Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

La versión del empresario

El ejemplo de Francisco Rodríguez

Dice Francisco Rodríguez, presidente de Ilas-Reny Picot, que "quien no sienta la necesidad de ganarse la vida, que se dedique a otra cosa". Lo malo que ésos, efectivamente, se dedican a otra cosa, y por lo general con excelentes resultados: a la política, a comisionistas de raros eventos y a ocupaciones varias que hace medio siglo no se concebían o, en el caso de que se concibieran, pertenecerían al ámbito de la ciencia-ficción. Hoy la ciencia-ficción buena ha sido literalmente aplastada por el cine para niños de infernales efectos especiales, glorificación de la tecnología y de la violencia, y por un discurso pedantesco propio de un mundo que ha vuelto a creer en las nefastas supersticiones de antaño como el culto indiscriminado a la ciencia más otras nuevas, como la fe en que sabiendo hablar inglés se conquista el mundo.

Francisco Rodríguez lleva muchos años al pie del cañón o, si se prefiere, de la vaca lechera, y es, además, de los escasísimos empresarios españoles que racionalizan su ocupación y escriben y publican sus conclusiones: porque, como decía Montaigne, escribir bien es pensar bien, y Francisco Rodríguez escribe muy bien porque reflexiona lo que dice y lo que escribe, y, al cabo, reúne sus escritos en libros que sucesivamente desarrollan la misma metáfora ferroviaria: "Desde un tren de mercancías", "El tren prosigue su recorrido" y, de momento, el tercer volumen: "Parada, pero no fonda". Es decir, no hemos llegado y la fonda de la estación está cerrada. La meta se encuentra más allá y la fonda hay que abrirla para que funcione. Si no se abre la fonda, no hay nada que hacer, y el viaje puede acabar en la parada, lo que es todavía peor que quedar a mitad de camino.

Francisco Rodríguez se ha dirigido, junto con otros dos destacados ejecutivos, a un numeroso público compuesto en su mayor parte por jóvenes "emprendedores". ¿Es "emprendedores" la nueva manera de denominar al "empresario", por si este término no resulta "políticamente correcto"? En cualquier caso, Francisco Rodríguez se dirigió a su auditorio como empresario que no tiene miedo a que lo llamen liberal. ¡Como si la empresa no fuera resultado del liberalismo! En un mundo empresarial como el asturiano, donde el empresario procura eludir todos los riesgos posibles por la vía de la subvención, Francisco Rodríguez afirma: "Hay que pensar en correr el menor riesgo posible, pero si no se tiene capacidad para afrontarlo, no se puede ser empresario". No hay que tener miedo al riesgo: ya lo dijo Faulkner en su discurso de Estocolmo: "Lo más bajo del hombre es el miedo". Y en el caso del empresario, lo más peligroso y también lo más servil. Un empresario con miedo siempre acaba subvencionado. Y otra cosa importantísima: "Empezar desde joven en esto tiene la gran ventaja de que se puede rectificar". Casi siempre se puede rectificar, pero no siempre puede aprender. Como decía Picasso, se aprende a partir de los sesenta, pero ¡ay, Paco!, entonces ya es un poco tarde.

La Nueva España · 2 octubre 2013