Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Dostoievski a la vuelta de Siberia

«Humillados y ofendidos», la novela de la conversión del gran escritor ruso

En 1859, Fiódor M. Dostoievski regresa al mundo después de largos años de prisión y destierro en Siberia, y el hombre que vuelve es muy diferente del que fue. Marchó condenado corno un joven subversivo que había participado en un acto literario clandestino y la lectura en público de la carta llena de reproches de Belinski a Gogol estuvo a punto de costarle la vida, y le costó diez años de su vida, en los que no se le ahorró nada, desde el simulacro de fusilamiento hasta el encierro en un viejo edificio de maderas podridas con goteras y una estufa que más asfixiaba que calentaba, cargado con grilletes de diez libras, el hielo hasta las rodillas, habiendo de descargar barcazas en el Irtish, transportar ladrillos y mover la rueda de afilar, bajo la vigilancia de un carcelero que odiaba a los presos políticos, y regresó extrañamente agradecido al zar y afirmadas las bases de su ideología posterior, asentadas sobre el acatamiento a la Iglesia ortodoxa, la Monarquía absoluta y el nacionalismo ruso como murallas contra el liberalismo, el socialismo y el europeísmo.

En su nuevo sistema, Europa era el anticristo y Rusia, Cristo. No era de extrañar tal reacción en una Rusia en la que las clases altas y los intelectuales, «prósperos y cínicos», según Joseph Frank, hacían gala de afrancesamiento. Afrancesamiento que se extiende a la literatura: es difícil encontrar una novela rusa de la época en la que no haya grandes parrafadas en francés. Toda la «gente fina» hablaba más francés que ruso: recordemos el comienzo de «Guerra y paz». Era alarde, seña de identidad (por así decirlo) y manera de demostrar que se estaba al día y se pertenecía a la clase social ilustrada. Entre los escritores europeístas destacaba Turgueniev, de quien Dostoievski traza un retrato sin concesiones y sin darle cuartel a través del afrancesado Karmazinov de «Los poseídos». Y el tiempo le hizo justicia a Turgueniev, además de Dostoievski. La crítica de hace medio siglo le situaba como el gran novelista ruso, al lado de Tolstoi y Dostoievski. No creo que le corresponda tal lugar, sino a Gogol, de quien Tolstoi y Dostoievski proceden en buena parte.

El cambio Dostoievski no sólo fue de carácter político. A partir de su regreso se afirman algunos principios que serán centrales en su obra posterior: la superioridad ética del sufrimiento, la salvación por la purga de la culpa, la sumisión frente a la resistencia y el libre albedrío como principio moral. Las obras que Dostoievski escribe a partir de su regreso de Siberia son muy diferentes de las que había escrito antes de su encarcelamiento («Pobres gentes», «El doble», «El señor Projarchin», «Noches blancas, etcétera). «Humillados y ofendidos», que acaba de publicar Alba Editorial en su Colección Alba Maior, en traducción de Fernando Otero Macías y José Ignacio López Fernández, su primera novela extensa y la primera que señala su cambio, aunque el propio Dostoievski la consideraba en la línea de «Pobres gentes», su primera novela editada y su primer éxito. Fue publicada a lo largo del año 1861 en la revista «Vremia» («Tiempo»), que aparecía en San Petersburgo bajo la dirección de Dostoievski y de su hermano Misha (Mijail), y ese mismo año se publica también en forma de libro. En vida de Dostoievski tuvo otras dos ediciones, en 1865 y 1879.

Los años de Dostoievski en Siberia fueron duros: cuatro los pasa realizando trabajos forzados y el resto comb soldado en Semipalitinks, en el séptimo batallón de línea. Durante su estancia en el penal de Omks sólo se le permite leer los Evangelios, y esta lectura será decisiva (y en su caso fecunda) para el desarrollo de su obra posterior.

El arrebato religioso tuvo efectos perniciosos sobre algunos escritores rusos: Gogol, bajo la influencia de un monje fanático, acaba loco y quemando la segunda parte del manuscrito de «Las almas muertas»; el frenesí entre religioso y sociológico de Tolstoi le conduce a dilapidar su enorme genio literario en escritos didácticos y panfletarios («vuelve a ser el gran escritor de la tierra rusa», le pedía Turgueniev en una carta dramática). Dostoievski es quien sale mejor librado de su religiosidad. Seguramente es el escritor más cristiano de su país y el menos católico en la versión ortodoxa griega, la Iglesia que excomulgó a Tolstoi después de un acercamiento entre ambos. Dostoievski no podía admitir, como Tolstoi, que el Evangelio pudiera ser el punto de partidgde una regeneración de carácter también material.

