Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Por los caminos de la Asturias central

Ignacio Gracia Noriega

El paisano que impuso el español en Puerto Rico

La labor del riosellano Manuel Fernández Juncos

En el VII Congreso de la Lengua Española celebrado en Puerto Rico no parece que hayan estado a gran altura el Monarca ni el Cortesano. Según se desprende de la carta enviada por un lector a "La Nueva España", el Cortesano, de haber seguido toda su vida caminos trillados, jamás pisó una hierba, lo que le permite ahora pisar alfombras. No sé qué sentido tienen estos congresos en los que se habla más de novedades electrónicas que del motivo que los convoca, que es y debe ser la situación de la lengua española en el mundo, y haberlo celebrado en Puerto Rico es oportuno, ya que multitudes de puertorriqueños hablan y difunden esa lengua en el corazón del imperio.

No se trata de que la lengua española peligre en competencia con el inglés, porque las lenguas no peligran mientras se utilicen para aquello por lo que existen; otra cuestión son las lenguas creadas por motivos políticos, y cuyo futuro es problemático si los intereses políticos dejan de utilizar la baza del "nacionalismo lingüístico", ya que son lenguas que dependen de la subvención y de la coacción. El hecho de que la propia lengua española sea víctima de la competencia de lenguas artificiales y ya se estén iniciando contra ella pintorescas coacciones como la obligatoriedad de decir "compañero y compañera", "alumnos y alumnas", para que el lenguaje no resulte "machista", es una irrelevancia además de ser el colmo de la ridiculez; pues al tiempo que en algunas provincias españolas se persigue incluso con multas el uso de la lengua española, ésta forma parte de las cuatro lenguas "mundiales" o "mayores", junto con el chino, el hindi y el inglés, con la salvedad, respecto al inglés, de que ésta se trata en buena parte de los casos de una "lengua adquirida" mientras que la española es, en la mayoría de ellos, la "lengua materna".

Puerto Rico estuvo a punto de convertirse en una isla angloparlante, lo que evitó con su esfuerzo e imaginación un paisano de la aldea riosellana de Trasmonte, el cual, solo con estudios primarios, consiguió imponer el español como la lengua de Puerto Rico, sin necesidad de congresos, ni de viajes del Rey, ni de la burocracia del Instituto Cervantes. Una vez cumplido su objetivo, no recibió el Toison de Oro, ni siquiera un sillón en la Academia Española de la Lengua. Nos referimos a Manuel Fernández Juncos, nacido Tresmonte el 11 de diciembre de 1846, "en un hogar de humildes campesinos", según escribe su biógrafa, M.ª Eugenia Alonso Mier. Su educación no pudo ser esmerada. Él mismo, en el libro "De Puerto Rico a Madrid", rinde un sentido homenaje al "maestrín" de la escuela de Moro (Ribadesella): "¡Pobre maestrín -escribe generosamente Fernández Juncos cuando regresa a su aldea convertido en un indiano culto y de éxito-, yo te perdono los palos que me diste, y aún los doy por bien recibidos en gracia del bien inmenso que me has hecho, enseñándome a leer y a escribir!". Con once años, en 1857 embarca en el velero "Eusebia", en Avilés, en dirección a Puerto Rico, donde tiene familiares en Vega Baja. A diferencia de otros indianos Fernández Juncos se inicia en el periodismo y en la política, como hombre del partido liberal. en 1877, funda el periódico "El Buscapié", de San Juan, uno de los de mayor tirada e influencia de las Antillas, y más tarde la "Revista Puertorriqueña", elogiada por Menéndez Pelayo.

Su actuación política fue considerable como presidente del partido autonomista histórico y como ministro de Hacienda. Creó la Academia Antillana de la Lengua y fundó y dirigió la biblioteca municipal de San Juan. El gobierno español le concedió la gran cruz de Alfonso XII. Pero en lo que se refiere a la defensa de la lengua española frente a la inglesa, Fernández Juncos estuvo clamorosamente solo.

El problema de la supervivencia del español en Puerto Rico no obedecía a que los Estados Unidos pretendían imponer la lengua inglesa porque creyeran que la lengua hace la nación o alguna chorrada romántica por el estilo, porque las verdaderas naciones no pierden el tiempo con pendejadas, sino a que la Constitución norteamericana proclama la neutralidad religiosa en la enseñanza, y la enseñanza en Puerto Rico durante la dominación española era exclusivamente católica. Al no encontrarse libros de texto acordes con la ordenanza constitucional, la enseñanza sería en inglés. Fernández Juncos, en dos meses, redactó cuatro libros de lectura destinados a las escuelas para que se atuvieran a la solicitud constitucional, más un "Compendio de moral para las escuelas" y una antología de textos literarios titulada "Los primeros pasos en castellano". Le sirvieron para solucionar la cuestión y salir del paso. No sé si en el Congreso de Puerto Rico se habrán acordado de este asturiano ilustre. Tal vez sirva de consuelo el elogio de Rafael Altamira: "Nuestro idioma se ha salvado en Puerto Rico. No lo han salvado las armas ni la diplomacia, sino el patriotismo inteligente de un español".

La Nueva España · 16 abril 2016