Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Los profesionales estrellas

El fenómeno de los arquitectos, los cocineros y los jueces «mediáticos»

Entre las grandes catástrofes de «este país», además de las endémicas (bancarrota económica, corrupción política, desmoronamiento de las instituciones, ausencia de auténtico control del poder, es decir, ausencia de democracia, y, por supuesto, el Estado de las autonomías según mandato constitucional), figuran, acaso como anécdotas pero muy significativas, «last but not least», algunos profesionales de gran presencia «mediática» (como se dice ahora) que han adquirido suma popularidad no tanto por sus obras afectivas como por su significación social, política o emblemática; siendo los más nefastos los jueces estrella, los arquitectos estrella y los cocineros estrella, tan perfectamente conocidos y reconocibles que no será necesario que mencione nombres que están en las mentes de todos mis lectores. ¿Cómo ha sido posible tal fenómeno en un país de entusiasmos muy fijos e incluso rutinarios? Pero, dado que ahora los políticos desplazan con su presencia continua y asfixiante en los medios de comunicación a las tonadilleras, a los futbolistas y a los toreros, y a algún que otro deportista o velocista sobre artefacto mecánico, no es de extrañar que algunos jueces, algunos arquitectos y algunos cocineros reclamen sus momentos de gloria, pues, como decía Jaimito, si no se hace uno mismo propaganda, no vende una rosca.

Dejando de lado a los jueces, porque con la justicia cualquiera puede tener un encontronazo sin pretenderlo y al ser funcionarios están más allá de las oscilaciones del mercado y quién sabe si del bien y del mal, para que existan arquitectos estrella y cocineros estrella es indispensable un público aldeano que los alienta con su entusiasmo y los alimenta con sus dineros, al menos, cuando éstos sobraban. Por lo general, tales estrellas rutilantes de la osa menor suelen ser notorios «blufs» que cuando se desinflan dejan en entredicho al aldeano (y con la bolsa temblando). Sobre el arquitecto estrella ya advirtió en un par de artículos publicados en este periódico el arquitecto local Guillermo Zarracina. Pero como Zarracina es local y no es estrella, como si cantara. Ahora parece ser que el local tenía razón al enjuiciar al «universal», a quien sus portavoces ponen por los cielos arremetiendo contra quienes le contrataron al arquitecto estrella, leemos con escándalo en estas páginas, pretendían comer en un restaurante de cinco tenedores y pagar como si se tratara del «plato del día». Así que, además de cornudos, apaleados, y el «arquitecto cinco tenedores» continuará su extraña y meteórica carrera de artista que no admite críticas, porque todo lo que hace está bien, porque para eso es estrella.

Sin embargo, corren malos tiempos para esas efímeras estrellas (como para todo). A los jueces estrella los inhabilitan por prevaricación, al arquitecto estrella se le caen las casas... Ya sólo falta que en un rapto de inspiración un cocinero estrella envenene a un cliente.

La Nueva España · 23 mayo 2013