Por estas posiciones distintas, Tolstoi escribe la mejor novela épica, «Guerra y paz», y Dostoievski culmina su obra gigantesca con «Los hermanos Karamazov». No existen novelas más distintas, ni más rusas ni más inmensas.

Uno de los problemas de Dostoievski durante su estancia en Siberia fue la falta de libros. Cuando su situación se modifica y se le permitía leer literatura profana y comunicarse con sus familiares, le escribe dramáticas cartas a su hermano Misha pidiéndole libros, en las ediciones más baratas que encuentre, recibiendo un muro de silencio por respuesta. Son cartas de difícil lectura, el optimismo de que hace gala es desolador, como lo es también que le confíe sus proyectos literarios a alguien que parece no interesarse ni por sus proyectos ni por su personal.

Al fin, en 1856 el horizonte se aclara un poco: asciende a alférez y al año siguiente puede publicar el relato «El pequeño héroe», escrito durante su estancia en la fortaleza de Pedro y Pablo, firmado con las siglas M. Y. El 18 de marzo de 1859 se le concede la licencia y puede abandonar la ciudad fronteriza de Semipalitinks y vivir en Rusia, salvo en Moscú y en San Petersburgo. «Un espléndido día, a eso de las cinco de la tarde, viajando por las estribaciones de los Urales, llegamos a la frontera de Europa y Asia en medio de un bosque. Bajamos del carruaje y me santigüé. El Señor me había concedido ver, por fin, la tierra prometida». Dostoievski se establece en Tver y publica «El sueño del tío» y «La alquería de Stepanchikovo y sus moradores». Al fin, el 25 de noviembre de 1859 recibe el permiso para residir en San Petersburgo. Los años de Siberia no fueron perdidos del todo. Allí proyectó «Humillados y ofendidos» y obtuvo el material para escribir uno de los libros más escalofriantes, «Memorias de la casa muerta» (que en algunas traducciones se titula «El sepultero de los vivos». En carta dirigida a su hermano con fecha de 3 de noviembre de 1857, Dostoievski le confía: «Me he puesto a escribir un relato pequeño (aunque son unos seis pliegos de imprenta). Cuando lo termine, escribiré una novela sobre la vida pertersburguesa del tipo de "Pobres gentes" (pero la idea es aún mejor que la de "Pobres gentes"): estas obras las había empezado hace mucho y en parte están escritas, no presentan dificultad, el trabajo marcha magníficamente y el 15 de diciembre enviaré a "El mensajero" mi primer relato». El «relato pequeño» es «Stepanchikovo», para mi gusto una de las mejores novelas cortas de Dostoievski, junto con «El doble», que, según Nabokov, era la mejor novela de toda la novelística dostoievskiana (lo que se comprende, en primer lugar, por el tratamiento del tema del doble, tan presente en Nabokov, y, sobre todo, por la ojeriza de éste hacia Dostoievski, a quien, malévolamente, consideraba como un autor de textos teatrales: «Parece haber sido escogido por el hado de las letras rusas para ser el mejor dramaturgo de Rusia, pero erró el camino y escribió novelas»).

Por razones comprensibles, la composición de «Memorias de la casa muerta» fue más difícil que la de «Humillados y ofendidos», pues no es lo mismo escribir una novela que el paso del novelista por el infierno. Aunque Dostoievski crea un personaje que narra en primera persona, Alexander Petrovich Gorianchikov, la ficción no se impone al testimonio personal porque éste posee más fuerza. Debido a ello, «Memorias de la casa muerta» es un libro vivo en lugar de una novela. Publicado en 1862, como escribe Stefan Zweig, «el zar mismo baña el libro con sus lágrimas, la juventud rusa se inflama de entusiasmo por su autor».

