Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

La hostelería del Fontán

Bajo ninguna circunstancia ni por ningún motivo quisiera yo contribuir a la mala imagen del movimiento vecinal ovetense, en el que participé de manera activa hará ya cuarenta años, en tiempos más difíciles que éstos, aunque sospecho que para quienes dedican sus esfuerzos a la defensa de los intereses de sus vecinos no hay tiempos fáciles. Ahora bien, yo le pregunto a la señora Ana Isabel Álvarez Balbín, presidenta de la AA VV «Ramón Pérez de Ayala», si los establecimientos hosteleros situados en ese histórico entorno perjudican tanto al singular conjunto urbano y al sosiego y descanso nocturno de los vecinos. Los establecimientos situados en esa plaza cierran temprano, como viene siendo habitual desde que por razones misteriosas los españoles del nuevo orden cambiaron las ancestrales costumbres trasnochadoras por la de retirarse conjuntamente con las gallinas, y así Oviedo, a las 10 de la noche, recuerda a la ciudad de antaño a las 4 de la madrugada, y el público que ocupa las terrazas no alborota ni arma grescas: a lo más puede llegar a los pisos el rumor de las conversaciones, no más molesto que el paso de vehículos automóviles por otras calles céntricas. Pone como ejemplo doña Ana Isabel el mal estado del pavimento a causa de la típica costumbre asturiana, según ella, y yo añadiría bárbara costumbre, de escanciar la sidra, bebida más propia de un ámbito rural que de una ciudad cosmopolita (estoy citando a mi amable comunicante casi de manera literal): pero desde que la sidra se convirtió en reclamo turístico se descorcha mucha sidra en Oviedo, ciudad que, en efecto, hace años no era especialmente sidrera (sólo hay que hacer recuento de las pocas sidrerías de antes en comparación con las muchísimas de ahora). Ahora bien, porque la sidra ensucia el pavimento, ¿tendrán los ciudadanos ovetenses que renunciar a la sidra y hablar inglés?

Yo creo de buena fe, doña Ana Isabel, que la hostelería del Fontán no perjudica el entorno, sino al contrario: lo anima y contribuye a su conservación. ¿Prefiere la AA VV aquel Fontán oscuro y lóbrego que conocimos, por el que sólo pasaba de vez en cuando un gato y había una anciana que vigilaba celosamente con un palo de escoba en la mano un montón de arena para fregar? Aquellos eran otros tiempos. No entiendo por qué se pretende abolir uno de los pocos lugares animados de la ciudad, y que después del mercado de la mañana se convertía en un espacio desolado y silencioso. ¿O es que consideran los vecinos del Fontán más conveniente y «políticamente correcto» un Fontán vacío y dispuesto para ser ocupado por las hordas del «botellón»? Alude, en fin, doña Ana Isabel a la «ambición desmesurada y a la recaudación» de los hosteleros de la zona. El sector de la hostelería, uno de los más eficientes de la región, es el más castigado por las pijoterías alarmistas de quienes están decididos a prohibirlo todo en nombre de la salud y del progreso: el tabaco, el alcohol, trasnochar, etcétera. No está el horno para tales bollos, y debe reparar la AA VV «Ramón Pérez de Ayala» que el acoso a la hostelería del Fontán puede significar un riesgo para los puestos de trabajo que ahora mantiene. No me gusta utilizar la demagogia del «puesto de trabajo», pero así es. Yo admito todas las razones que pueda tener la AA VV «Ramón Pérez de Ayala», pero también comprendo las de los hosteleros, y puestas en las balanzas unas y otras aventuro a opinar que las molestias que los hosteleros puedan causar a los vecinos no son equiparables a las que los vecinos demasiado puntillosos están causando a ese sufrido gremio.

La Nueva España · 14 enero 2013