Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Por los caminos de la Asturias central

Ignacio Gracia Noriega

El marqués de Santa Cruz de Marcenado

Sobre la aportación a la historia del polifacético escritor, erudito y militar

La reciente publicación de un libro trae a la efímera actualidad la figura de don Álvaro Navia Osorio, cronológicamente uno de los primeros ilustrados asturianos junto con Campillo y Cossio, y hombre polifacético, ya que no solo fue militar y tratadista militar, que es por lo que más se le conoce, porque murió en acción de guerra y por una famosa anécdota que aunque apócrifa, según algunos, describe muy bien el poco aprecio que el español tiene hacia lo suyo, sino que sus actividades abarcan la diplomacia, la política activa, la economía y la erudición universal. En este último aspecto, el de proyectar un gran “Diccionario universal” de carácter enciclopédico, durante su estancia en Turín, fue un adelantado de la Enciclopedia, en la que, bajo dirección de D'Alembert y Diderot, intervinieron varios autores. Hasta entonces, las grandes realizaciones enciclopédicas eran empresas individuales, como el famoso diccionario de la lengua inglesa del Dr. Samuel Johnson. Marcenado tuvo la idea de aprovechar, para componer una gran obra en común, los diferentes saberes de los escritores a los que conocía en Turín y frecuentaban su casa. Mas otras ocupaciones le impidieron dedicarse de lleno a ésta y, convencido al fin de la magnitud del proyecto, lo redujo a cauces más abordables, como un “Diccionario histórico-geográfico", que tampoco llegó a realizarse. La obra de un hombre se juzga por sus realizaciones, no por sus proyectos, y Marcenado dejando aparte sus ocupaciones como militar, político y diplomático, tuvo tiempo para escribir y dar a la imprenta diversas obras, siendo la más conocida las célebres “Reflexiones militares”, un tratado en once tomos (aunque estaban previstos otros dos), escrita entre 1724 y 1730. A propósito de esta obra es la famosa anécdota aludida. Considerando en Madrid la necesidad de renovar el ejército español, enviaron una delegación a Prusia, que según la fama disponía del ejército más moderno y mejor organizado del mundo. Al escuchar la petición de las embajadores el gran Federico quedó sorprendidísimo, contestando a los enviados que “todo lo que sé del ejército lo he aprendido leyendo la obra de un compatriota de ustedes, el marqués de Santa Cruz de Marcenado”. Fue un escritor como Baltasar Gracián, más leído y reconocido fuera de su patria que en ella. No sé hasta qué puntos se puede afirmar que las ideas militares de Santa Cruz de Marcenado influyeron sobre Napoleón, pero como Napoleón había leído a Clausewitcz, podría imaginarse que leyó a Marcenado a través de Clausewicz. En Marcenado se encuentran muchos aspectos innovadores del arte de la guerra, según Alonso Baquer: “La reflexión del Marqués de Santa Cruz de Marcenado anuncia un recrudecimiento de los combates, un incremento del poder del fuego, un progreso tecnológico a favor del espíritu ofensivo y la necesidad de más ambiciosas maniobras, tanto dentro de la batalla como fuera de ella. Cuando se generalice el modo napoleónico de obrar y de combatir y se censuren las afirmaciones de los tratadistas opuestos al concepto de batalla decisiva, nadie criticará frontalmente a Marcenado”.

Este hombre que tuvo una especial relevancia en la Europa de los primeros años del siglo XVIII, había nacido en Puerto de Vega, en el concejo de Navia, el 19 de diciembre de 1964, siendo oriundo de Anleo. Trasladado a Oviedo para efectuar sus estudios, Álvaro Navia Osorio realizó los de Gramática y Retórica, e inició los de Filosofía en la Universidad, pero no encontrándolos satisfactorios, a los dieciséis años ingresa como capitán de milicias en el Tercio de Asturias, bajo cuyas banderas interviene en la Guerra de Sucesión, saliendo de su tierra como soldado en 1703 y participando en acciones bélicas en la raya de Galicia con Portugal. Posteriormente participa en la de balsa de Ciudad Rodrigo, y al rendirse la villa salmantina, es destinado a un cargo burocrático, el de inspector general de Andalucía y de las plazas de África. Regresa a la guerra en tierras de Navarra, donde es herido dos veces y asciende al grado de brigadier. Más tarde dirigió un intento de desembarco en Córcega, que acaba en descalabro, y, como partidario de las pretensiones borbónicas, asiste al cerco y toma de Barcelona, la última plaza española en posesión de los partidarios del Archiduque. Terminada la guerra, en 1715 es destinado como inspector del ejército del Norte de África, cargo en el que permanece poco tiempo, regresando a Asturias para mirar por sus posesiones y participando en la política local, al tomar partido como la mayoría de los de su clase contra el regente de la Audiencia Cepeda, por cuyo motivo escribe un "Memorial dirigida a S. M en defensa de la nobleza asturiana contra las disposiciones del regente de la Audiencia Antonio Cepeda", su primer escrito, publicado en Oviedo en 1715. Participa poco más tarde en la guerra de Sicilia, en la que asciende a mariscal de campo en 1718, y desempeñó los cargos de inspector de Cerdeña y gobernador de Caller.

A las ocupaciones militares se suman las más pacíficas de la diplomacia. Enviado a Turín para negociar el Tratado de Hannover, allí publica los primeros tomos de las "Reflexiones militares”. En 1727 pasa a Francia como embajador extraordinario en el tratado de Soissons y en París publica el último tomo de las “Reflexiones”. A su regreso a Madrid intrigas cortesanas impiden que sea designado secretario de Guerra del Consejo Real (un equivalente a ministro de la Guerra), enviándose en 1731 como gobernador de esa plaza. Allí murió en esa acción de poca importancia, al salir en refuerzo de un destacamento acosado por los moros. Herido, cayó del caballo y quedó en manos del enemigo que le cortaron la cabeza y la pasearon por las calles de Argel en lo alto de una pica.

El año de su muerte, 1732, se publica en Madrid su otra obra, la "Rapsodia económico política monárquica”, escrita según Álvaro Galmés de Fuentes, en "magnífica prosa exenta de 1a ampulosidad verbal tan elocuente en su época" Marcenado procuró ser siempre un escritor claro. No pretendía florituras verbales, sino que se le entendiera, que es lo máximo a lo que puede aspirar un escritor.

Según Manuel Jesús González, "el ideario económico del Marqués es el propio de un hombre de armas forzado a opinar de economía del Estado", añadiendo que “las opiniones económicas se inscriben en una tradición de escritores, mal llamados mercantilistas, que intentan responder a los graves problemas de su época”. Como a Campillo, le preocupa e interesa la situación de las provincias de Ultramar, por lo que abarca los problemas del comercio en México, Perú y Filipinas; también en las colonias de África. Entre sus propuestas se cuentan el pleno empleo de la población, la colonización interior del país, la desgravación de las mercancías, la unificación de monedas, pesos y medidas, la supresión de aduanas y el reparto equitativo de las cargas fiscales. En algunas medidas propuestas coincide con Campillo en “Lo que hay de más y menos en España”, como cuando se muestra contrario a la ociosidad de los hidalgos y a que éstos abandonasen sus tierras, dejándolas improductivas y descuidadas. Algunas ideas suyas coinciden con las que ahora exponen ciertos políticos. No se trata de que Marcenado sea más o menos moderno, sino que tiene sentido común, lo que no es antiguo ni moderno, sino, por desgracia, algo bastante escaso, sobre todo entre los gobernantes.

La Nueva España · 21 marzo 2015