de la primavera debiera ser alegre; pero también es un día peligroso. Gaignebet escribe que "el día del Gran Año, en que el eje del mundo situado sobre la cabeza de Aries hará brillar sobre la Tierra el cielo de sus primeros momentos, verá abismarse el Universo. Así, cada 20 o 21 de marzo, el mundo corre el riesgo de terminarse. Cuando en ese día, Luna, estrellas y Sol vuelvan a su configuración inicial, el caos triunfante volverá a abrir los caminos de los hombres y de los dioses. En tal visión se funda el Apocalipsis de San Juan". Y tal visión es percibida también por Virgilio, en su égloga IV: "Nace entero el gran orden de los siglos; / vuelve la Virgen ya, vuelve el reinado/primero de Saturno, y al fin baja estirpe nueva desde el alto cielo". La idea de los "grandes meses" estaba muy extendida en la Antigüedad, y es extraño y maravilloso que sus mayores expresiones literarias procedan de las dos culturas que fundamentan nuestra civilización: la bíblica y la grecolatina. De hecho, fueron los profetas hebreos y los poetas latinos los primeros en buscarle un sentido a la Historia, aunque la idea del Gran Año parece desmentirlo. La idea de la historia rectilínea de progreso ilimitado es moderna. De hecho, la Antigüedad clásica no esperaba gran cosa del futuro y situaba la Edad de Oro en el pasado, en el punto de partida. Como escribe Eliade, "el tiempo sagrado es por su propia naturaleza reversible, un Tiempo mítico primordial hecho presente". Con la vuelta al comienzo, vuelve a repetirse la historia.
Es raro que con tantos agoreros como anuncian el fin del mundo casi diariamente ninguno haya reparado en el Gran Año; espero no darles una idea. Pero es extravagancia buscar en el calendario maya o en Nostradamus algo que estuvo muy arraigado en nuestro remoto origen mítico. Escribo este artículo antes del día 21. Si ustedes tienen la oportunidad de leerlo, será buena señal. Este año no habrá sido el del Gran Año, el del universo que se destruye para reaparecer.
La Nueva España · 21 marzo 2014