«Humillados y ofendidos» no figura entre las cumbres de Dostoievski («Crimen y castigo», «Los poseídos», «Los hermanos Karamazov»). Incluso hay quien la considera su peor novela, la única en la que su autor emplea la técnica del folletín, terminando los capítulos en los momentos de máxima tensión, y con personajes de bondad angelical o maldad diabólica. Aunque no volvería a escribir folletines, no evita los moldes de la literatura popular: «Crimen y castigo» es una novela «de crimen», más que policiaca, lo que le permite observar a Nabokov, maliciosamente, que «Dostoievski, que tanto aborrecía a Occidente, fue el más europeo de los escritores rusos», por la influencia perceptible de un tipo muy definido de sentimentalismo y de las novelas de misterio. No es en ese sentido, naturalmente, en el que Dostoievski se consideraba como un «viejo ruso europeo» o por el que afirma en «El adolescente» que «el ruso será tanto más ruso cuanto más europeo sea». No se puedén reprochar exageraciones a «Humillados y ofendidos», ya que su autor es un novelista capaz de grandes exageraciones y sin sentido de la medida. Su desmesura se va acentuando conforme avanza su obra. «Pobres gentes» y «El doble» son novelas muy medidas si las comparamos con.las incontenibles avalanchas de «El idiota», «Los poseídos» y, sobre todo, «Los hermanos Karamazov».

En este aspecto, «Humillados y ofendidos» está más próxima a las novelas anteriores que a las que vendrán más tarde, yen sus páginas se perfilan y anuncian algunos de los grandes temas y personajes del novelista. Aparecen los temas de la humillación y de la humildad, del sufrimiento y del pecado.

Dostoievski transfiere su propia enfermedad, la epilepsia, a uno de sus personajes, a la pobre Nellie. Posteriormente padecerán el «mal sagrado» el príncipe Mischkin y-Smerdiakoff. Y por primera vez se presenta en su obra un personaje como el príncipe Valkonski, que abre la galería de intelectuales diabólicos, con ilimitada capacidad para el mal, corruptos y cínicos, que en su «programa máximo» aspiran a redimir a la sociedad destruyéndola por la vía de la ingeniería social. Valkonski es el precursor de Shigalev, que cree en el paraíso universal a partir del socialismo («el socialismo ya ha roído a Europa -afirma Dostoievski-. Si no llegamos a tiempo, lo destruirá todo»), de los demoniacos Stavrogin y Peter Verjovenski, de Ivan Karamazov, que incitan al mal, a la amoralidad sistemática, al desorden, ala destrucción universal (Ivan Karamazov proporciona «bases intelectuales» a Smerdiakoff para que mate al padre: un intelectual no se ensucia las manos). Valkonski no es aún intelectual de la talla de los que hemos mencionado. En «Humillados y ofendidos», el mal es de carácter personal; en «Los poseídos» es de carácter político.

El resplandor tenebroso de Volkonski sitúa en otro plano a la «humillados» y por lo tanto «ofendidos»: a las víctimas del príncipe, a Natasha, a su padre, a Nellie, al escritor Ivan Petrovich, trasunto del Dostoievski anterior ala prisión y a Siberia, cuya primera novela recuerda a «Pobres gentes» y, como ésta, ha recibido elogios del prestigioso crítico B., en quien no es difícil adivinar a Belinski. En el epilogo, el escritor termina de escribir: «La cabeza me daba vueltas y apenas podía tenerme en pie, pero la alegría, una alegría infinita, me llenaba el alma. Mi novela estaba ya terminada, y aunque le debía bastante dinero, estaba seguro de que mi editor me iba a dar algo, por poco que fuera, al tener el resultado en sus manos».

La necesidad de dinero es una constante en la biografía de Dostoievski, aunque no sea algo extraño en un escritor. Si leemos las cartas de cualquier escritor, desde Góngora a Faullcner, incluyendo a alguien a quien podría suponerse en situación económica desahogada como lord Byron, encontramos en ellas el rasgo común de las peticiones acuciantes de dinero. Nada digamos en el caso de Dostoievski. En cualquier caso, Ivan Petrovich está afectado, además de por otros problemas, por la falta de dinero, y por un trabajo casi de esclavo para conseguirlo, lo que es frecuente en Dostoievski: recordemos las angustias del protagonista de «El doble», por terminar su trabajo dentro del plazo convenido.

La editorial Alba nos aproxima de nuevo a uno de los mayores noventas de toda época en el momento preciso en que el escritor regresa de Siberia y comienza su gran etapa como creador. En 2001 había editado «Memorias de la casa muerta», en traducción de Jesús García Gabaldón y Femando Otero Matías. Las «Memorias» es lo que queda atrás, algo terrible pero que ya es pasado. En «Humillados y ofendidos» triemos en esquema al Dostoievski posterior; al novelista que declara en «Diario de un escritor»: «Al fin y al cabo, yo soy un novelista. Me gusta contar historias».

La Nueva España · 26 junio 2011