Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Cardenal italiano y rey francés

Cuando escuché el nombre de «cardenal Bergoglio» pensé que se trataba de un cardenal italiano y que las aguas volvían a su cauce natural, es decir, al Tiber. Un Papa italiano siempre se asienta sobre una tradición numerosa y poderosa. Pero este Papa es argentino. Sabido es que los argentinos constituyen un extraño pueblo de italianos que hablan español, sueñan con París y quieren ser ingleses. También que Argentina es uno de los países más singulares del mundo y el que mejor desmiente los conceptos de «desarrollo» y «subdesarrollo»: pues poseyendo todos los medios materiales para ser un gran país desarrollado y una población culta y «europea» se encuentra habitualmente a las puertas del subdesarrollo, a causa en buena parte de los propios argentinos. ¿Por qué? Seguramente porque los argentinos están descolocados porque quieren ser europeos antes que argentinos y eso es tan perjudicial para la nación como que los nuevos españoles crean que por saber inglés van a encontrar trabajo en Singapur. Yo creo que cada persona debe mirar hacia su país antes que hacia el extranjero: eso es bueno para la propia persona y para su país.

A Bergoglio no se le puede acusar de que no haya respirado cosmopolitismo. Asimismo, sus raíces son italianas, lo que ya es un aval para quien ha de ser obispo de Roma. Tal vez, siendo argentino, hubiera preferido París: como escribe Blasco Ibáñez en «El Papa del Mar», una novela sobre el antipapa Luna, la enfermedad de los argentinos es París. Pero Roma tampoco está mal. Si me apuran, es una ciudad mucho más europea y mucho más importante espiritual y culturalmente que París. Esperemos que el cardenal Bergoglio se sienta en el Vaticano como en su casa y sea un buen obispo de Roma.

Además, Bergoglio es un Papa cuya lengua de uso es el español. No sé si en su casa se hablaría italiano, pero en las calles de Buenos Aires se habla español. Los Papas suelen tener fama de políglotas (ya se sabe: las lenguas de fuego descritas en los «Hechos de los Apóstoles»). Y a partir del momento en que es elegido Papa pierde su nacionalidad. Mas no olvidemos que el último Papa español, Alejandro VI, fue un golfo terrible. Gracias a Dios, Bergoglio tiene un aspecto más pacífico.

Se destacan entre sus virtudes la humildad (cosa natural tratándose de un jesuita), la preocupación por los pobres (lo que suena muy bien a efectos de la «corrección política» religiosa) y que paga sus facturas. Recuerdo el escándalo que causó la famosa obra «El Vicario» porque en una escena Pío XII sacaba una estilográfica y extendía un cheque. Ahora que el Papa pague es mérito: cómo cambian los tiempos.

Francisco I, el nuevo Papa, tiene apellido de cardenal italiano y ha elegido nombre de rey francés. Ya sé que lo ha elegido por San Francisco de Asís. Pero, cómo tira París...

La Nueva España · 16 marzo 2013